NO es la primera vez que las llamas ponen en jaque a los vecinos de los barrios de la zona alta de Muskiz si bien hasta el fin de semana los sucesos acaecidos con el fuego, amén de tener menor alcance en la mayoría de las ocasiones, siempre habían sido por causas fortuitas. Sin embargo, el fuego registrado el domingo fue capaz de llevar una notoria preocupación a los moradores de la cerca de treinta viviendas y granjas que se diseminan por el paraje de El Carrascal, antesala de la principal cima del municipio, el monte Mello. “Más que miedo por mí, que vivo en la parte de abajo de Muskiz, la preocupación era por el ganado que tenía aquí porque no sabía lo que podía pasar porque cuando llegué hasta aquí la Ertzaintza ya no nos dejaba acercarnos a sacar a los animales”, relataba Antonio Rubio un vecino que cuenta con un notable número de gallinas y cabras, así como algunos perros, en una pequeña edificación a la que a punto estuvieron de llegar las llamas.

“No se ha quemado nada. Dentro de lo malo no ha sido nada más que el susto aunque en algún momento he sentido angustia por ver tan cerca el fuego”, señaló este vecino que al igual que los moradores de la zona no alcanzaba a comprender el porqué de estos fuegos intencionados. ”Antes se decía que era por aprovechar los pastos, pero ahora no se puede tener el ganado fuera. Otros que si por los maderistas, para abaratar la madera. Vete a saber”, valoraba Antonio que transmitía en persona al alcalde, Borja Liaño, su preocupación porque el fuego había reventado una tubería del suministro del Consorcio de Aguas.

Al igual que Antonio, su joven vecino Mikel Santamaría destacaba la rabia por los incendios desatados el domingo en varios puntos del municipio. “No llego a comprende qué beneficio sacan con este destrozo que no hace si no daño al pueblo y al medio ambiente. No entiendo que satisfacción puede tener para una persona meter fuego a un monte”, indicaba mientras rememoraba como en un momento dado de la tarde empezaron a llegar algunas chispas hasta unos jaros cercanos a su vivienda. “Fuimos a apagarlo, pero pensamos: Como este viento siga así, no se que puede pasar, aunque nosotros tenemos una zona amplia de campa que te da cierta tranquilidad, frente a otras casas que tienen los árboles casi en la puerta”, subrayó. Mikel, que vive en El Carrascal junto con su mujer, consideró que con el fuego “el terreno tardará mucho tiempo en recuperarse lo que es una pena. Lo que más rabia me da es que ha ido intencionado porque yo me asomé a la ventana y vi el primer foco y al poco vi como se encendía otro, y un poco más abajo otro foco más. Eso no es un milagro”, señalaba.

A quien no le preocupaba el origen divino o no del incendio era a Manuel Fernández quien se pasó buena parte de la tarde-noche regando el tejado de su casa para evitar que las pavesas que llegaban del cercano incendio prendieran en su techumbre. “No era ceniza, eran trozos grandes de madera que tuvimos que apagar”, comentaba este vecino que fue uno de los que se negó a abandonar su domicilio a pesar de las recomendaciones que efectuaba la Ertzaintza entre los residentes. “De tanta agua que hubo que echar, una parte se ha colado en la casa y tenemos una habitación totalmente húmeda”, señalaba Antonio que reside en El Carrascal junto a su hermana Mari y su madre. “Mi madre sufre de asma y con todo el humo que se preparó aquí si que la bajaron a casa de unos amigos”, recordaba este hombre que destacó el gran contingente de personas que se movilizó para apagar el fuego. “Primero vimos a los municipales a toda pastilla subir y detrás a la Ertzaintza y al fijarnos a donde iban es cuando nos dimos cuenta del fuego que había”, reseña Antonio que al igual que su hermana esperan que el o los culpables sean localizados.