“Ante la hermosa efigie, el público ha experimentado emoción inefable, la honda emoción de la grandeza bien sentida y soberanamente expresada”. El periódico ABC narraba con estas palabras en su edición matutina del 8 de abril de 1922 las sensaciones de quienes pudieron contemplar en Madrid el Ecce Homo antes de su partida a Balmaseda. Obra de Lorenzo Collaut Valera (1876-1932), “creador de otras obras tan interesantes y cercanas como el Sagrado Corazón de Jesús, en Bilbao, ganó en su momento el Primer Premio Nacional de Escultura en España”, contó Pedro Velarde, uno de los vecinos que lo carga habitualmente. Antes de que vuelva a recorrer el casco histórico en la procesión de las 19.00 horas, la Asociación del Vía Crucis Viviente y los vecinos que lo han acompañado a lo largo de los años se reunieron alrededor de la escultura.

“Se realizó en madera con un realismo fuera de lo corriente” por encargo del balmasedano José Zulaika Taramona, quien “después de las procesiones conservó la figura en su casa hasta su fallecimiento”. Posteriormente, el Ecce Homo fue transportado al convento de Santa Clara, “cedido al pueblo con la condición de que siguiera en nuestra procesión”. Actualmente se puede contemplar en el museo de la Pasión Viviente, que abrió sus puertas en 2009 en la antigua iglesia del convento. Aunque hasta el 24 de abril forma parte de una exposición fotográfica en el palacio Horkasitas junto con el paso de la Virgen Dolorosa y la representación de un penitente con la cruz a cuestas.

1,86 metros y 97 kilos

“Es digno de ver, con sus 1,86 metros de altura y un rostro en el que podemos apreciar todo el sufrimiento y dolor que padeció Jesús, desde su prendimiento hasta su muerte. Pero, a la vez, refleja recogimiento y piedad”, describió. Tan solo la figura pesa 97 kilos, a los que se suman “los 224 del anda”, la estructura sobre la que reposa. El Ecce Homo “no cuenta con una cofradía como tal, sino que existen cuadrillas que se hacen cargo de llevar el paso durante años hasta que se van renovando”, señala Pedro Salinas, presidente de la Asociación del Vía Crucis Viviente, quien propuso a los vecinos que han cargado al Ecce Homo acompañarlo en la procesión de esta tarde.

El más veterano de quienes participaron en el homenaje, Ignacio Zorrilla, lo cogió por primera vez en 1958, a los 18 años. Fue por medio de “unas primas de mi abuela, que servían a los Zulaika”, relató Karmele Altamira. La familia custodiaba el paso en una capilla en su casa y de vez en cuando oficiaban misas. Si fallaba gente para llevarlo, “mi abuelo, Ángel Ibarra Sagazola, iba buscando por los talleres de muebles”. “En mi época lo levantábamos entre seis personas”, recordó Ignacio, añadiendo que antiguamente los pasos salían también el Viernes Santo por la mañana. En 2018 una mujer integró el cortejo por primera vez y esta tarde habrá otra, adelantaron desde la Asociación del Vía Crucis.