EL día de la festividad de la Virgen del Carmen es único”. La frase de Alfonso sin alardes, sin filigranas, recoge de forma certera todo el espíritu que envuelve a esta jornada en Plentzia. Es así de real: no es un día cualquiera, es uno de esos en los que la emoción se apodera de la villa porque su sentimiento marinero sale a relucir con más fuerza. La procesión marítima, de gran belleza, volvió a encumbrar ayer los ánimos, entre el enorme calor, tras estar atracada sin poder salir en 2020 y 2021. La Virgen surcó los mares y la ría de Plentzia a bordo del Under water wine y 40 embarcaciones conformaron su fiel séquito; mientras, en tierra, los ojos expectantes de gran cantidad de vecinos y visitantes disfrutaban, en efecto, de su fiesta única.

El Carmen, por lo tanto, hizo que Plentzia se reencontrara con su pasado, forjado con astilleros, pesca de ballena y comercio marítimo. La genética marinera está tatuada y es imborrable, además, es permanente en el escudo de la localidad, que muestra, sobre ondas de agua, una nao, nave de alto bordo, con castillos a proa y a popa. Ayer, la villa se volcó una vez más con su homenaje a la patrona de todas las gentes de la mar y la travesía dejó imágenes, como acostumbra, espectaculares. Y eso que hacía calor, sofocante, costaba moverse y hasta respirar, pero Plentzia se rindió a su Virgen, quería estar a su lado, quería verla después de tanto tiempo y, sobre todo, quería sentirla. Grandes, pequeños, familias, aitites, jóvenes, grupos de amigas... La inmensa mayoría, ataviados de arrantzal. “Siempre la he visto con mis padres y ahora lo hago con las amigas”, comentó Naiara. Ahí queda demostrado el poder de esta tradición.

Hacía las 18.00 horas, algo antes de los previsto, comenzó este recorrido por las aguas de Uribe Kosta después de un paseo por suelo firme desde la iglesia, junto a txistularis, clero y corporación municipal. Así se empezaron a calentar los motores de la liturgia. Es una tradición imborrable, inquebrantable. Sus ingredientes no caducan. Las autoridades de Plentzia y Gorliz, de blanco y azul, como no podía ser de otra manera, formaron la comitiva principal, en la embarcación presidida por la Virgen, que desde el puente puso rumbo hasta mar adentro para brindar emoción a cada paso. El agua estaba más que salpicada por las 40 embarcaciones que, con patrón y acompañantes, ansiaban vivir esta celebración desde dentro, desde el corazón del mar. Por eso, desde el Ayuntamiento casi dos semanas antes de este 16 de julio marcado en rojo abre el periodo de inscripción para que los interesados en participar se apunten y pueda estar todo organizado y controlado. Los que siempre están protegiendo a la patrona de los pescadores y marineros en una jornada así son las traineras de Arkote y las piraguas del club de Plentzia. Ellas arropan a la Virgen y abren camino.

Instantes especiales

El puerto es el lugar más significativo por el que discurre la procesión. Allí, el fervor se multiplica. También es simbólica la llegada de la travesía al hospital de Gorliz, en ese momento, se saluda a los que están allí ingresados con pañuelos blancos. Y, por supuesto, la ofrenda floral en recuerdo a los que no regresaron de la mar, adquiere dimensiones muy emotivas en esta travesía. Todo ello se volvió a repetir ayer tras dos años sin poder sentir este día así. Fue una jornada que, sin embargo, levó anclas ya a las 11.00 horas, con la diana y el pasacalles. A las 12.00 tuvo lugar otro de los instantes predilectos: la misa. Después, a las 13.00 horas, una txaranga animó el puerto para ponerle ritmo a una fiesta que se llenó de argumentos de celebración. Es más, cuando finalizó la procesión marítima, continuaron los actos: exhibición de danzas de la mano del grupo Itxas Eder, de Plentzia, kantujira por los bares... Y hoy, sigue la marcha.