Marie Curie, Rosalind Franklin y otras muchísimas mujeres invisibilizadas caminaron para que Adelia Menéndez, Ainhoa San Miguel, Jone Torre, Nadia Osegi y Sheila Maíz puedan correr. Estas cinco balmasedanas compartieron sus experiencias y abordaron las aplicaciones y retos de futuro en un coloquio que el Ayuntamiento enmarca en la conmemoración hoy del Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia.

La charla y otras actividades desarrolladas durante la última semana “reivindican y reconocen el papel femenino en la comunidad científica y tecnológica”, destacó el concejal de Cultura, Ander Rivero. Las mujeres representan más de la mitad de las matrículas universitarias, pero “la distribución es desigual”; mayoritaria, por ejemplo, en Educación y de “aproximadamente un 13% en Informática”.

Con una carrera científica de tres décadas, Adelia Menéndez recuerda que en su etapa estudiantil “no era la única, pero tampoco estábamos muchas”. Licenciada en Ciencias Físicas con especialidad en Electrónica y Automática, trabaja “en un centro de investigación de mi propia empresa”. Definió la ciencia como “conocimiento” y la tecnología el reflejo de éste “en nuestra propia vida”. “La energía nuclear de fusión, basada en el hidrógeno y que no genera residuos ni daña el medio ambiente, la inteligencia artificial, que ahora nos supera en cuanto a capacidad de manejar el big data, el conocimiento del universo y la computación cuántica” ampliarán los horizontes en los próximos años.

Además, “existen desarrollos paralelos para perfeccionar tecnología y esos estudios arrojan resultados que pueden ser increíbles”. Un caso paradigmático: “Internet, nacido en los años sesenta de un proyecto militar en Estados Unidos” que evidencia que “a veces lo más interesante no es la meta, sino el trayecto”.

Sheila Maíz, quien cursó un doctorado en Química, investiga nuevos materiales elaborados a partir de plásticos naturales para su uso en biomedicina. “Nunca vamos a conseguir un corazón artificial, pero sí imitar a la naturaleza en la medida de lo posible e intentar que las células se encuentran cómodas como para regenerar su tejido”, expuso.

Jone Torre se licenció en junio en Fisioterapia con Especialización en Actividad Física y Deporte. Forma parte de un equipo de investigación de la Universidad del País Vasco que “promueve el envejecimiento activo y el bienestar de las personas” y trabaja en una residencia. “El número de mayores va en aumento y se trata de que tengan calidad de vida”, para lo cual recomendó “actividad física”.

Nadia Osegi es graduada en Genética. Trabajó en Biocruces y actualmente realiza un máster en Microbiología. Puso sobre la mesa hasta qué punto los avances científicos podrían prolongar la vida humana. “No estamos programados para vivir tanto tiempo”, significaría hacerlo con más enfermedades. A mayor edad, “a las células madre les da tiempo a mutar más” y surgen el cáncer o el Alzheimer.

Ainhoa San Miguel es bióloga con especialidad en Ingeniería Biomédica y terapia celular. Vaticinó que “conseguiremos imprimir de manera personalizada en tres dimensiones y posiblemente predecir cómo funcionará un implante.

Las cinco coincidieron en reivindicar el esfuerzo de la comunidad científica durante la crisis del coronavirus por “cooperar”, indicó Ainhoa, así como la inversión para producir vacunas “con un resultado mucho más positivo que negativo”, señaló Sheila. Apuntaron el foco también al exceso de “mala información”, apostilló Adelia, en el afán por generar contenidos.

En la animada conversación que fluyó, tocaron las posibles repercusiones de la inteligencia artificial. “Se están planteando otras formas de evaluar”, dijo Adelia, para discernir si han firmado los trabajos los estudiantes o una máquina. En este último supuesto, faltaría el alma que todas ellas ponen en elevar la ciencia a cotas aún más altas.