Si había que ceder el pórtico de la iglesia de Aldeacueva para instalar un molino, defender los derechos de los trabajadores y los ganaderos y hasta enfrentarse a la Guardia Civil en los duros años de la dictadura franquista, allí estaba don Carmelo. Carmelo Marón, que tuvo en Karrantza su primer destino tras ordenarse sacerdote. Ahora el valle llora el fallecimiento a los 87 años de una figura muy querida con la que han mantenido lazos afectivos.
Además, contribuyó a la fundación de la cooperativa ganadera Guvac, fusionando “las cuatro que ya existían” en los núcleos de “Ahedo, San Esteban, Lanzas Agudas y Aldeacueva”, rememoran los vecinos Rafa Arriola y Jon Ortiz, que realizan investigaciones sobre el municipio y recientemente han publicado un libro sobre el gudari Joaquín Portillo que también narra cómo se vivió la Guerra Civil a nivel local.
Apoyo a las huelgas
Nacido en Galdakao, recaló en Karrantza en calidad de párroco de Aldeacueva, Salviejo y Sierra. Pero “la situación política del momento no le achantó”. “Férreo defensor de los obreros durante las huelgas de 1966 y 1967 en la fábrica de Dolomitas”, actualmente convertida en museo, solía convocar reuniones para coordinar las protestas en la iglesia de Ahedo, “donde se decidían los días de manifestación y se confeccionaban las pancartas”.
Acciones que a veces desembocaban en represión policial. “Un día, nos confesó entre risas: ¡Un día me dieron unas hostias que me dejaron liso!”, recuerdan. En otra ocasión se negó a delatar a vecinos apelando, orgulloso, a sus orígenes obreros. “Por su obstinada y constante tenacidad en la defensa de los derechos de los trabajadores”, incluso se ganó el respeto de la Guardia Civil.
José Ramón Angulo, que creció en Aldeacueva, señala que “en los programas de fiestas vino un discurso en respaldo a los trabajadores del sector lácteo” y fomentó la unión del pueblo organizando partidos de fútbol entre los dispersos barrios para los cuales contaban con camisetas conmemorativas. Tras dejar las parroquias “ha seguido viniendo”.
Rafa y Jon le visitaron en la residencia de la Misericordia poco antes de su fallecimiento y pudieron recoger un valioso testimonio plagado de “anécdotas y muchas otras historias interesantes”. Y, sobre todo, de amor al valle que le acogió. Le despiden reproduciendo dos frases de aquella entrevista: “¡Gracias a Dios que estuve en Karrantza, porque allí me enseñaron cómo tienen que ser las personas para vivir como tales! ¡A los carranzanos los defenderé siempre a capa y espada!”.