Joana Mateo: “Venir a coser es como hacer una sesión de meditación activa”
Detrás de Ana Dedal está Joana Mateo, una joven diseñadora, licenciada en Bellas Artes, que montó hace seis años un taller de costura en Bilbao
Bilbao - A Ana Dedal, que es así como le gusta que le llamen y no por su nombre de pila bautismal, le cambió la vida el Erasmus que hizo en Bristol. Allí descubrió que la costura y el diseño eran lo suyo. En la coqueta ciudad inglesa encarriló su vocación hacia un mundo desconocido para ella. Tras una pequeña aventura profesional en París, decidió emprender un negocio que cada vez tiene más futuro. Hasta su academia se acercan mujeres que quieren aprender a coser, y muchas de ellas acaban haciéndose sus propios vestidos. Pero lo más importante para Ana es “el buen rollo que se crea en el taller”. Será porque la costura une y relaja. “Coser es la mejor terapia”, sentencia.
¿Cómo se inició en la costura?
-Por casualidad. Es verdad que siempre me había gustado. De pequeña, por ejemplo, me hacía los disfraces o vestía a las muñecas, pero para nada tenía en mente que me iba a dedicar a la costura.
¿Entonces, cómo fue su flechazo con esta disciplina?
-Fue en Bristol, donde fui a hacer el Erasmus.
¿Pero usted qué estudiaba?
-Bellas Artes, aunque antes intenté hacer Escenografía en Madrid, pero no pasé las pruebas.
¿Qué es lo que hizo en Inglaterra?
-Cuando llegué a la universidad de Bristol pregunté si podía hacer asignaturas como diseño de moda o costura en lugar de las propias de Bellas Artes. Me dejaron hacer aunque antes me preguntaron si sabía coser.
¿Qué les dijo?
-Que sí, aunque no sabía mucho a pesar de que algo ya había hecho. Así que empecé y me gustó. Mejor dicho, me enganchó.
¿Qué hizo tras acabar los meses del Erasmus?
-Me quedé allí a estudiar el resto de la carrera.
¿Y cuando terminó ?
-Me fui a París. Allí estuve un año. Al principio estuve buscando trabajo y al cabo de un tiempo montamos un taller unas cuantas compañeras de profesión.
¿Qué tal les fue?
-Hacíamos colecciones para presentar en ferias. Intentábamos vender lo que hacíamos, bien como piezas únicas o como colección que se puede producir. Pero llegó un momento en que pensé que se había acabado la aventura parisina. Entonces me vine a Bilbao.
¿A qué se dedicó nada más llegar?
-Al principio estuve trabajando para una marca local, pero luego surgió la posibilidad de montar el taller-academia de costura... y no me lo pensé.
¿Dónde lo montó?
-Primero en una tienda de máquinas de coser. Llegué a un acuerdo por el que ellos ponían las máquinas y a mí me dejaban un espacio para dar clases. Pero al cabo de un año me puse por libre.
¿Fue cuando abrió en Indautxu, donde tiene ahora el taller ?
-Sí. Este ya ese el sexto curso.
¿Cuál es la principal actividad de su taller?
-La función básica es dar clases de costura. Lo normal es que venga gente que no sabe nada y entonces lo que hago es introducirle en el mundo de la costura con un taller de iniciación. Lo primero que hago es enseñarles a manejar la máquina de coser.
¿Es fácil aprender a coser?
-No es difícil, pero lleva su tiempo. Hay que echarle mucha paciencia a esto. Lo más complicado es estar preparado para saber volver a empezar cuando llevas tres días cosiendo y te ha salido todo mal. Pero, insisto, hacer un cojín o una falda es fácil.
¿Cómo les anima a sus alumnas para que no desfallezcan?
-Yo siempre les digo a las que se inician que todos los vestidos que están expuestos en el taller los pueden hacer ellas, que son prendas sencillas, fáciles de hacer.
¿Y lo consiguen?
-Sí, claro que sí. Hay gente que aquí se ha hecho hasta su propio vestido de boda.
¿Usted se hace su ropa?
-Sí, me hago bastantes cosas. Yo me hago la ropa que me pongo, pero también diseño puntualmente para eventos o novias.
Tanto en el taller como en la página web anuncia Costuraterapia. ¿Qué técnica es esa?
-Es simplemente el nombre que le doy a unos bonos de clases sueltas, para que la gente pueda venir a hacer un curso de iniciación o a coger un dobladillo. Pero en el fondo es porque coser es como hacer terapia, relaja mucho, de verdad.
¿Tan bueno es coser para la mente?
-Sí. Venir a coser es como hacer una sesión de meditación activa.
¿A tanto llega?
-Sí, porque en la costura te tienes que concentrar mucho. No es como ir a clases de inglés, donde el profesor te está contando lo que te tienes que aprender de la lección y tú estás pensando en que tienes que ir al supermercado, en los niños, en el fin de semana, en el marrón que tienes en el curro... estás en otras cosas, no estás atendiendo.
¿Y en la costura?
-Aquí te tienes que concentrar muchísimo. Por eso, las horas se pasan volando y no te acuerdas de todos los marrones que tienes. Además sales contenta porque te has hecho una bolsa o una falda. Aquí todo el mundo está de buen humor. Yo vengo a trabajar encantada.
¿Va a tener un efecto positivo la nueva serie de TV sobre costura?
-Sí. Eso va a traer más gente, lo mismo que las series anteriores como Tiempo entre costuras o Velvet.