LA idea se le ocurrió a Julio Piñeiro, uno de los fundadores de La Gota de leche, cuando escuchaba la radio plácidamente un sábado por la mañana. “Le estaban haciendo una entrevista al director del Museo del Calzado que hay en Elda, Alicante, y dije: esta es la mía”, recuerda el coordinador de la asociación benéfica bilbaina. Al lunes siguiente se puso en contacto con los responsables del museo para proponerles un interesante e insólito trueque altruista. La Gota de leche ofrecería al Museo del Calzado la cesión en propiedad de las zapatillas de Igor Yebra y de su mujer, la también bailarina Oksana Kucheruk, que previamente habían sido donadas por ellos a la asociación, a cambio de “zapatos nuevos, recién fabricados” que posteriormente se venderían para obtener dinero con el que comprar alimentos con destino al comedor de Iralabarri. El proyecto fue acogido con entusiasmo desde el primer minuto por los responsables del museo, por lo que se pusieron manos a la obra. “El primer correo electrónico que le envió Loles Esteve, del museo, finalizaba así: “Ya estoy corriendo la voz entre mis contactos para poder hacerme con una partida de zapatos que poder enviarte”. Julio aclara que cuando dice “una partida de zapatos es una furgoneta llena de zapatos”. Desde entonces apenas han transcurrido una semana y todo hace pensar, según Julio, que la iniciativa va a ser un éxito. Habrá que esperar por el momento, aunque desde La Gota de leche quieren que esta curiosa carambola solidaria esté concluida para el próximo 26 de mayo.

En la historia de esta jugada maestra hay que nombrar en primer lugar a Igor Yebra. “Él nos preguntó un día”, cuenta Julio, “a ver qué podía dar a La Gota de leche y nosotros le dijimos que nos donara unas zapatillas suyas y otras de su mujer para poder subastarlas y así conseguir fondos para comprar alimentos, pero cuando escuché lo de la radio se me iluminó el cerebro”. Cuando le comunicó el plan que tenía al bailarín, le pareció una estupenda idea. “Para mí es un orgullo”, señaló Igor Yebra, “porque cuando un objeto personal se expone en un museo, aparte de hacerte más importante, te hace ser más responsable y seguir con más fuerza para realizar cualquier trabajo en favor de la danza”. Pero lo que más le preocupaba a Igor, tras donar la zapatillas, era que “se pudiera sacar el máximo provecho para que con su venta se pudieran comprar alimentos para nuestros niños en exclusión social”. Es probable que con esta nueva fórmula recauden los suficientes fondos como para hacerse con una buena partida de comida.

La única condición que ha puesto La Gota de leche al Museo del Calzado es que los zapatos que consigan de las diferentes fábricas “tienen que ser nuevos, venir en su caja, como llegan a las zapaterías”, advierte Julio. Y como “son zapatos de piel, de alta calidad”, esperan venderlos bien en el rastrillo solidario que montarán cuando les llegue la mercancía. “Lo que no vamos a hacer es vender mal”, dice Julio, “porque para eso los regalamos”.

El lago de los cisnes Las zapatillas de Igor Yebra y Oksana Kucheruk también tienen una bonita historia. Las del bailarín bilbaino fueron utilizadas por última vez en Roma el año 2011 interpretando El lago de los cisnes. “A la gente que le gusta el ballet se pegaría por tener esto”, comenta Julio. Las zapatillas de Oksana, también firmadas por la bailarina rusa, “han pisado los mejores escenarios del mundo en Nueva York, Moscú, Milán...”, señala el fundador de La Gota de leche, “porque estamos hablando de la mejor bailarina del mundo”. Actualmente Oksana es la primera bailarina del ballet de Francia. Junto con las zapatillas van a enviar al Museo del Calzado una fotografía enmarcada de la pareja.

Pero no va a ser lo único que van a enviar a Elda. La cantante Amaia Uranga, del Consorcio, que es madrina de honor de La Gota de leche, también ha donado unos zapatos “que ha utilizado en muchas galas”. Harán lo mismo sus hermanos Iñaki y Estibaliz, así como Carlos Zubiaga, todos componentes del grupo El Consorcio (antiguo Mocedades). Además van a ceder una fotografía en las que se puede ver en la ceremonia de la entrega de los Gramys 2016 que recibieron por su larga trayectoria. “Esto también les hizo mucha ilusión a los del museo”, señala Julio Piñeiro. Ahora solo falta que los prestigiosos fabricantes de zapatos alicantinos empaqueten una buena partida con destino a Bilbao. Y una vez que estén en la capital vizcaina se conviertan en alimentos para las familias más desfavorecidas que diariamente tienen que acudir al comedor de los franciscanos de Iralabarri en busca de comida.

El rastrillo que montará con los zapatos de Elda no es la única actividad que desarrolla La Gota de leche a lo largo del año. Las huchas solidarias es otro pilar en el que se apoya esta asociación benéfica para complicar su labor. Julio Piñeiro espera que la relación con el Museo del Calzado perdure en el tiempo y dé muchos frutos, o sea, zapatos.