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En defensa de las cuatro paredes

En defensa de las cuatro paredesP. Viñas

EL artículo 25 de la Declaración Universal de Derechos Humanos lo deja bien claro: “Toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su familia, la salud y el bienestar, y en especial la alimentación, el vestido, la vivienda, la asistencia médica y los servicios sociales necesarios (...)”. He ahí el dique, la muralla de defensa de la vivienda ciudadana, que no siempre queda al alcance de los seres humanos. Las dificultades para guarecerse bajo cuatro paredes han sido pocas para algunos y gigantescas para otros, como puede comprobarse en estos días en los que se celebra el centenario de Viviendas Municipales. Cinco generaciones de bilbainos y bilbainas, unas 25.000 familias, grosso modo, han sido usuarias de Viviendas Municipales a lo largo de todo un siglo. Todo un alivio.

Quizás por ello, cuando ayer la entidad organizó una gala en el Teatro Campos para la entrega de reconocimientos a la gestión de vivienda social retumbaron, con la fuerza de la todopoderosa verdad, las palabras del alcalde de Bilbao, Juan Mari Aburto. “Hoy celebramos, con orgullo, el centenario de uno de los proyectos sociales más importantes que ha acogido la villa de Bilbao desde su fundación en 1300”, dijo el mandatario, quien habló del “déficit de vivienda para las clases más humildes, trabajadoras, con dificultades para pagar un alquiler...”. Habló de las viejas Casas Baratas construidas por Ricardo Bastida, antecedentes y embrión de las Viviendas Municipales, entidad que hoy preside Goyo Zurro, quien ayer invitó a sus antecesores en el cargo, desde Paulino Colmenero hasta Rodolfo Ares, pasando por Begoña Gil, Eusebio Melero, Adrián Castro, Andoni Rekagorri, Julia Madrazo y Ricardo Barkala, quien no pudo acercarse al emotivo acto. Todos ellos lucían con orgullo su condición de expresidentes de Viviendas Municipales.

El propio alcalde entregó a Eloísa Larrea, descendiente de Ricardo Bastida, un galardón en la categoría de Arquitectura Social y Medioambiental. La distinción cayó en medio de una tempestad de reconocimientos. Así, Samir Lahdou entregó la distinción a la Inclusión Social en materia de vivienda pública a Aitor Ipiña y Sonia Gorbeña, de la Asociación Bizitegi que lucha por lo derechos de los sin techo; Óscar Fernández Monroy hizo lo propio con la Asociación Askabide que acoge, atiende y forma a prostitutas y que preside Miriam Santorcuato; Alfonso Gil, quien entregó su laurel al consejero Iñaki Arriola, cabeza visible del Departamento de Medio Ambiente, Planificación Territorial y Vivienda por su colaboración institucional; el propio Goyo Zurro, que entregó el premio que alienta la colaboración público-privada a las universidades de Deusto, UPV/EHU y Mondragon, y Kepa Odriozola, quien homenajeó a los últimos jubilados de Viviendas Municipales como embajadores de las personas al servicio de la vivienda pública. Aitziber Ibaibarriaga hizo lo propio con Erlantz Astorkiza, fundador de Optikari, un comercio de proximidad, y Amaia Arenal, quien premió el trabajo en red de la AVS, que preside Jerónimo Escalera. Llevó las riendas de la gala Idoia Merodio y la ilustraron el grupo de jazz de José Luis Canal, Aukeran, así como el coro Rosini.

El teatro fue un bullicio de reencuentros. Además de los citados estuvieron presentes Helena Beunza, secretaria general de Vivienda; Patxi Juaristi y Xabier Murelaga, de UPV/EHU; Juan José Etxebarria, de la Universidad de Deusto, Pedro Luis Goikoetxea, Ibon Areso, Celina Perda, Joserra Taranco, Iñigo Basáñez, la campeona de coctelería de Bizkaia, Marta Vallejo, Nacho Zarzosa, Itziar Urtasun, Nekane Alonso, Koldo Narbaiza, Asier Abaunza, Gotzone Sagardui, Yolanda Díaz, Luis Eguíluz, Beatriz Marcos, Agustín Gatxagaetxebarria, Marcos Muro, Iñigo Pombo, Alejandra Ladrón de Guevara, José Félix Ruiz, Jesús Cañada y toda una cohorte de admiradores y seguidores de una iniciativa sin par.