ES el vestigio más antiguo de la villa y ya sobrevolaba la ría antes de que Bilbao existiera oficialmente con su carta fundadora en 1300. Fue tan vital que es parte del escudo de la ciudad casi desde sus inicios. Es el puente de San Antón, esa estructura que se mantuvo durante siglos como el único paso sobre el cauce y que este año cumple doble aniversario en su versión más moderna. El elemento urbano más viejo, por un lado, 140 años de su construcción finalizada en 1887. Por otro 80 años de su reedificación, en 1937, tras ser volado durante la Guerra Civil.

El puente moderno de San Antón data de finales del siglo XIX, una centuria de cambios y crecimiento en la ciudad. A la vieja conexión, ya con su estructura de tres arcos góticos ojivales muy deteriorada por los continuos embates de la ría, le salieron competidores debido a la actividad que bullía en las márgenes de la ría.

Así, en el tramo ubicado entre San Antón y El Arenal, que también se estrenó puente en 1845, se tendieron hasta tres pasos peatonales colgantes sustentados por cadenas o alambres. Pero no era suficiente. Se necesitaba una conexión potente y moderna de mayor anchura y capacidad para que las retenciones en San Antón de carros cargados de productos no fueran habituales.

Hay que tener en cuenta que hasta que no se construyó el paso de El Arenal, San Antón fue durante siglos la única unión entre orillas habilitado para el paso de vehículos.

Y es que la movilidad crecía en una villa donde la población obrera se trasladaba entre el actual Casco Viejo y todas las ferrerías, minas y empresas creadas en Bilbao La Vieja y el tráfico de mercancías generado en el puerto era cada vez mayor camino del interior de la península.

El origen del nuevo puente fue auspiciado curiosamente por los vecinos de Allende la Puente, como se conocía entonces a esa zona que colonizaba de manera masiva la colina de Miribilla. Unas fuerzas vivas compuestas por empresarios e industriales que por sus pretensiones expansionistas exigieron o una reparación urgente del paso o la construcción de uno nuevo.

La jubilación de La puente El Ayuntamiento, con el alcalde Félix de Aguirre a la cabeza, no pudo esconder lo obvio y en 1870 decidió la jubilación de La puente. En ello influyó el deterioro que acumulaba la baqueada estructura, su estrechez y la peculiar chepa que le caracterizaba, la cual se elevaba hasta casi 16 metros sobre el nivel del río para permitir el trafico fluvial y ralentizar el tráfico de transportes cada vez más cargados.

Bilbao contaba ya entonces con 26.000 vecinos que prosperaba con el hierro y el puerto como inagotables fuentes de riqueza e impuestos. El propio puente era de peaje para caballerías, ganado y carruajes generando pingües beneficios a las arcas municipales.

El consistorio convocó un concurso al que se presentaron los ingenieros locales más importantes, Ernesto Hoffmeyer y Pablo de Alzola, escogiendo al final los planos presentados por el primero. Y eso a pesar de que no fue del agrado de buena parte de la ciudadanía que la nueva conexión tomara la orilla de las Siete Calles por detrás del templo. A pesar de todo, en 1871 se iniciaron los trabajos. Una labor que se prolongó en exceso debido a los parones obligados como consecuencia de las guerras carlistas donde Bilbao fue un enclave vital en la contienda. Tras las complicadas obras, en 1877 concluyen los trabajos y se estrena el viaducto de unas proporciones increíbles para la época, sobre todo fijándose en el viejo.

Una comparación que se prolongó un lustro ya que hasta 1882 los dos pasos convivieron manteniendo la vetusta plataforma cheposa el nombre del santo mientras que a la nueva se le conoció por el puente de Atxuri debido a su ubicación tras la iglesia más cercana al barrio ribereño.

La prolongada cohabitación tuvo su razón en la agria polémica generada en la ciudad ante su demolición. Y más después de la terrible desgracia ocurrida en los primero días del derribo.

Los empleados colocaron las cimbras o armazones que iban a sostener los arcos durante su desmantelamiento, el cual se iba a efectuar piedra a piedra, cuando, de repente, parte de la estructura se vino abajo matando a la mayoría los trabajadores.

Símbolo de la villa Un argumento más que usaron muchos prebostes de la época que rechazaban su desaparición por ser el símbolo de la villa y su elemento urbano más antiguo. Otros propugnaban la eliminación prevista ya que su presencia, y sobre todo su deteriorado estado, era un peligro que, en caso de aguadutxus e inundaciones, iban a anegar las Siete Calles. Tras dura controversia, el progreso salió vencedor en la sempiterna lucha contra el respeto histórico. La puente desapareció en 1882

Al contrario que su predecesor, el nuevo puente aguantó muy bien el paso de las décadas y varias de las avenidas que siguió protagonizando la ría no hicieron mella. Solo la Guerra Civil y la orden de volar todos los pasos fluviales ante la llegada de las fuerzas fascistas pudo con su estilizado perfil. Los mandos franquistas no dudaron en acelerar su reconstrucción y en 1937 entraba en servicio una reconstruida conexión más sobria y menos estética que su heredero.

El diseñador de la actual estructura eliminó las bellas barandillas de Hoffmeyer, se desentendió del escudo dejando solo los lobos a cada lado y cambió la posición de las escalinatas que desembocan en los muelles adyacentes. Su construcción, íntegra en piedra, lo hace más pesado a lo que contribuye también unos arcos menos esbeltos, de menor gusto y calidad arquitectónica.

Su trayectoria al cumplir su octava década ha sido plácida a excepción de las inundaciones que le afectaron, primero las de 1953, pero sobre todo las más cercanas, las de 1983. La ingente cantidad de lluvia caída aquel aciago agosto cubrió el puente hasta desaparecer literalmente bajo las aguas durante varias horas. Como el resto del Casco Viejo, el emblema de la ciudad fue rehabilitado hasta presentar su actual aspecto. Aunque hoy carece de la vital importancia que tuvo durante centurias y su tráfico ya no es el de antes, el puente de San Antón sigue incólume y servicial celebrando cumpleaños. Lógico, es el más viejo de Bilbao.