En la panorámica de Bizkaia, se respiraba ayer la calma que aportan los días festivos, que, en general, únicamente despuntan en el momento de las rabas y el marianito. El resto de horas pasan por el reloj apaciguadas. Sin embargo, en Getxo, bueno, en los 6.000 metros cuadrados de las campas de Aixerrota, lo que menos había era tranquilidad. Aquello era bullicio, fiesta, alegría, diversión, carcajadas, brindis, música... Todo, a lo grande. Se celebraba una de las citas más multitudinarias del territorio y claro, las 30.000 personas que abarrotaron esta atalaya a El Abra protagonizaron una estampa de alboroto, buen humor y jolgorio que anima y sorprende a cualquiera. 25 de julio de 2024, día de Santiago y día de Paellas, fecha en rojo en el calendario, en todos los sentidos posibles; la jornada que altera y revoluciona los corazones de prácticamente todos los algorteños.

Son tantos los ingredientes de ese evento... Por supuesto, las ansias de pasárselo bien imperan. También, laten con ímpetu los sentimientos de amistad, reencuentro, unión... Las cuadrillas, todos sus integrantes, no se permiten fallar en este día y eso es, sin duda, lo que convierte a Paellas en algo tan especial para los getxoztarras. Risas, recuerdos, nuevas experiencias, instantes compartidos... Todo se pone a cocer. Bajo un toldo, bajo otro y en el de más allá. Porque este encuentro va también de socializar. De ir para aquí y para allá. De saludar, tomarse algo, picar lo que sea... Abrazos y besos. Con tu gente y con la de al lado. “La filosofía de este día es que cada uno prepara su paella, pero igual terminas comiendo la que ha hecho la txosna de la otra punta”, confesaba Naiara en el recinto oficial, un lugar al que no le importa la edad. Allí, esta celebración no impone caducidad ni por arriba ni por abajo: reúne a familias, incluso con bebés, a personas que peinan canas y que refuerzan sus lazos, a jóvenes hipermotivados, a esos de una edad intermedia... Y el alma de la fiesta, como no podía ser de otra forma, son las paellas que van a concurso y sus llamativas y curradas decoraciones. Ellas son la materia prima, el germen, la esencia. Con ellas empezó todo. Luego, brotó lo demás -y hasta se desmadró en el Bronx-. Y aunque es cierto que las ganas de juntarse y de disfrutar de una fiesta han acaparado esta cita y hasta casi se comen el certamen gastronómico, uno de los momentos estelares sigue siendo la presentación de las paellas artísticas, que siempre tiene lugar entre las 13.30 y las 14.30 horas.

Las creaciones, un año más, fueron impresionantes: la gabarra no podía faltar en esta edición y un buen puñado de los participantes en el concurso aludieron al Athletic campeón de Copa de alguna manera. De hecho, hasta se pudo ver una gabarra de gelatina azul sobre el amarillo arroz. No defraudaron los clásicos como el Molino de Aixerrota o el faro de La Galea, muy bonitos todos ellos, y hasta se creó el Guernica, de Picasso, que asombró a todo el público, a todos esos numerosos curiosos que se acercaron a la zona en la que los jueces prueban las paellas. Los adornos comestibles puntúan más y por eso había berenjenas que eran ballenas, pepinos como bolos, melones como traineras, calabacines cortados que eran hojas de flores, mazorcas de maíz como pequeños humanos, brócolis como árboles y hasta una paloma de la paz de pan reclamando el fin del genocidio en Gaza. Hubo montajes gigantescos que fueron objeto de todas las cámaras y que dejaron boquiabiertos a los espectadores: una montaña rusa, el ayuntamiento de Getxo, la estación de metro de Algorta y hasta el Empire State, con King Kong incluido. Es decir, las 150 paellas inscritas en el concurso, elaboradas con esmero y dedicación y exprimiendo al máximo la creatividad, demostraron que la fuerza y la atracción del certamen continúan vivas. La cuadrilla José’s Taldea obtuvo el primer premio, mientras que Maritxus Taldea fue segunda y Txoko Karitas, tercera. Así lo decidieron los fieles jueces Javi Vega y Juan Carlos de Miguel, acompañados, en esta ocasión, por miembros de la agrupación Kas Galea, la vencedora del año pasado. Sus paladares valoraron el punto del arroz de 1 a 20; el sabor también de 1 a 20; y la decoración, de 1 a 10. Y, dentro de esta apartado, es más importante que los adornos sean comestibles en lugar de figuras hechas con cartón, papel u otros materiales. 

En el ‘Bronx’, a lo suyo Todas estas cuestiones interesan más bien poco a los asistentes a la zona conocida como el Bronx. La parte no oficial. El lugar tomado por la juventud para montarse la pedazo juerga. Se montan, de manera literal, esas txosnas que parecen discotecas: con podios, barras, toldos, espacios para la música, que retumba pero bien... Es una imagen que también convierte a esta fiesta de Paellas de Aixerrota en singular y única. Ayer se repitió, por supuesto.

En esta zona pocos cocinaban. Todos bebían y bailaban. Es la parte de la fiesta que trae más de cabeza a los vecinos del entorno y en la que el Ayuntamiento de Getxo ha puesto la mirada en los últimos tiempos, sobre todo, desde el punto de vista medioambiental, pero también de la seguridad. De hecho, este año había cámaras para el control de accesos y aforo. Y es que son miles los jóvenes los que acudieron al Bronx a lo largo de toda la mañana y los que aguantaron hasta la noche. Esta vertiente de Paellas está más abierta a personas de otros municipios. De hecho, el metro desembarcó a incontables jóvenes, sobre todo, al mediodía. Muchos de ellos irán hoy a colaborar en las tareas de limpieza. El Consistorio getxoztarra desplegará un operativo que estará en marcha hasta el martes con 35 trabajadores, 20 personas más de lo habitual para estas campas. Hay que borrar las inmensas huellas de esta jaia que rompe moldes.

La sociedad Itxas Argia es la que hace posible la celebración del concurso. Su sudor, implicación, compromiso y organización son el auténtico secreto de Aixerrota. Además, estas han sido unas Paellas con un sabor más intenso para esta asociación, sin ninguna duda, ya que este año está conmemorando su 60º aniversario.