Esto no es tan antiguo. Por joven, es casi nuevo. Actualmente somos muchísimos miles de vascos los que coronamos alguna de las montañas de nuestra geografía, tanto el 31 de diciembre, San Silvestreando, como el 1 de enero, empachados de burbujas e ilusión.

Ofrecen un saludo ritual al año que termina los que ascienden en día 31, último día del calendario cristiano, y otro al venidero, al que ha entrado escasas horas antes de que hayamos coronado cualquier cumbre. Dicen algunos etnógrafos que la petición más común en estas rogativas particulares e individuales es que el año sea próspero, que así sea... que sea año de paz...

La referencia más antigua que conozco sobre utilizar esta práctica montañera para despedir o saludar al año data de hace 91 inviernos. En 1930 los donostiarras lo hacen en el Adarra y en 1953 se cita cómo los vitorianos ascienden al monte Zaldiaran.

La práctica del montañismo como deporte comienza su vida pareada con la constitución de la Federación Vasco Navarra de Alpinismo, año 1924, aunque anterior a esta fecha ya se habían realizado excursiones. La primera que subió a Gorbeia data de 1874, todavía le faltaba a Gorbeiagana 27 años para que instalaran su primera cruz, la cruz de Gorbeia (inaugurada el 12 de noviembre de 1901).

Así que los de Bilbao ascienden a Pagasarri y algunos después a Ganekogorta, distantes media hora. Los donostiarras suben a Adarra, los gasteiztarras a Zaldiaran, que porta otra altiva cruz, desde la vieja Iruña coronan el pico y fuerte de San Cristóbal, en los pueblos de Sakana hacen cumbre en Beriain, San Donato (y San Cayetano) debido a la advocación de la antiquísima y preciosa ermita que se sitúa en la cumbre aplanada de este vigía navarro que asemeja a un tepuy venezolano amazónico.

A la cruz de Gorbeia llegan de todas partes, pero predominan los vecinos de los valles anexos. Desde Estella/Lizarra suben a Zirauki; desde Tolosa a Uzturre; desde Azpeitia y Azkoitia a Ernio; otros muchos guipuzcoanos reciben el año en Aitzkorri, serpenteando la maravillosa campa de Urbia.

Una vez coronado el objetivo, suele ser usual descorchar una botella de cava, compartir turrón, amenizar la llegada de otros montañeros con villancicos y hasta tirar cohetes y petardos de feria.

Recojo un dato del periodista José Vivanco, que cita cómo 2000 montañeros hacen cumbre en el Adarra (Gipuzkoa) en 2001. Mi cálculo sobre los que llegan a la cruz de Gorbeia es que son más de 3000, tanto el día 31 de diciembre, como el 1 de enero.

No obstante, creo que la moda de ascender estos dos días a tan significativas cumbres está ligada a la llegada de la democracia en el Estado español, años antes de que terminara el régimen fascista de Franco, ya subían algunos vascos a sus cumbres a ondear las ikurriñas al viento, algo que pagabas con cárcel si eras descubierto. Y no hablo de épocas lejanas, no, hasta 1975 estuvo vigente esta práctica.

Pero permitidme una matización que no se suele contar. En origen se subía siempre y solo el día 1 de enero, es lo de recibir el año, pero desde hace 20 años, debido a los convenios colectivos de empresas que dan festivo el día 31 para cerrar el calendario de trabajo anual, sube el último día del año muchísima gente, más incluso que los que salen el día 1.

La tradición como tal es moderna, tiene 30 años. Algunos lugares con mayor antigüedad, muy pocos. Con la muerte del dictador se acrecienta el ansia de libertad y aflora con más contundencia en la población. Los montañeros siempre hemos estado con el susurro del viento, con la libertad.

Sin duda que la magia de la noche de San Silvestre ayuda a que este rito sea especial y cada año sean más los que se animen a recibir o despedir el año calzándose las botas y haciendo una cumbre. Cuentan que antiguamente se saludaba al año nuevo, lo que hoy día denominamos las campanadas, cogiendo agua de fuentes y manantiales en cada pueblo, era purificador. Todavía en el municipio de Urdiain, Navarra, lo hacen. Es una carrera de mozos con la primera agua recogida del caño de la fuente pública en Año Nuevo, a las 00:01 horas, teniendo que llevarla hasta la casa del cura, sin derramar gota alguna. El que primero llega se lleva una suculenta tarta.

Para terminar, y honrando el trabajo de los gernikarras, debo citar otra preciosa manera de acabar el año, con las Marijesiak. Nueve noches anteriores a la de San Silvestre salen a las cuatro de la mañana un nutrido grupo de vecinos que recorren las frías calles de la villa foral cantando coplas navideñas, en euskera, que relatan episodios de la historia sagrada, esto lo repiten por segunda vez a las 8.00 horas de cada día.

Cuentan que antiguamente se saludaba al año nuevo, lo que hoy día denominamos las campanadas, cogiendo agua de fuentes y manantiales en cada pueblo, era purificador