Nieves Villamediana asumió a principios de junio su cargo como presidenta de la Asociación de Floristas de Bizkaia tras llevar más de 40 años dentro del sector de la floristería. En la década de los 80 decidió abrir Avi Flor, una de las floristerías más grandes de Bizkaia en la actualidad, y desde entonces no ha dejado de formarse y aprender del transcurso de los años.

De cara a distintas ceremonias, como bodas, bautizos, o entierros, ¿se siguen comprando flores con tanta frecuencia como antes?

Se siguen vendiendo, pero la pandemia ha hecho estragos como en cualquier tipo de comercio. Hace poco que la actividad ha vuelto a ponerse en marcha con naturalidad. Se siguen vendiendo las flores naturales, por supuesto, aunque también está ganando terreno el preservado. Algunas ceremonias requieren siempre flores naturales. En los funerales, por ejemplo, la flor ha de ser siempre natural. Para las bodas, sin embargo, sí que están comenzando a tener cabida otros estilos.

¿Cuál es la diferencia entre preservado y flor natural?

El preservado en algún momento fue una flor natural. Posee unos tratamientos químicos y se le aplica una coloración para que logre perdurar en el tiempo. En las bodas, con los ramos de novia, se aplica con bastante asiduidad. Antiguamente se prefería secar los ramos, pero ahora, gracias a esta técnica, se pueden conservar para el futuro. Duran muchísimo tiempo. Otra gran diferencia es el precio. Son más caros debido al trabajo y tratamiento que requieren las flores preservadas. No es que sufra una gran demanda, pero cada día es más habitual que se soliciten este tipo de servicios.

El mercado de la floristería no ha sido diferente al resto de sectores de cara a la pandemia, entonces.

El mercado se paró para nosotros, para la hostelería y para la gran mayoría de sectores. En el caso de la floristería, el rasgo diferencial se encuentra en la pandemia y las celebraciones. Las bodas tenían que ser prácticamente en petit comité e incluso muchas de ellas se anularon, y las que no directamente se pospusieron o se modificaron el número de invitados y se celebraron ceremonias más privadas. Varió mucho. Por suerte, nos hemos ido recuperando. Las bodas ya no son tan masivas como lo eran antes de la pandemia, pero se siguen celebrando infinidad de ellas. A la gente le costará retomar el ritmo y los mecanismos que se seguían antes con las ceremonias.

¿En qué situación se encuentra el Estado español respecto a la aportación al mercado floral?

En nuestro país la flor suele venir desde Chipiona, del sur. En Galicia también existe un gran abanico de producción floral, pero todo depende mucho de la temporada, del clima. El problema que presenta el mercado floral es que dependemos, en gran parte, de los contrastes entre frío y calor, las épocas del año, las temperaturas… En la zona de Levante (Murcia, Tarragona, etc.) se encuentran viveros con muy buen producto. Flores como la gerbera o el gladiolo se cultivan maravillosamente en estas comarcas. En otras localidades como Cádiz la producción de la flor es más estable, ya que el clima también lo es a lo largo del año. Los productores en ocasiones se ven obligados a comprar a otros productores por factores como los que comento, pero la labor del florista es comprar flores de primera mano para garantizar la mejor calidad y que el producto llegue bien a su destino.

¿Cuáles son los principales desafíos que uno debe afrontar dentro del mercado de la floristería?

En primer lugar, tener conocimiento de lo que es un comercio, al igual que se debe conocer el sector. Es necesario tener una formación previa que te permita descubrirlo y asimismo adquirir conocimientos de lo que ya sería el tratamiento floral. Del mismo modo, es importante conocer la zona en la que deseas instalarte, los clientes, la competencia… En cada zona hay diferencias relevantes, las cuales hay que observar: los vecinos, qué suelen comprar, qué es lo que piden... Son varios detalles.