Bilbao - Está radiante, feliz y emocionada. Maite Elorriaga preside la Asociación contra el Cáncer de Mama de Bizkaia y el pasado miércoles llegaron a la sede de la asociación las camisetas para la carrera solidaria que cuenta con el patrocinio de DEIA y que se celebra este domingo a partir de las 11.00 horas en la explanada del Guggenheim. “Desde entonces hemos estado como locas... ¡Un no parar!”, cuenta.

Este año celebran el trigésimo aniversario de la asociación y mañana organizan la quinta edición de la marcha solidaria. ¿Es un año para recordar y celebrar?

-Es un año muy especial porque hemos cumplido treinta años y hemos reformado los estatutos. Estamos registradas en el Gobierno vasco como asociación para ayudar también al cáncer ginecológico... y es la quinta edición de la carrera.

¿Habrá algo especial en la edición de este año de la marea rosa?

-Sí, en los laterales de la camiseta hemos puesto unos bordes blancos que la hace diferente y más especial.

¿Qué esperan del domingo?

-Un éxito total porque llevamos desde la semana pasada con todo vendido. Una felicidad, una emoción increíble. Es emocionante que reconozcan el trabajo que hacemos porque eso es lo que nos motiva y nos ayuda a seguir adelante, a seguir como voluntarias a pesar de tener días malos...

¿Qué sienten cuando ven a tanta gente implicada con esta causa?

-Es una emoción especial. El vello se pone de punta. Una cosa es verlo desde abajo, pero cuando yo subo al escenario y miro a cualquier lado y veo todo rosa... me tiemblan las piernas. Siempre pienso que la sociedad es muy generosa. Que les pidamos esos 6 euros y están ahí incondicionalmente. Hay gente que te pregunta a ver cómo pueden participar porque se han quedado sin camiseta pero quieren colaborar con el dorsal 0? y es que todo lo que organizamos no cuajaría si la sociedad no respondiera.

Sabe lo que es tener cáncer de mama. ¿Conocía Acambi?

-La conocí años antes de que me diagnosticaran porque les había seguido en la prensa. Siempre dije que si algún día me tocaba iría a donde ellas mujeres a pedir ayuda. Pero no me hizo falta porque cuando me operaron me visitaron dos voluntarias. A raíz de ahí, ellas me llamaban a casa para saber qué tal me encontraba. Cuando me recuperé de la operación fui a la asociación.

¿Y qué encontró en ella?

-Cariño y mucho calor. Entendían mis miedos. En aquel momento no sabía en qué platillo de la balanza estaba, no sabía si iba a poder salir adelante o me iba a morir. Ese era mi pensamiento. Aquí encontré a personas con una vitalidad, una energía y con unas ganas de vivir impresionantes. Siempre me dijeron que iba a ser muy duro. Pero se sale. Después me empecé a involucrar con la asociación.

Hasta llegar a ser presidenta. Y, el año pasado, le tocó de nuevo luchar contra la enfermedad.

-En junio, en una de las revisiones, salió que tenía cáncer de nuevo en la otra mama. Todo lo que he aprendido durante estos trece años me ha servido para afrontarlo de otra manera. Tenía más información y esta vez tenía claro que tenía que salir y que lo iba a hacer. En febrero terminé quimioterapia y en abril con la radioterapia. ¡Y ya estoy con mi pelo!

¿Ha seguido trabajando?

-Sí, yo la radio la pedía a las ocho y media y una hora después ya estaba en la asociación. Me permitía estar hasta mediodía y las tardes las tenía para mí. Eso me ayudaba a estar viva. Cuando te diagnostican y empiezas con estos tratamientos da la impresión de que tu tren de la vida se ha parado mientras que el tren de los demás continúa y te puedes sentir descolgada. Esta vez mi tren seguía adelante, un poco más lento que el de los demás, pero no me había descolgado.

¿Desde entonces ha habido avances con la investigación?

-Sí. La radioterapia que me han dado esta vez no tiene nada que ver la que me dieron en 2005. Ahora están más centralizados en el tipo de tumor que tenga cada persona. A día de hoy te puedes librar de la quimioterapia pero hace trece años eso era imposible.

Hay opción es analizar el tejido que extraen.

-Eso es, eso posibilita que todo sea mucho más personalizado.

Por eso es importante que los fondos se destinen a la investigación.

-Sí, el tipo de tumor hormonal en algunas ocasiones no responde a los tratamientos tradicionales. Pueden pasar tres o cuatro años y los médicos estar tranquilos y de repente aparecer una metástasis porque ha hecho una resistencia a esos tratamientos. Eso es lo que está investigando la doctora Vivanco. No nos tenemos que olvidar de los que se diagnostican tarde, que es un 20%, y es un porcentaje muy alto. Son personas que no se curan. Algo que refleja mucho la realidad. Todos tenemos una fecha de caducidad pero cuando te ponen el sello?

Debe ser muy complicado.

-Cuando se habla de la investigación es muy frío pero cuando se habla de cada caso sabes que detrás hay una familia, la propia persona que lo padece? Por eso yo me siento en deuda. Yo he tenido la suerte de que mis tratamientos hayan funcionado, así que como persona tengo la obligación de luchar por esas mujeres que no tienen cura.

¿Como una obligación moral?

-Algo así. Por eso organizamos la carrera. Nos agota porque son muchos meses de organización y esta semana es muy complicada. Después pensamos en ese 20% que no tiene cura y se te olvidan todos los malos ratos, los nervios y el cansancio que pasamos.