SESTAO. Cada libro posee un pedacito de cultura que para muchas personas, por respeto, no puede acabar apilado en un contenedor de papel. Hay libros que, por la cuestión que fuere, pueden perder su utilidad, pero pueden tener otras utilidades. Hace dos años, Marta Gartzia, una jarrillera residente en Sestao halló la forma de que esas publicaciones no acabasen en la basura. Les dio una segunda oportunidad. Y es que, un buen día, Marta vio cómo las hojas de los libros pueden convertirse por sí mismas en auténticas obras de arte. De esta manera, con las tapas y algunas páginas de las publicaciones como soporte, Marta crea castillos, animales e, incluso, doblando partes de las páginas de cada tomo crea mensajes que se pueden leer en el lateral de los libros. “Siempre me ha gustado el mundo del arte y la creación y hace dos años empecé a realizar este tipo de creaciones”, asegura esta mujer que, poco a poco, ha ido aprendiendo, mejorando su técnica de forma autodidacta. “Se puede decir que Mister Google ha sido mi maestro, mi fuente de aprendizaje”, señala Marta quien, desde muy pequeña, se sintió atraida por el mundo del arte y de la literatura y que ha fusionado de alguna manera sus dos pasiones.

Lo que empezó como una forma de dar rienda suelta a su creatividad y de ocupar algunas noches de insomnio se ha convertido en toda una expresión artística en la que no para de avanzar tal y como se ve en su propia casa. En ella, esculturas de papel como eguzkilores, un globo aerostático, árboles y otras creaciones, algunas de ellas con luz, lucen en el salón y la entrada. Esas son tan solo algunas de las creeaciones que ha elaborado en el último bienio, otras descansan en casas de vecinas, amigas, familiares... Y es que, Marta siempre ha tendido a compartir su hobby. “Yo disfruto mucho realizando estas obras, si una vez hechas pueden hacer disfrutar a alguien... Qué más puedo pedir”, asegura esta mujer que, entre otros trabajos, es contable y anima dora sociocultural. En este tiempo, Marta ha llegado a exponer sus obras en una imprenta de Bilbao, en la Escuela de Música de Sestao y en la Torre Salazar de Portugalete. “Exponer tus obras es un auténtico subidón, pero también una responsabilidad”, asegura. Esta mujer quiere experimentar próximamente ese subidón de ver sus trabajos expuestos y, por ello, está trabajando para que pronto sus obras puedan estar en algún espacio cultural.

EL BOCETO, EN LA CABEZA

Para Marta, el boceto más importante de sus obras está en su propia mente. Es allí donde se marcan sus limitaciones a la hora de confeccionar una obra o no. “Si le doy vueltas a como hacer algo y no me cuadra en la cabeza, abandono la obra”, indica esta mujer, que también da clases extraescolares en el colegio La Salle. Allí enseña a los más txikis que no hay límites y que el talento y las ganas de expresarse brotan tarde o temprano. “Cuando te gusta algo, al final, acaba saliendo, lo acabas haciendo en algún momento de tu vida”, señala Marta. Al terminar cada una de sus obras se repite la misma sensación: sorpresa. “Me sorprendo de todas las obras que llevo a cabo porque jamás pensé que pudiera hacer algo así”, se sincera esta mujer que hace una década comenzó a expresarse artísticamente pintando en acuarela.

Ahora, tiene un nuevo proyecto en mente que le lleva al lugar más duro y frágil de Brasil: las favelas. Por las penurias económicas que allí se viven y duro por la capacidad de resistencia de esos poblados. Duro y frágil como el propio papel al que, con su arte, Marta da una segunda oportunidad.