Santurtzi - Tanta superficie como 240 piscinas olímpicas puestas una junto a otra, una extensión similar al césped de 86 campos de fútbol de San Mamés, algo menos que la suma de dos veces la parcela de Abandoibarra... 334.000 metros cuadrados de terreno. Es el nuevo estirón que ha pegado el Puerto de Bilbao en sus instalaciones que prestan servicio desde Santurtzi.

La generación de la primera parte del espigón central finalizó el pasado mes a la espera de concluir los últimos detalles de un proyecto que va a suponer también sumar a las instalaciones de la Autoridad Portuaria de Bilbao (APB) más de un kilómetro de muelles de atraque para buques mercantes. “Un proyecto espectacular que se ha ejecutado muy bien”, califica Ricardo Barkala, actual presidente de la APB. Tan bien que se va a finiquitar en unos días con tres meses de adelanto con respecto a los plazos previstos.

Ganar esta gran explanada al mar ubicado al abrigo del dique de Zierbena y su contradique ha supuesto un esfuerzo titánico durante los últimos tres años, acometido en varias fases. En primer lugar se delimitó su contorno con la construcción de 26 grandes cajones con unas dimensiones gigantescas: 46 metros de longitud por 17 de ancho y 24 metros de altura, como un edificio de ocho plantas. Cada una de estas piezas fueron colocadas paulatinamente en el fondo marino, sobre una escollera de asentamiento de dos metros de altura, con lo que se logró dibujar la línea entre el mar y la nueva superficie a generar.

Después, en una segunda fase, se procedió a depositar en el fondo de la gran piscina creada 8,5 millones de metros cúbicos de roca y arena, un relleno con diversos orígenes. Barkala detalla que “1,2 millones han llegado de muy cerca, de la cantera de Punta Lucero, que en su proceso de estabilización ha generado esta importante cantidad de sobrantes. Además, otros 500.000 metros cúbicos de rocas y material se ha obtenido de otras canteras de las cercanías”. Pero la gran mayoría del relleno que compone el cuerpo del nuevo espigón, 6,3 millones, fue extraído del fondo marino cercano a la costa vizcaina.

Posteriormente se procedió a componer la superficie de la nueva parcela, una labor que cuenta con etiqueta verde y ecológica. El presidente destaca cómo “el firme que va sobre los rellenos está compuesto en un 90% de materiales reciclados de residuos de construcción y de áridos siderúrgicos”. Una fórmula que, según Barkala, “fomenta la economía circular”, una preocupación medioambiental de la que ha hecho marca de la casa en los últimos años el Puerto de Bilbao.

Durante las próximas semanas, el grupo de empresas contratadas por la APB culminará su encargo con la creación de varios viales, los accesos ferroviarios al centro del espigón, los cantiles que se asoman al agua y el refuerzo de hormigón para instalar los bolardos y noráis, las piezas de fundición donde los mercantes enganchan sus maromas para asegurar el atraque.

Tras finalizar todos estos detalles, el solar quedará listo para su futura urbanización, una labor que requerirá sacar a concurso otro contrato por parte de la entidad portuaria.

La generación de la nueva zona a ocupar ha sido asumida económicamente en un 80% con recursos propios del puerto. El restante 20% procede de ayudas de la Unión Europea, una inversión que rondará finalmente los 74 millones de euros, en los que se integran también los trabajos de la mencionada estabilización de la cantera de Punta Lucero. “Era una labor necesaria debido al deterioro que había sufrido con el paso de los años, después de que fuera también el origen de buena parte de los rellenos que conformaron las primeras ampliaciones de los muelles del puerto entre Santurtzi y Zierbena”, explica el responsable del Puerto de Bilbao.

Estabilización de Punta lucero Con esa intervención se erradicarán los deslizamientos y desprendimientos de rocas, que cada vez eran más habituales, y han sido aseguradas todas sus terrazas y plataformas para las próximas décadas.

Tanto esta parte del complejo proyecto constructivo como todo el proceso de afección al medio marino ha estado vigilado por un plan especial que ha seguido a rajatabla las medidas marcadas en la Declaración de Impacto Ambiental con la asistencia técnica del instituto marino Azti-Tecnalia y la Universitat Politècnica de Catalunya. Así, durante todo el proceso de extracción de arena del fondo marino se ha vigilado el posible impacto que pudieran suponer los constantes barridos para recoger el material, así como decenas de parámetros establecidos, por ejemplo, a la hora de generar la nueva superficie.

Barkala asegura que “el plan de vigilancia ambiental no ha detectado afección ni problema en el medio marino ya que hay que tener en cuenta que la zona de donde se ha extraído la arena ya se había usado anteriormente”.

Pero la operación de vigilancia no finalizará cuando las máquinas abandonen el espigón. Está previsto analizar cada ejercicio el estado de las diferentes playas que salpican la costa cercana a la zona de donde ha tenido lugar la extracción del fondo marino para comprobar que no hay más modificaciones que las naturales que se puedan generar. Este control continuo se mantendrá hasta 2026.