Los muros que protegieron Orduña
El investigador aitor gonzález gato desvela en un libro datos sobre “la muralla más poderosa de bizkaia”
UN estudio en profundidad sobre la fortificación de piedra que llegó a rodear la única ciudad del Señorío de Bizkaia. Es lo que ha plasmado a través de 400 páginas, más de 70 fotografías y 12 planos y grabados el historiador portugalujo Aitor González Gato en su último trabajo de investigación La muralla de la ciudad de Orduña. Tras seis publicaciones realizadas ya sobre la misma temática centradas en Bilbao, Elorrio, Portugalete, Plentzia, Bermeo o Lekeitio “ya le tocaba a Orduña porque, a mi modo de ver, tiene el recinto amurallado más grande y mejor conservado de Bizkaia, aunque buena parte está desaparecido”, lamenta.
A pesar de ello, en la actualidad aún se pueden ver importantes restos de la muralla en tres zonas de la ciudad. “El más destacado está justo al lado de la parroquia de Santa María ya que alcanza los 7 metros de altura y más de 100 metros de longitud y dispone, además de tres torres”, precisa. Otra parte aún visible se encuentra en el lugar donde se alza el Palacio Velasco “cuya fachada principal es realmente la muralla” mientras que el tercer lugar en donde hoy en día es visible la antigua fortificación orduñesa “está en la trasera de la calle Orruño y es la más desconocida incluso por los propios vecinos porque está muy en ruinas, aunque se conservan unos 40 metros de muralla”, indica el autor del libro.
Fases constructivas Según estudios anteriores, el conjunto defensivo de Orduña, en el momento de su máxima extensión, llegó a tener 1,8 kilómetros de recorrido. “La parte más vieja es la de la parroquia y data del siglo XIII. Yo creo que se debió empezar a construir a partir de la fundación de la villa por el rey Alfonso X en 1256 y ese primer tramo amurallado abarcaba las tres calles principales: Carnicería, Hierro y del Medio. Posteriormente, en el siglo XIV, hubo un ensanchamiento y todo parece indicar que a finales de ese siglo ya estaba toda Orduña amurallada y con un castillo”, relata.
Aitor González Gato también recoge en su publicación las diferentes funciones que tuvo el recinto fortificado a lo largo de la historia. La más conocida fue, sin duda, la defensiva al ser Orduña un punto vital de conexión entre la meseta y Bilbao “y por ser también una ciudad muy anhelada por parte de los Ayala”. Además, tuvo una utilidad profiláctica ante pestes y enfermedades. “En esos momentos, las siete puertas de la muralla permanecían cerradas y custodiadas por guardias que interrogaban a quien quería acceder y se decretaba una cuarentena hasta estar seguros de que en el exterior había pasado la epidemia”. Y la función que ha pasado más desapercibida fue la del control de accesos en época de la vendimia. “Era, aproximadamente, en el mes de octubre para garantizar que solo entrara en la ciudad la uva cosechada en los campos de alrededor de Orduña. Se cerraban también las puertas, excepto una o dos, para evitar el contrabando y los guardias eran también los encargados de realizar ese control”, desvela el historiador.
Datos curiosos que, se incluyen en la obra, se refieren a la existencia de pequeños oratorios y capillas erigidos sobre las puertas “y que es una extraña mezcla entre lo militar y lo religioso”. De hecho, documenta la presencia de estos espacios con imágenes dedicadas a San Juan, La Dolorosa o Nuestra Señora. “Hasta donde yo sé, lamentablemente esas tallas han desaparecido y es una pena porque pertenecen al acervo cultural de Orduña”, comenta.
El libro Las murallas de la ciudad de Orduña se encuentra a la venta en las librerías Mahor, de Orduña, y Arin, de Laudio. Su autor espera que sirva para conocer más este conjunto patrimonial y, al mismo tiempo, hace un llamamiento “para que la administración competente la restaure puesto que fue de las más altas, gruesas y poderosas de Bizkaia”.
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