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La antipática arrogante que te cae bien

La antipática arrogante que te cae bien

LA protagonista es antipática, dominante, intolerante y arrogante. Empezamos bien, que diría una parte de esa sociedad que se ha construido un universo entre algodones, un espacio donde el mal, la muerte y las desgracias no son propios del día a día sino parte del capítulo de una serie de ciencia ficción que miramos en el vídeo que de repente llega al móvil como si fuese un episodio más de Narcos o de Perdidos, qué sé yo. La protagonista se llama Elizabeth Costello, un personaje resucitado por el premio Nobel de Literatura, J. M. Coetzee para su último libro, Siete cuentos morales, donde Coetzee reflexiona y voltea cuestiones como la fidelidad, la vejez, la relación de dependencia de padres e hijos, el sentido de la belleza, el derecho de los animales o la empatía. Ayer la trajo el escritor sudafricano del brazo para la presentación de su libro en el auditorio de Azkuna Zentroa en un diálogo con la argentina Soledad Constantini, coeditora de Siete cuentos morales junto con Random House. El escritor comentó algunos aspectos de su obra y realizó una pequeña lectura de alguno de sus ensayos. Los presentes, entusiasmados, ya había abarrotado la sala días atrás con sus reservas. No siempre puede uno escuchar a una voz autorizada de las letras que desde el cuestionamiento del régimen del apartheid y cualquier tipo de racismo exploran sus negativas consecuencias en el hombre y en la sociedad y la propia condición del ser humano. ¡Ah! Se me olvidaba. Al final Elizabeth te cae bien.

Se trata, digo, de una Elizabeth Costello que vive un pueblo de la meseta castellana y dialoga con sus dos hijos en persona y en carta desde tres puntos, Niza, Estados Unidos y el pueblo de España donde convive con un montón de gatos a los que da de comer, y un pobre hombre del pueblo que se desnuda delante de la gente y que ella ha acogido para que no le metan en una institución, dicho sea como reseña. De sus pensamientos habló ayer Coetzee ante un sinfín de gente lectora y letruda que le admiraban. Entre ellos se encontraban Javier Agirre, Lourdes Moeira, Isabel Campos, Xabier Alonso, Alicia Rodríguez, Miren Eguren, Edu Madariaga, Itxaso Martín, Carolina Ontiveros, José Julián Bakedano, hombre de profundas raíces culturales, Idoia Zudaire y Gaizka Zarate, una pareja seguidora del escritor desde que les cautivó con su novela de finales del siglo XX, Desgracia (1999), que trata acerca de un profesor de literatura marginado del mundo por acoso sexual; Oscar Igartua, Alicia Martínez, Itziar Ijalda, Alazne Martín y Bárbara Epalza entre otros presentes.

Coetzee soñó de joven, 50 años atrás, según explicó, con publicar en Londres y Nueva York, para que luego se tradujeran del inglés a los demás idiomas. Hoy quiere que sus libros salgan primero en español y luego en australiano. “Veremos qué dice la gente”, recalcó el escritor. Le escucharon con atención Marisa Fonseca, Juan Luis Ranero, José Miguel Bonilla, Encarnación San Gabriel, Carlos Rodríguez, Mercedes Pena, Begoña Unzabal, Carlos Cena, Marí del Toro, Miguel Ángel Sánchez, Carlos Barroeta, Itziar Palacios, María Jesús Añón, Oier Ansoleaga, Karmele Tokero y un buen número de asistentes que disfrutaron del encuentro y de ese aura que rodea a los hombres y mujeres tocados por una distinción que parece elevarles por encima de los mortales. Y todo pese a que Coetzee, cuando escribe, parece el más humano entre los humanos. Un humano al cubo.