¿Es un cerdo la figura que corona el retablo de la iglesia de Santecilla? Juan Prieto Haedo podría haber hecho gala de un peculiar sentido del humor en el templo que él mismo financió en su Karrantza natal para demostrar la elevada posición de la familia. Al partir “inicialmente de los abastos en régimen de monopolio al Ayuntamiento de Madrid con protagonismo para la carne aceite, pescado... y diversificando” sus inversiones labró un patrimonio “descomunal” que le convirtió en una de las personas más acaudaladas en la España del siglo XVIII, cuenta Francisco Andújar, catedrático de Historia Moderna de la Universidad de Almería, que ha escrito un libro sobre él e impartido una charla telemática en la kultur etxea del valle para dar a conocer a una figura de la que no hay excesivos datos pese a su relevancia. Y es que “se movía con testaferros”.Andújar sabía que Juan Prieto Haedo -el apellido aparece así escrito- “había adquirido un puesto de Contador Mayor del Consejo de Órdenes en 1702 y había pagado una fortuna y desconocía el motivo subyacente”. Un inventario de bienes de 4.000 páginas fechado en 1715, año de su muerte, “me dio la pista para empezar una investigación” e intentar reconstruir cómo alcanzó la cima porque “no conozco a nadie que amasara semejante capital”. Diez años de “lentos” avances le han costado dar forma al libro “buscando los notarios en los que había firmado escrituras y con infinita paciencia desenmarañar el puzzle”. Utilizó “una base de datos relacional, hay un proceso técnico muy complejo que refleja cómo se articulaban las estructuras de poder de la época”.
Juan Prieto Haedo abandonó Karrantza para establecerse en Madrid con la inmensa suerte de que “otro carranzano, Juan de Monasterio, se ocupaba del abasto de determinados productos a la Casa Real y la ciudad en régimen de monopolio”. Con él, aprendió el negocio jugando una importante carta a su favor: “sabía leer, contar y escribir”. Cuando Juan de Monasterio regresó a Enkarterri depositó su confianza y sus empresas en manos de su tocayo, quien los “multiplicó de forma exponencial”. Dotado de una “gran astucia”, apostó por diversificar en “arrendamiento de rentas, una especie de deuda que emitía el Ayuntamiento o préstamos hipotecarios y siempre mantenía dinero en circulación”. Además, al acceder a un cargo público “desde ahí, como sucede a menudo ayer y hoy, aprovechó la coyuntura para realizar negocios privados”.
“Los testaferros han permitido que nadie lo conociese, muchos de ellos paisanos carranzanos” con los que tejió “redes de fidelidad con múltiples estrategias que denotan la sagacidad de un banquero del siglo XIX”.
Su apoyo al archiduque Carlos de Austria durante la Guerra de Sucesión le pasó factura “y fue perseguido políticamente, pero con una riqueza tal, todo lo apagó con dinero”. Incluso fue investido Caballero de Santiago. A las críticas en poesías populares a quienes “tiranizaban a la población con los precios abusivos de los suministros básicos en régimen de monopolio” se debe el título de El Atila de Madrid, adjudicado, entre otros a quien solo regresó una vez a Karrantza, de donde había salido prácticamente sin nada, para visitar a su madre enferma.
“Nadie amasó semejante capital, tenía la sagacidad de un banquero de al menos el siglo XIX”
“Abastecía Madrid en monopolio ?y diversificó? los negocios”
Catedrático de Historia Moderna