A epidemia y sus derivaciones en un estado de alarma y limitación de movimientos y actividades generan consecuencias inesperadas y desagradables. Como la que han vivido este fin de semana varias decenas de pasajeros de un vuelo entre Bilbao y Gran Canaria, que se encontraron en el aeropuerto de Loiu sin comida y sin atención por parte de la aerolínea. Tirados en Loiu, sin explicaciones y sin poder llevarse nada a la boca. Así se sentían todos los pasajeros del vuelo de Vueling a Gran Canaria programado inicialmente para el sábado por la tarde y que, tras ser anulado, fueron ubicados en uno que debía haber salido ayer poco antes de las 21.00 horas y que también se retrasó hasta cerca de la medianoche.

Una historia rocambolesca fue la que han vivido medio centenar de personas. "Nos hemos sentido pisoteadas, abandonadas. No es normal que, con la que está cayendo tengan tan poca empatía con nosotros. Se lavan las manos y miran para otro lado como que la historia no va con ellos", dijo Sonia Melían, estudiante de Medicina.

A los sucesivos retrasos acumulados se sumó que todas las personas, entre las que había mayores y familias con niños, estuvieron ayer a lo largo de más de doce horas sin alimentos y posibilidad de comprar comida ni bebida. "Nos encontramos con que las cafeterías del aeropuerto estaban cerradas y las máquinas de vending desabastecidas", relatan. Sonia Melían, pasajera del vuelo, llevaba dos días intentando regresar a casa cuando tuvo que vivir este involuntario ayuno, agravado por el desinterés de la compañía aérea por el bienestar de sus clientes y la mala atención recibida.

Todo empezó el sábado. "Estábamos para embarcar, con el carné en la mano cuando nos dicen por megafonía que el vuelo ya no sale, sin explicaciones, ni nada", dice Sonia. A partir de ahí empieza la odisea para encontrar un nuevo vuelo para viajar a Gran Canaria: "Me ofrecen pasar una noche en Bilbao (hotel y comida) y al día siguiente coger otro vuelo para Barcelona, también con alojamiento y comida. La propuesta la rechazo porque me parece vergonzoso. Al final me dicen que me meten al día siguiente en un vuelo directo, pero que tengo que pasar una noche en Bilbao", relata. Todo parecía ir según lo previsto hasta que ayer, en el desayuno, los responsables del hotel les comunican que tienen que abandonar las instalaciones y que tienen que ir al aeropuerto porque su vuelo se adelanta. "Nos dicen que el vuelo sale a las 20.35 horas y nos invitan a marcharnos". Con las medidas de prevención impuestas no les queda más remedio que ir a Loiu. "No podíamos estar en la calle", apunta.

Recluidos en la terminal, de la que se prohibía salir por la restricción de movimientos decretada por el Gobierno español, todos estos pasajeros vieron pasar las horas sin que nadie les atendiera ni se preocupara por sus necesidades. Cuando comprobaron que no les iban a proporcionar alimentos y que toda la restauración del aeropuerto estaba cerrada reclamaron ayuda, pero no consiguieron nada. "Nos dijeron que pidiésemos unos tique para poder comer en el avión, pero la persona encargada de atender a los pasajeros, nos dijo de muy malas formas que no nos daba nada".

Incluso los familiares de los pasajeros, al conocer la situación que estaban viviendo éstos en la terminal, se movilizaron para denunciar que "muchas personas llevaban todo el día sin comer y la aerolínea argumentaba que no era su problema". También destacaban que al estar hacinados en la zona de espera corrían un riesgo innecesario de contagio. "Estamos sentados sin poder hacer nada y sin saber qué va a pasar finalmente con nosotros. Sabemos que es una situación excepcional, pero nosotros no tenemos la culpa, solo pedimos un poco de respeto y de empatía. No se nos ha podido tratar peor", confesó Melían. A una mujer embarazada que viajaba con una niña de dos años, después de pedir insistentemente algo de comer para su hija le dieron unos potitos de la parafarmacia. A los demás, nada. "Solo agua, nada más". Según Sonia, todos los pasajeros cumplimentaron ayer las correspondientes reclamaciones, pero ni esto ni sus insistentes demandas en el mostrador de Vueling, o la llamada a la Ertzaintza, sirvieron para que les facilitaran alimentos. Una comida que estaban dispuestos a pagar, pero que ayer en Loiu, era imposible adquirir.