Repensar las calles como espacios naturales de creación, de investigación y de reflexión para la comunidad y, de manera paralela, mostrar la creatividad y los anhelos de la juventud y los mayores a través de la intervención urbana. Es la filosofía del proyecto de mediación artística La libertad de lo inútil -director de la compañía de teatro La Pez- en colaboración con Artekale, Asociación de las Artes de Calle de Euskadi,y que se ha estrenado en el municipio de Arrigorriaga gracias al interés de su Ayuntamiento y a la implicación de vecinos y asociaciones.

La temática de fondo elegida para esta novedosa experiencia ha sido la pandemia, los protagonistas los menores de edad y la población de la tercera edad y el escenario las calles de Arrigorriaga. “Por un lado, hemos querido ahondar en el concepto de libertad que se ha visto reducida por lo que el sentimiento de inutilidad, a veces, ha aumentado. Y otro de los objetivos ha consistido en investigar y profundizar en el vínculo entre la adolescencia y la vejez, dos generaciones especialmente afectadas por esta situación”, explica Iraultza. El resultado final “no es una obra de teatro”, precisa, sino “un recorrido por el barrio, por el pueblo, en el que hemos ido encontrando los pequeños secretos artísticos que esconden grandes historias”.

Porque es en situaciones límite, como el confinamiento decretado a causa del covid-19, “donde la imaginación se desarrolla para dejar paso a otras formas de ver y de sentir, nos otorgamos la licencia de ingeniar, de volar, de escapar de esa dura realidad”. Es, al fin y al cabo, “un instinto de supervivencia”, declara Iñigo Iraultza. Esa falta de libertad padecida durante semanas unida a la soledad “puede jugar malas pasadas, hasta el punto de que más de una persona ha llegado a pensar que se estaba volviendo loca, pero también da lugar a momentos muy poéticos y bellos” que han reflejado.

Y su labor de mediación artística en el proyecto La libertad de lo inútil ha sido precisamente la de buscar y contactar con gente de dos colectivos muy concretos, adolescencia y vejez, que “tenían una historia que contar y que expresar y después escuchar, escuchar y escuchar”. Tras esos encuentros, “al llegar a casa, trabajaba en la forma de dar un toque artístico a esos sentimientos, así como en encontrar el espacio más adecuado, en el barrio o en el pueblo, para representar esas experiencias”. Todo ello con la implicación activa de los protagonistas, teniendo en cuenta sus ideas y propuestas y eligiendo “una frase que resuma la esencia y el alma de lo vivido”.

Mariachis y marquesinas

El broche final de este proyecto artístico de intervención urbana llegó con la escenificación de todas esas historias a través de un recorrido por las calles de Arrigorriaga en compañía de sus protagonistas que relataron, en primera persona, sus vivencias. Hubo una parada frente a la casa de Gloria, de 84 años, que durante el confinamiento ocupó gran parte de su tiempo mirando por la ventana y “tenía tantas ganas de que pasara algo que, a veces, veía hasta Mariachis en mi jardín”. Otro foco de atención fue la pequeña cancha de basket anexa al ambulatorio donde Ana, de 71 años, depositó un ramo de flores en el lugar más adecuado, el aro de la canasta, a modo de homenaje hacia quienes, como ella, pasaron ese duro periodo de reclusión obligatoria solos en casa. “¡Menos mal que estaban mis flores!. He aprendido a cantarlas y ellas, a veces, hasta bailaban”, aseguró.

Entrañable resultó el reencuentro en su marquesina mágica. “Me he pasado mucho tiempo esperando, la espera ha sido dura, no sabía que se podía querer tanto a una persona. Ahora toca recuperar el tiempo perdido en nuestro sitio preferido”, declaró Serafín. “Tenía muchas ganas de estar con cerca de mi aitite. Ya estamos planeando un montón de aventuras. Son un poco secretas, pero si estáis por la calle, ya nos veréis”, añadió con una sonrisa Noa.

Son solo algunas de esas historias a las que Iñigo Iraultza ha dado voz a través de un proyecto “extrapolable a cualquier otro pueblo o barrio”. Y es que, todo se resume en la frase final de Ada, de 72 años: “Eskerrik asko por escucharnos. Sentíamos la necesidad de expresar lo vivido en este tiempo y poder compartirlo”.