La pasarela para servicio peatonal y de bicicletas que la Diputación de Bizkaia construirá el próximo año entre Barakaldo y Erandio supondrá un nuevo cosido sobre la herida acuática de la ría de Bilbao. Un zurcido de un gran diseño, como se pudo comprobar en la presentación del proyecto efectuada el pasado mes, que unirá las márgenes y que implicará una conexión nueva a la historia de un cauce que ha estado trufado de pasarelas que han permitido a los bilbainos andar sobre la ría.La primera unión a escala andante fueron, como no, los predecesores del puente de San Antón que con el paso de los siglos fue ensanchándose para acoger carros, carretas, tranvías, coches, furgonetas y camiones hasta presentar el aspecto que hoy ofrece a la sombra de la iglesia de San Antón, mucho más tranquilo y relajado que el siglo pasado.

Históricamente, el tramo de la ría que encorseta en una suave curva el Casco Viejo de Bilbao, ha sido el que más uniones ha brindado a villanos y foráneos. La cada vez mayor expansión de la urbe en la margen izquierda con una bulliciosa actividad en la zona de San Francisco a inicios del siglo XIX fue la que propició un aumento del tráfico peatonal que había que cubrir con accesos adecuados.

De esas primeras décadas son los diferentes pasos denominados precisamente de San Francisco, que fueron sumando las nuevas técnicas de ingeniería según iban desapareciendo sus predecesores. Coincide un año clave, 1874, cuando con el sitio de Bilbao, en medio de la Guerra Carlista, los bombardeos desde los montes cercanos acabaron a la vez con la última versión de la pasarela de San Francisco y el de Los Fueros, el que conectaba el muelle de La Naja con la calle Santa María del Casco Viejo.

Con el fin de siglo, vinieron pasarelas más robustas como la de hierro que heredó la movilidad principal entre San Francisco y la calle Ribera o la bella conexión que unía el muelle de Uribitarte con la zona del Ayuntamiento o San Agustín. Esta pasarela, también de hierro, fue muy especial por el hecho de que se cobraba su uso a los peatones, de ahí su nombre popular del Perrochico, por la perra chica de cinco céntimos que debían abonar sus usuarios. Otra característica especial, además de su construcción de carácter privado, es que, como ocurrirá con la próxima pasarela foral para bicicletas y paseantes, su sección central tenía un mecanismo de giro que permitía dar paso a los buques hasta la zona de El Arenal, entonces bulliciosa área de atraques.

Este año se cumplen 130 años de su inauguración y 85 de su destrucción en medio de la Guerra Civil. Fue la pasarela más alejada del centro aguas abajo por que, aguas arriba, la isla de San Cristobal, que emergía históricamente en medio de la ría a la altura del contemporáneo barrio de La Peña, también requirió el tendido de pasos peatonales.

La planta de construcción modernista que depuraba el agua extraída del cauce fue el centro de hasta tres puentes de pequeño porte para uso andante que unían el paseo de Los Caños con el creciente barrio ribereño de la orilla izquierda.

Y estos pasos fueron de los más vetustos, ya que estuvieron en servicio desde finales del siglo XIX hasta el año 1983 cuando, tras las trágicas inundaciones de ese año, se procedió a cambiar el curso de la ría e integrar en el barrio de La Peña la propia ínsula natural. Aún así, hoy en día, los vecinos de la zona disfrutan de un paso heredero de aquellos antiguos. Es la conexión sobre el cauce que da solución a los paseos que muchos vecinos efectúan trenzado ambas orillas de la ría. Bautizada como Ibai Eder, apenas tiene interés artístico, ya que es una simple estructura de hormigón pretensado. Eso sí, como el resto de las infraestructuras construidas a caballo entre el pasado y el presente siglo, los pilares sobre los que se apoya evitan el curso fluvial con el fin de que sean un obstáculo en caso de avenidas y aguadutxus.

Una filosofía que comparte, aunque no intencionadamente sino por necesidades de alturas en sus márgenes, la pasarela de la Ribera. Data de 1939, una reconstrucción de su predecesora destruida durante la Guerra Civil y que desde entonces permanece incólume.

Las últimas conexiones entre márgenes son la de Zubi Zuri y la Padre Arrupe. Dos obras de ingeniería de gran impacto visual estrenadas en 1997 y 2003 dentro del conjunto de intervenciones urbanísticas desarrolladas en la villa para alcanzar una urbe con mayor escala humana y que quería recuperar las orillas de la ría. El gran arco diseñado por Santiago Calatrava estuvo en sus inicios trufado de polémicas y enfrentamientos judiciales.

La estructura metálica, con forma de libélula asentada entre el paseo de Abandoibarra y la Universidad de Deusto, fue pensada por el ingeniero José Antonio Fernández Ordoñez. A excepción del deterioro evidente de la madera que compone su suelo y peldaños, esta conexión está aguantando muy bien el paso de los años y es elemento imprescindible de muchas fotografías turísticas.

Y para los próximos años, ¿qué? Pues además de la mencionada unión foral entre Barakaldo y Erandio no se atisban proyectos para generar más conexiones. En el aire se encuentra si el puente para el tranvía que conectará Olabeaga y Zorrotzaurre estará disponible también para tránsito de zapatilla, aunque, a decir verdad, no sería una pasarela peatonal pura.

Durante el siglo XIX la explosión demográfica de la villa obligó a dotar de pasos peatonales a la ría entre el Casco Viejo y San Francisco

Todas las nuevas pasarelas evitan cualquier apoyo sobre el cauce para evitar que se comporten como obstáculos en futuras riadas