El Museo Orduña Hiria, abierto en mayo de 2019 gracias a una iniciativa cultural surgida a través de la labor altruista y desinteresada de la asociación Hamaika, sigue ganando en atractivo e interés gracias a la incorporación de nuevas piezas de valor histórico y cultural a sus 10 salas de colecciones permanentes y que están dedicadas a sastres y modistas, confiteros, músicos, cereros, boticarios, tejedoras, taller de bicicletas, silleros, zapateros y cine.

En concreto, a lo largo del año pasado, el museo recibió un total de 42 nuevos artículos, la gran mayoría de ellos gracias a donaciones por parte de particulares y otros encontrados de manera casual. Es el caso del descubrimiento de un pianoforte Schiedmayer & Söhne, fabricado en Alemania hace más de 200 años y que se encontraba, sorprendentemente, arrinconado en el antiguo convento San Francisco, actual residencia de mayores de la ciudad. El instrumento encandiló al director, compositor y organista Josu Soldevilla que, antes de fallecer el pasado mes de diciembre, se encargó de organizar su restauración y afinado para que recuperara su esplendor.

La sala de música exhibe también con orgullo una trompeta cedida por la familia Fernández de Aguirre, una saga de músicos y compositores. Fueron los hijos del famoso trompetista orduñés Jaime Fernández de Aguirre quienes se acercaron, el pasado mes de septiembre, al museo para entregar a sus responsables este tesoro de su aita. Jose Félix e Iñaki se trasladaron, acompañados de su primo Rafa de la Fuente, desde Getxo hasta Orduña, para tener un gran detalle con el museo y ofrecer un motivo más para visitar estas dependencias. Y por si fuera poco, la colección musical se ha visto también ampliada con un acordeón de Inés Sarobe, una durangarra enamorada de un orduñés que comenzó a tocar este instrumento con Eusebio Bilbao Ciego de Durango a la edad de 12 años y que acabó siendo profesora en el conservatorio de Durango. Siempre cuidó su acordeón con mucho mimo y es su familia quien ha querido que se muestre en la ciudad a la que, también, siempre adoró.

Otro de los gremios que tuvo gran importancia en la actividad económica de la ciudad fue el de la elaboración de velas y cirios hasta el punto de que el Archivo Histórico de Bizkaia documenta como grandes maestros cereros del siglo XIX a los fundadores de las cererías artesanas de Díaz de Lezana en 1808 y Luis Larrea en 1830. La primera de las familias, dedicada también a la confitería, conserva aún muchas piezas históricas relacionadas con su actividad y una de las valiosas aportaciones realizadas al museo es una paila de bronce para fabricar vela de cerilla.