SIN encomendarse a la curia romana, un grupo de aficionados al modelismo naval adoptó hace años a San Chirloro como patrón de sus actividades. Cuentan los miembros de la Asociación Vizcaina de Modelismo Estático que San Chirloro era un “santo varón” de origen italiano que se asentó como carpintero de ribera en la zona de Zorrotzaurre. Según sus propias investigaciones, “que se remontan hasta el siglo VIII”, a San Chirloro se le atribuyen “sanamientos y curaciones de personas desahuciadas por médicos y curanderos” y además “tallaba preciosas miniaturas de botes, barcos y falúas que regalaba a los hijos de los lugareños”.
Para honrarle como se merece, todos los años, el sábado anterior al 19 de febrero, los miembros de esta curiosa asociación se reúnen en una comida de hermandad. Y para que siempre les guíe en sus creaciones, San Chirloro está presente en una de las dependencias de su sede en Portugalete. La imagen del santo da fe del gremio que protege. En una mano sostiene el casco de un barco, en la otra un cincel, y a sus pies, unas chirloras, un par de virutas de madera. Bajo su mirada desarrollan un trabajo, “totalmente amateur”, que les llena de satisfacción. Sus últimas construcciones han sido siete barcos que recrean la batalla de Matxitxako. Hasta hace poco han estado expuestos en Bermeo, pero a ellos les gustaría que otros ayuntamientos les llamaran para poderlos mostrar.
La Asociación Vizcaina de Modelismo Estático nació en Barakaldo en 1989 por iniciativa de cuatro personas “que les gustaba esto de hacer maquetas”, recuerda Genaro Álvarez, tesorero y portavoz de los modelistas. Él se incorporó dos años después, cuando la sede ya estaba en Portugalete, concretamente en La Canilla, en un local que les cedió el ayuntamiento. Y allí estuvieron 11 años, hasta que hubo cambio político en la corporación municipal. “Un concejal del PP nos echó y el PNV se apiadó de nosotros, dejándonos una lonja en el batzoki” cuenta Genaro, “pero como seis años después la necesitaban para ampliar la ikastola, tuvimos que venir aquí, a este sitio, que lo pagamos nosotros”. Se refiere a las 28 personas, “todos jubilados”, que componen la asociación. “Solo aportamos 100 euros al año cada uno, porque no se puede pedir más”, advierte el tesorero. Así que con eso y con los ahorros que consiguieron en la época “de las vacas gordas” con lo que sacaban en las exposiciones que hacían, “vamos tirando”. La última que han hecho, “a coste cero para el Ayuntamiento de Bermeo”, recalca Genaro, es la recreación de la batalla de Matxitxako.
La exposición está compuesta por siete bous y el destructor Canarias. “Hemos hecho seis bous artillados y un bou en forma de pesquero para que se vea la transformación que se hizo”, explica. Y recuerda que “el Gobierno vasco requisó seis bous para proteger los convoyes que entraban en Bilbao, lo que pasa es que luego tuvieron la mala suerte de que se encontraron con el Canarias en Matxitxako”. Para construir todas esas maquetas han sido necesarios tres años de trabajo de quince personas. El resultado merece la pena. Las maquetas están hechas con todo lujo de detalles, propios de unos artesanos de la madera, que es lo que son estos seguidores de San Chirloro. A Genaro y al resto de componentes de la asociación les gustaría que estas y otras maquetas pudieran exponerse en lugares públicos. “Estamos mandando cartas a los ayuntamientos”, dice Genaro, “para que conozcan nuestro trabajo”, aunque son conscientes de que “desde que se inició la crisis, los ayuntamientos recortaron en Cultura y no nos llaman”. En estos momentos, aseguran que “podemos montar tranquilamente una exposición con 30 o 40 maquetas tranquilamente, entre las que tenemos aquí, en el taller, y las de casa”. A pesar de esa ausencia de llamadas, ellos siguen a lo suyo, que es construir barcos en miniatura.
