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Un libro explora la inmensa torca del Carlista de Karrantza

Es el primero sobre una de las mayores cavidades subterráneas del mundo

Un libro explora la inmensa torca del Carlista de Karrantza

Karrantza - Abrumado, sacó el cuchillo que llevaba consigo como si quisiera defenderse de la oscuridad que le rodeaba. Así reaccionó en 1958 Jon Arana, la primera persona que descendió a las profundidades de la torca del Carlista, en Karran-tza. Los componentes de otra expedición que siguió sus pasos ese mismo año solo acertaron a comunicar a los compañeros que se habían quedado en la superficie que estaban “viendo maravillas”, una expresión muy parecida a la que pronunció Howard Carter al descubrir la tumba de Tutankamon. La primera cavidad subterránea más grande de Europa y tercera del mundo “en cuanto a superficie en planta, con sus 103.115 metros cuadrados”, según precisa el espeleólogo Josu Granja, deja sin palabras a los valientes que se atreven a desafiar a la naturaleza y la leyenda. El propio Granja y Javi Moreno con la sociedad de estudios del medio natural Enbata, han coordinado el primer libro dedicado íntegramente a este prodigio de la geología escondido en el corazón de Enkarterri.

Cuentan que la torca debe su denominación a un soldado que se precipitó al vacío hacia el centro de la tierra durante las guerras carlistas, pero en las numerosas incursiones de los espeleólogos no se han hallado restos. “Es posible que se refieran a acontecimientos similares, o que lograran rescatar al accidentado y por eso no hay rastro”, reflexiona Josu Granja, que ha rastreado el pasado de la zona a la búsqueda de hechos que expliquen la tradición popular. En cualquier caso, esta indicaría que los lugareños conocían la estrecha abertura en la peña de Ranero que conduce al abismo.

“Psicológicamente, se trata de una sensación fuerte por la angustia que se siente y, al mismo tiempo, emociona disfrutar de este espacio emblemático”, describe Josu Granja, autor de las fotografías de la torca del Carlista que ilustran el libro. Es la única manera de entrar, lo que la hace apta solo para espeleólogos experimentados. Aunque hace años se estudió habilitar otro acceso “desde la cantera que dio lugar al descubrimiento de la cueva de Pozalagua, generó bastante polémica” y la idea quedó aparcada.

¿Unida a Pozalagua? Cuando en 1957 se realizó un primer intento de conquistar la torca del Carlista, las estalactitas excéntricas de Pozalagua aún no habían salido a la luz. “Ese mismo mes se produjo la explosión de la cantera que desveló el tesoro desde entonces asociado al nombre de Karrantza. Apenas veinte metros separan el final de Pozalagua de la torca del Carlista, por lo que los expertos creen que la cueva en realidad es “un brazo” de la gran cavidad que pudo aislarse por un derrumbe.

Por eso, formaciones como las excéntricas se encuentran en otros puntos de la torca. “Los paisajes van cambiando. Al tocar el suelo se ve un mundo negro de grandes bloques de piedra, altos como casas. A medida que se avanza a los niveles inferiores aparecen formaciones como las excéntricas”, detalla el espeleólogo. El libro da una idea de las dimensiones de este lugar, que en su punto más profundo desciende a una cota de 355 metros. La gran sala central ocupa 8,7 hectáreas y dos hectómetros cúbicos en 497 metros de largo por 287 de alto, “más grande que el estadio del Camp Nou”. Se la bautizó con el nombre de GEV en honor al Grupo de Espeleología de Vizcaya que trató de bajar al centro de la tierra en 1957 “cuando empezaban a surgir agrupaciones de este tipo”. Las otras dos cavidades, más pequeñas se llaman Iradier y Aranzadi.

El Grupo Universitario de Montaña de Vizcaya (GUM), que se adentró en la torca en octubre de 1958 permaneciendo allí diez días, topografió la zona. Hasta el NODO informó en todo el Estado de los progresos de la expedición. Tanta curiosidad suscitó que, a consecuencia de la emisión del reportaje el régimen de Franco llegó a encargar un estudio de las cuevas estatales como posibles refugios contra ataques atómicos, según recoge el libro.

Karrantza alcanzó renombre internacional en el campo de la espeleología después de que se hablara de la cavidad subterránea de Ranero en un congreso celebrado en 1965. A partir de entonces expedicionarios de otros países se dejaron ver por la localidad para comprobar por sí mismos el espectáculo natural.

A lo largo de los años no han faltado los sustos. Con desenlace trágico, en el caso de un joven de Balmaseda fallecido en 1980. Un rayo que impactó durante una tormenta sobre un grupo en pleno descenso, espeleólogos perdidos entre la inmensidad que encontraron el camino de vuelta a punto de que se les acabara la luz, otros que dieron media vuelta incluso antes de descolgarse por miedo... Las vicisitudes son incontables.

A pesar de todo, la torca del Carlista sigue atrayendo como un imán. “Los fines de semana casi siempre se ven cuerdas, signo de que hay gente. Desde el acceso a la cueva de Pozalagua se tardan unos 45 minutos andando”, señala Josu Granja. Mientras, las agrupaciones de espeleología siguen explorando: “Yo estoy en contacto con el grupo Esparta de Barakaldo y Burnia de Galdames y cada año surgen cavidades nuevas. Eso es lo bonito, aunque no tengan la entidad del Carlista. Puede que algún día hallen el cuerpo del soldado que supuestamente le dio nombre”.