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Varones adolescentes en exclusión social

El perfil de los jóvenes que componen las bandas juveniles es que actúan en Bizkaia, según la Ertzaintza

Varones adolescentes en exclusión social

Menores de edad, de entre 14 y 17 años, de género masculino y origen migrante, aunque un porcentaje en absoluto desdeñable –el 45%nacieron en la CAV. Este es el perfil de los componentes de las bandas que perpetraron en 2022 hasta 194 delitos en Euskadi, el 80% de ellos en suelo vizcaino.

Son muchos (y diversos) los factores que contribuyen a que estos jóvenes terminen siendo incautados por estos grupúsculos de carácter criminal. Ramón Bañuelos, Jefe de Investigación Criminal de la Ertzaintza, citó algunos recientemente en una entrevista para Radio Euskadi: “Provienen de familias desestructuradas o, directamente, no tienen familias, razón por la que muchos viven en centros de acogida”. En consecuencia, se introducen en este tipo de estructuras para escapar de la vulnerabilidad que pueden generar estas situaciones y para garantizar su seguridad”.

Así, su contexto se caracteriza, en no pocas ocasiones, por la indefensión y por la falta de referentes adultos que ejerzan como guía. La trabajadora social y periodista Carmen Almenay Panadero conoce bien la realidad de estos adolescentes. En un artículo publicado en 2018, declaró que, además de estar “en un entorno social adverso”, sufren “una situación de discriminación múltiple (por etnia, clase social, desventajas educativas, económicas y sociales, problemas sociofamiliares, pobreza, exclusión, etc.)”, dice. El hecho de percibir su entorno como un lugar potencialmente hostil provoca, en algunos casos, que actúen de manera violenta y devuelvan esa hostilidad percibida alterando el paisaje urbano.

La educación, clave

En ese mismo texto, Almenay Panadero defiende el papel de la educación como la llave que abre la puerta a la reinserción social de estos jóvenes: “Una vez integrados en las bandas, la intervención ha de ser integral: evaluación psicosocial, atención psicológica individual y grupal, intervención con la familia, inserción sociolaboral y fomento de hábitos de vida saludables”. Eso sí, reconoce que éste no es un proceso en absoluto sencillo. Los pandilleros en proceso de reinserción suelen abandonar los programas de ayuda para regresar a las bandas, porque los lazos afectivos que les unen a ellas acostumbran a ser fuertes. Y, además, no son pocos los que sienten auténtico pavor a las represalias que pueden tomar sus antiguos compañeros si deciden dibujar su futuro en un papel que no sea el que les ha sido asignado a una edad muy temprana.

¿y las mujeres?

Por otro lado, la última edición del informe “Bandas Juveniles Violentas”, elaborado por la Ertzaintza en 2022, señala que la participación de las mujeres en este tipo de grupos es prácticamente residual. “No suelen formar parte de las bandas juveniles y, cuando lo hacen, tienen un papel secundario”, describe el texto. En el transcurrir de los años –el muestreo lleva realizándose desde 2016– “la incidencia porcentual de las mujeres en las actividades delictivas” de estas organizaciones ha sido testimonial, aunque en 2022 aumentó levemente.

En cualquier caso, la mayoría de los estudios que se han realizado en torno a esta cuestión apuntan hacia una misma dirección: las bandas juveniles son estructuras altamente masculinizadas y prima en ellas una visión machista del mundo. Esto no significa que el papel que ejercen sea menos importante, sólo está menos reconocido en el seno de la banda en la que actúan. Y es que puede que no sean las que se enzarcen en peleas en las calles, pero ejercen de informantes. Eso sí, sufren agresiones sexuales por parte de los hombres de la organización. Su vulnerabilidad es mayor.