“¿Quién va a por el pan?”. “¡Los pinchos ya están en la nevera!”. Era una mañana, la de ayer, de ajetreo en la parroquia San Martín de Tours, en Algorta. Había que preparar todo para la comida del fin de Ramadán, el Eid Al-Fitr. Una celebración organizada desde San Nikolas Zabalik, que trabaja con el colectivo migrante para favorecer su integración. Ayoub Mazar, una pieza clave en el día a día de la asociación, también lo era ayer coordinando todo. Pero allí todos ayudaban: Haitam, David, Aintzane, Ainhoa, Rosa, Nagore…

Esta entidad getxotarra, que aglutina la labor social y solidaria de la parroquia San Nicolás de Bari, atesora dos proyectos fundamentales: la acogida residencial y el aprendizaje del castellano. Haitam Aaboud es uno de los cinco chicos que en la actualidad vive en la casa parroquial con el cura Javier Garai. Además, en la planta de arriba de ese edificio se encuentra alojada otra decena de jóvenes. La historia de Haitam se escribe, como la de tantos, pasada por agua, con deseos de esperanza infinitos y con esfuerzo desmedido. “Yo soy de Tetuán, del norte de Marruecos. Llevo casi cuatro años aquí; llegué con una lancha desde Ceuta y fui primero a Madrid, donde estuve trabajando, luego vine a Bilbao y después, a Getxo”, rebobina. “Ahora estoy de prácticas. Estudié la ESO en 2020 y después, un grado medio de soldadura y calderería”, explica con una sonrisa optimista. “Yo me siento bien aquí; lo importante es ser buena persona”, asegura.

Tal y como señala David Alday, educador y responsable de proyectos comunitarios de San Nikolas Zabalik, “los chicos que entran en la casa parroquial lo hacen en correlación con el Ayuntamiento de Getxo; no es algo caprichoso nuestro y se sigue un proceso”. Más elasticidad presentan las clases de castellano. Hoy en día, acuden cerca de 50 jóvenes –no todos árabes–; muchos de ellos viven en la calle. Pero San Nikolas Zabalik, con unos 100 voluntarios, impulsa más iniciativas y tiende aún más la mano a los magrebíes en diversos ámbitos. “Hacemos acompañamientos para, por ejemplo, ayudarles con la tarjeta sanitaria, a inscribirse en Lanbide, con los trámites de emergencia social… No es hacerles las cosas; es acompañarles”, subraya David. Y es que la filosofía de esta asociación es que “ellos desarrollen autonomía”.

Un cómplice único para todo ello es Ayoub Mazar. “Es nuestro mejor vínculo con los chicos”, reconoce el responsable de proyectos comunitarios. Ayoub lleva desde el pasado mes de enero en San Nikolas Zabalik. “Yo soy de Marruecos y eso me ayuda a conectar con los chavales. Yo he estado en su misma situación antes, entiendo más sus sentimientos y saber su idioma ayuda. También me ayuda lo que he estudiado, porque en Marruecos estudié para ser coach profesional, tengo conocimientos para motivarles; y aquí me he formado como monitor de tiempo libre. Ahora quiero estudiar para ser integrador social”, comenta. Este joven residente en Barakaldo aporta una reflexión que pone contra las cuerdas al racismo. “No puedes juzgar antes de conocer; los jóvenes necesitan apoyo, muchos no tienen familias para decirles qué es bueno o qué es malo… Tenemos que entenderles un poco: no es lo mismo una persona que está viviendo en la calle que una que está en una casa a la que vas a enseñar una manera de actuar muy diferente. Siempre hay que pensar por qué esa persona está aquí o por qué está haciendo algo. Nosotros y otras asociaciones enseñamos el camino que es correcto. Siempre hay que preguntar antes de juzgar”. Y, precisamente, para brindar esas opciones para interactuar, en ambos sentidos, San Nikolas Zabalik promueve acciones comunitarias. Por ejemplo, el 18 de mayo habrá un pintxo-pote intercultural en el Pipper’s y en el Etxetxu Berria y en junio, un torneo de fútbol.