Bilbao - El 13 de febrero de 2018, una gigantesca lengua de tierra y barro de 600 metros de longitud por 100 de ancho arrasó la carretera comarcal BI-3102 que une Fika y Larrabe-tzu, enterrando un vehículo que circulaba por la zona y del que, afortunadamente, salieron ilesos sus tres ocupantes. La rotura del terreno se produjo 300 metros por encima de la carretera, que tardó cinco meses en volver a ser abierta al tráfico. Controlados todos los taludes de la red viaria, la Diputación comenzará este año a vigilar también las laderas que, aunque no forman parte directamente de las carreteras, pueden sufrir deslizamientos que terminen afectando al tráfico. Ya está realizado un inventario con 35 laderas que tienen riesgo de sufrir un alud; ahora se examinarán de forma exhaustiva una por una y, a partir del próximo verano, serán controladas vía satélite para comprobar si presentan movimientos.

El departamento de Infraestructuras y Desarrollo Territorial quiere conocer qué laderas pueden afectar a las carreteras forales que discurren por el territorio, con el objetivo de diseñar medidas que disminuyan el riesgo de que se produzcan esos perjuicios. Se trata de realizar una labor preventiva, destinada a evitar que estos incidentes ocurran mediante la aplicación de medidas correctoras.

Es la primera vez que la Diputación aborda estas áreas, que están fuera de las zonas de protección o afección de las propias vías y que llegan a una distancia de entre treinta y cien metros de ellas. “Las laderas que se pueden deslizar y afectar a nuestras carreteras tienen una dimensión mayor”, explica Felipe Cobo, jefe del Servicio de Conservación. “Vamos a trabajar en zonas que están fuera del área de afección de la red foral pero que pueden afectarla directamente y, por lo tanto, nos interesa conocerlas. No son como los taludes o terraplenes, que son elementos directamente relacionados con la carretera y actuamos en ellas porque somos competentes y responsables directos”. Y entonces, ¿por qué? “Tenemos perfectamente estudiados y controlados nuestros taludes, pero hay una posibilidad de que las carreteras se vean afectadas por zonas que están fuera de nuestro alcance. El año pasado tuvimos el caso de Larrabetzu, que nos hizo acelerar la toma de decisiones y realizar ese primer inventario. En los últimos años hemos cambiado el paradigma de la conservación, pasando de un carácter correctivo a uno preventivo; este es un paso más en esa estrategia”.

Un estudio previo permitió identificar las 35 laderas que representan un riesgo de deslizamiento con afección a alguna de las carreteras de la red foral vizcaina, que suponen una superficie de 31 kilómetros cuadrados. A partir de septiembre la Diputación realizará un análisis exhaustivo de cada una de esas laderas, con mayor detalle, para establecer los diferentes niveles de riesgo de deslizamientos. Con los resultados de ese análisis, se establecerán las medidas de seguimiento y control que se consideren necesarias o, llegado el caso, las actuaciones que se deben acometer para reducir ese peligro.

En algunas de ellas, por ejemplo, será necesario realizar una inspección rutinaria una vez al año, o con una frecuencia mayor, para comprobar que sus características siguen siendo las mismas: que no se ha realizado ninguna poda, que la red de drenaje natural no se ha alterado...

Habrá otras en las que, además de esa inspección rutinaria, si se ha visto que presenta un riesgo alto de sufrir un deslizamiento, se tendrán que adoptar otra serie de medidas, como una monitorización de la misma, mediante inclinómetros o células de carga. “Si se ha visto que alguna zona se ha movido, por ejemplo, vamos a colocar una serie de instrumentos para controlar esos deslizamientos, explica Cobo. En base a esos resultados, se puede llegar también a plantear proyectos con medidas correctivas, si se confirman movimientos más allá de lo que se pudiera esperar de esa ladera, de forma que no termine cayendo y afectando a la carretera”.

Fotografías cada semana Una de las novedades que se pondrá en marcha en este proceso, que se prolongará durante los próximos cinco años, es la utilización de tecnología satelital, bastante novedosa, para realizar el seguimiento de las laderas. Frente a la instrumentalización tradicional, supone algunas ventajas como la posibilidad de realizar un seguimiento en tiempo real. “Los satélites para realizar este tipo de trabajos pasan semanalmente por Bizkaia y son capaces de sacar fotos del terreno”, desgrana el responsable del Servicio de Conservación. “Con esas fotos, puedes hacer un seguimiento de los movimientos que hay. Esas fotos se procesan para mostrar los movimientos en horizontal y en vertical que se han producido”. Ofrecen, además, una enorme posibilidad de detalle, separando zonas de hasta tres por diez metros, pudiendo saber en qué áreas concretas de la ladera existe mayor riesgo. Otra de las ventajas que presenta en que permite obtener un gran archivo histórico, que permite asociar los movimientos a características meteorológicas, por ejemplo. “Esta tecnología nos va a permitir actuar con una eficiencia mayor que la que teníamos hasta ahora. Seremos más precisos a la hora de adoptar medidas, como colocar instrumentación en zonas concretas y no en toda la ladera. En taludes y terraplenes, como las zonas son más pequeñas, no presenta ventajas tan claras como cuando estamos abordando áreas tan amplias como las laderas”, destaca Cobo.

Esta tecnología se aplicará en las 35 laderas inventariadas, aunque con diferente frecuencia; en las de mayor riesgo se realizará un seguimiento semanal, y más aplazado en las de menor probabilidad de sufrir un deslizamiento.