Maider Etxebarria trabaja en una explotación de huevos en Igorre. Hija de un matrimonio de baserritarras que todavía crían ovejas, sabe lo que es trabajar de lunes a viernes, sin fiestas ni días de guardar. “Las gallinas no saben cuándo es festivo, tienes que andar pendiente de ellas todos los días”, advierte. Más ahora en verano, con unas temperaturas que sufren mucho los animales. “Este año hemos puesto ventiladores, pero aun así hay que estar muy pendiente de ellas”, cuenta a pie de pabellón. A baserritarras como ella las subvenciones que otorga la Diputación para sustituciones les permiten disfrutar de “un descanso que hace falta”.

Maider y su marido pusieron en marcha su granja avícola hace casi seis años. Antes había tenido trabajo en otros sectores, pero cuando la familia empezó a crecer y fueron llegando sus tres hijos –el mayor tiene diez años y el pequeño, cuatro–, tuvo que dejar su último empleo. “Queríamos probar algo diferente. Estamos siempre en casa y es más cómodo cuando tienes hijos”, explica. También la tradición familiar tuvo su peso, ya que “tanto mis padres como los padres de mi marido tienen caserío”.

El trabajo en la explotación no da tregua. “Tienes que estar casi todo el día pendiente. Por las mañanas hacemos una vuelta por dentro para ver qué tal están. A media mañana empiezan a poner los huevos, pero hay algunas que lo hacen en el suelo y tienes que recogerlos. Luego empezamos con la recogida y por la tarde damos otra vuelta”, repasa. Con días de calor, como estos, el trabajo se multiplica. “Este año hemos puesto ventiladores y estamos más tranquilos, pero hay que estar más pendientes de las gallinas”.

"Si no es por estas ayudas sería casi imposible coger vacaciones. Y el descanso hace falta"

Y así todos los días. “Las gallinas no saben de festivos ni de fines de semana, ponen todos los días”, bromea. Solo se permiten una semana de vacaciones al año, coincidiendo con el cambio del lote, aproximadamente cada trece meses. “Retiramos todas las gallinas y hay que realizar el vacío sanitario: sacar todo, limpiar todo bien, desinfectar y volver a meter las cosas de nuevo. Cuando terminamos la limpieza sí aprovechamos para coger una semana de vacaciones”, reconoce. En ocasiones pueden cogerse algún fin de semana libre, “porque nos ayudan los cuñados o mi hermano. Pero son contados, muy pocos”.

La ayuda y el apoyo de los familiares y otras familias que también se dedican al primer sector son fundamentales para poder tirar hacia delante. De hecho, fue así como el año pasado pudieron hacer las maletas una semana y poner rumbo a un merecido descanso. “Vino una familia que también tiene una granja de gallinas e hicimos un cambio: cuando ellos cogieron vacaciones íbamos nosotros a su explotación y al revés”, relata. Una fórmula para la que también pudieron solicitar una subvención. “Como tenemos contacto con otras granjas nos vamos ayudando los unos a los otros. Es gente que es del mismo sector y entiende de esto. Viene muy bien”, admite.

No obstante, confiesa que siempre está el recelo de cómo será esa persona que les sustituirá mientras estén fuera. “Te da miedo. Según quien venga, te puede hacer una faena. No sabes a quién le vas a dejar las gallinas. Le tienes que explicar todo bien y, así y todo, no te vas tranquila”, reconoce.

Poder acogerse a un permiso por maternidad también es difícil, aunque Maider lo pudo hacer con su hijo pequeño gracias a estas subvenciones que concede la Diputación. “Vino un chico de Amorebieta para ayudarnos con la explotación unos tres meses. Si no llega a ser por él, habría sido imposible”, admite. Ella misma lleva dos meses sufriendo dolores en las cervicales, sin haberse cogido todavía una baja. “Como somos autónomos, es difícil”, afirma, antes de conocer que las ayudas también se pueden solicitar por enfermedad. “Pues lo voy a mirar para enterarme”.

Y no se puede decir que todo esto le haya pillado de sorpresa. Lo ha visto en sus propios padres que solo ahora, ya jubilados, se pueden permitir irse de viaje. “Hasta ahora no han aprovechado. Ahora es cuando se suelen ir una semana a Benidorm, por ejemplo, y sobre todo porque les obligamos”, sonríe.