Inicios
Genaro se inició en este hobby, como casi todos, en su casa “porque mi mujer me regaló un barco de esos que hay que construirlo por piezas”. No sabe por qué pero confiesa que siempre había tenido la “inquietud” de construir un barco, aunque nunca había tenido relación con el mar. Eso sucedió hace 37 años y ahí sigue, más aficionado que nunca al modelismo naval. Desde que se prejubiló puede meter más horas, que pueden llegar hasta cinco, “tres en los locales de la asociación y otras dos en casa, aproximadamente”, dice. “Esto relaja mucho, como cualquier hobby”, aclara Genaro, “porque se te pasan las horas rápido, disfrutas un montón y te olvidas de todos los problemas que te rodean”. Lo mismo les sucede al resto de sus compañeros. Francisco Ganado, por ejemplo, que tiene 71 años, confiesa que se pasa cuatro o cinco horas en los locales de la asociación trabajando “y no me entero del paso del tiempo”. Sigue enganchado a un entretenimiento que descubrió en los años sesenta cuando hizo la mili en la Marina. “Allí me entró la afición”, dice. Así que unió sus “conocimientos de los barcos de guerra” con los que fue adquiriendo sobre modelismo en la asociación. Porque todos destacan que “aquí se aprende mucho”. “Si estás solo en casa es más difícil”, dice Genaro, “porque no tienes con quién compartir tus dudas, pero si vienes a la asociación preguntas y entre unos y otros vas sacando ideas y el trabajo adelante”. Ahí radica el éxito de su aprendizaje. Cuando se les pregunta qué virtudes son necesarias para embarcarse en este hobby, todos coinciden en una: “La constancia”. ¿Y hay que ser manitas? “No necesariamente”, contestan.
Manual
Uno de los consejos que siempre dan a alguien que se quiera iniciar en el modelismo es que “empiecen por uno sencillo”. Genaro cree recordar que su primera construcción fue una goleta de dos palos, “un barco pequeñito y así hay que hacer, ir poco a poco porque meterse en uno sin saber es complicado”. Hay maquetas que se venden en tiendas especializadas, “que solo hace falta montarlas y pintarlas”, señalan, “pero nosotros no hacemos eso, lo construimos todo a mano”. Para ello utilizan un 80% de materiales de madera “y algo de latón y aluminio “para hacer algunas maquinillas”. Y lo más difícil del modelismo, según Genaro, “es hacer las piezas a escala, ya que hay muchas veces que en estos modelos la escala desaparece, por eso, en esos casos es mejor ir a la proporción”. Y la mayor satisfacción “es cuando ves finalizada la maqueta”, aunque también “cuando la vas viendo crecer”. Esta es la sensación de Laureano Jiménez, de 69 años, que se aficionó al modelismo por una persona que le pidió ayuda para montar una maqueta que le habían regalado a un sobrino. Así empezó en su casa en los ratos libres que le dejaba su trabajo en La Naval, hasta que hace cinco años se acercó a la asociación. “Me metí aquí”, dice, “porque yo ya tenía la idea de buscar algo que fuera continuado cuando me jubilara; lo busqué y lo encontré”. Por eso, es uno de los asiduos en los locales de la asociación. Lo mismo que Ricardo Díez, un hombre de 76 años, que se aficionó por su padre, que era marino. “Cuando me jubilé comencé a hacer los barcos en los que había navegado mi padre”, cuenta. Así que el primero que construyó fue el Ciudad de Barcelona, que fue torpedeado por el submarino General Sanjurjo en la Guerra Civil, que también ha conseguido hacerlo realidad en maqueta gracias a las fotografías de la época. Esa es la mayor fuente de inspiración para estas personas que dedican su tiempo libre al modelismo en esta asociación vizcaina. Precisamente, el “buen ambiente” que se respira es lo que le hizo a Rafael Fernández del Canto, jubilado de 71 años, acercarse a la asociación. Comenzó como todos, “hace 15 años con una maqueta que me regalaron”. Y ahí sigue, amparándose a San Chirloro para llevar a buen puerto sus construcciones navales en miniatura.