J ULIO Gordillo vive desde hace 47 años en Arangoiti, el barrio que le vio nacer y crecer. Su panadería es una de las pocas que sobrevive. Un negocio familiar que ha heredado de su madre, quien estuvo al mando desde 1969. Años más tarde, en 1992 comenzó a ayudarla. Estudió electrónica, pero al ver que de lo suyo no había trabajo, se quedó al cargo de este pequeño comercio que aún con dificultades es de los pocos que se mantiene en pie mientras que otros comenzaron a echar el cierre.
En 1951 se construyó el primer edificio en Arangoiti. Desde entonces, el barrio ha sufrido un cambio permanente, ya por estética, ya que se han edificado nuevas viviendas, o por la crisis, con el cierre de muchos comercios. “Aquí quien se jubila... negocio que echa el cierre”, comenta el panadero. “Hemos visto incluso cómo se caía el muro de enfrente de esta panadería; fue en 1976, pero es que las calles estaban sin asfaltar. Se podría decir que el barrio está evolucionando pero aún quedan muchas cosas por hacer”, confiesa.
En 2007 se cerró el único ascensor que permitía comunicar de manera rápida a los vecinos de Arangoiti y que les ha sacado de miles de apuros. “Con las nevadas que caían antes el pan se subía por el antiguo ascensor. Tiene mucha historia”, recuerda. Pero ahora, las cosas han dado un giro. “Hay otro inclinado y lo han hecho para los nuevos pisos que hay al lado”, comenta Gordillo. Ahora, llevan tiempo luchando por conseguir un acceso mecanizado al barrio desde el centro de Deusto. Pero los problemas de accesibilidad son uno de muchos y que vienen estando patentes desde hace tiempo. El mes de diciembre, el barrio sufrió una oleada de asaltos. Concretamente, fue la semana del 1 al 15 de diciembre. “Hemos vivido unos días muy malos y solo atacaban a las mujeres”, dice.
Los comerciantes son los que más han sufrido y Julio ha estado presente para verlo. Y es que se ha pasado de doce panaderías a solo tres. “Antes había mucha animación en la calle. Recuerdo cuando era pequeño que salía del colegio, iba a casa a por el bocadillo y después me bajaba a la calle a jugar con mis amigos”, recuerda. “Los bares aquí, por ejemplo, han aguantado como han podido”, prosigue.
Los tiempos han cambiado aunque cuenta que, a pesar de los obstáculos su panadería, es la de toda la vida. “Tengo clientela de mi madre. La mayoría es gente mayor pero porque soy fiel a lo que quieren. Mi pan, es de panificadora, el de siempre. Cuanto más duro más les gusta”, cuenta entre risas.
Que tocase el Gordo de la lotería de El Niño ha sido un golpe de suerte. “Soy de los pocos a los que no le ha tocado”, cuenta Gordillo. “Lo importante es que se lo ha llevado la gente de aquí y que le hace falta. Ya se oye que van a hacer arreglos en los pisos y eso va a dar trabajo a los obreros de la zona. Hay publicidad en los buzones aunque es pronto para ver las cosas”, dice. Su panadería se convirtió desde entonces en un lugar de celebración. “Ya me han venido a comprar pasteles para celebrarlo y lo bueno es que ha tocado a gente que lo necesita”, cuenta. Aunque confiesa que aún le quedan muchos años por estar al frente de la panadería que le ha visto crecer, no sabe si otra generación seguirá al mando de ella.
Fotos históricas La panadería de Gordillo es también un lugar para almacenar recuerdos. Hace un año y medio, junto a su amigo de toda la vida, José Luis -Pepelu como le conocen en el barrio-, decidió crear un grupo en Facebook para difundir fotografías antiguas del barrio. “Pepelu vino un día y me dijo que como yo conocía a todo el barrio pidiese fotos antiguas y la gente empezó a colaborar, pero hubo que insistir”, cuenta.
El grupo ha llegado incluso a cruzar fronteras. Es conocido en México, al norte de Europa o en Sudamérica. “En aquellos tiempos vino mucha gente a trabajar aquí, y al volver... pues transmiten recuerdos”, relata. “Ahora hay 1.100 personas y esto sería todo el barrio contando a los niños. Es un gran medio de difusión”, cuenta Gordillo.
Crearlo ha sido una nueva forma de recuperar aquellos contactos perdidos. “Hemos llegado a colgar una imagen de un 600 y su dueño, que no tenía ninguna fotografía de él, lo ha reconocido”, dice. Con este nuevo proyecto, han descubierto muchas cosas, “lo que llega a transmitir una foto antigua”. Pero sobre todo que el barrio continúe estando presente en la memoria de muchos. “Nunca creíamos que iba a crear tanto impacto en la gente”, concluye.