Pepita Allende Lejarza, la reina de los Reyes Magos
Pepita Allende Lejarza nació en el barrio de Janeo en Muskiz el 6 de enero de 1917 Durante más de medio siglo dirigió el bar Bilbao, referente hostelero en la localidad
muskiz - Tal día como ayer del año 1917, Josefa Allende Lejarza daba sus primeros pasos en una vida que ha estado marcada por su fuerte carácter y una pasión desmesurada por su familia: la carnal -tiene tres hijos, tres nietos y cinco biznietos- y la de los miles de clientes que durante más de cincuenta años se acercaron a la barra del bar Bilbao, todo un símbolo de la hostelería muskiztarra ubicado junto a la N-634 muy cerca de la iglesia de San Juan.
“Nací en el barrio de Janeo”, deja bien claro esta menuda mujer que ayer, día de su soplavelas, no rehusó la visita homenaje del alcalde de Muskiz, Borja Liaño, ni del concejal de Acción Social, Gontzal Riancho, a pesar de que en los últimos días se ha sentido indispuesta por una ligera infección que, aún así, no ha logrado borrar su pícara sonrisa.
Hija de muskiztarras del barrio de Montaño, en la muga con Zierbena, Pepita, como es conocida en el municipio costero, sirvió en su juventud como costurera, aunque su afable forma de ser en el trato con la gente pronto la situó detrás de la barra del bar Bilbao -nombre extraído del apellido del que fuera su marido, Juan José Bilbao Castelao, un personaje que aún hoy es venerado en Muskiz por su lucha antifranquista y los derechos del pueblo vasco. “Durante mucho tiempo él se encargaba de colocar la ikurriña en el Pico Ramos que luego retiraba la Guardia Civil”, rememora su hija Maritxu, la menor de los tres hermanos de esta pareja que se casó en 1941 y se fue de viaje de novios “a Bilbao, a casa de una tía”.
No en vano, la posguerra es sin duda un período que marcó el devenir de esta familia nacionalista -el fue ertzaina al servicio del lehendakari Aguirre como agente de enlace motorizado- que incluso le llevó en los años setenta del pasado siglo a las cárceles franquistas. “Mi padre era opuesto a mi madre. Ella, muy casera; él, un terremoto al servicio de la patria. Mi madre tuvo que fajarse con mi padre para que asistiera al cumpleaños de un sobrino que coincidía con el Aberri Eguna”, comenta Maritxu mientras su madre destaca que a partir de hoy se abre el camino “para cumplir los 101 años”.
Picante Reconocida por propios y extraños como una gran cocinera -sus callos y patas de cerdo eran legendarios en el municipio-, Pepita Allende confiesa con inocente maldad que “añadía picante a los platos porque así los hombres bebían más vino”.
No era, sin embargo, este artificio culinario el que hizo popular al bar -situado en la entonces milla de oro de Muskiz en donde se encontraba hasta la funeraria local- sino la profesionalidad de esta tabernera “que siempre fue una mujer dedicada su trabajo”, reseña su hija Maritxu. Ella tomó el relevo en la explotación del bar cuando hace unos veinte años, Pepita sufrió un ictus que mermó su capacidad al frente del negocio familiar. “No obstante, tanto ella como mi padre siguieron apoyando”, rememora Maritxu, quien reconoce que la época de esplendor del establecimiento estuvo ligada, entre otros factores, “al cine de la cadena Trueba ubicado al lado del bar, ya que traía a mucha gente a merendar”.
No fue este el único aliciente de este bar en el que brillaba con luz propia Pepita Allende ya que su marido trabajaba en el mundo de la construcción. “Muchos obreros de la Diputación que trabajaban en los caminos y cunetas dejaban las tarteras en el bar para que se las calentáramos”, señala Maritxu mientras el exalcalde de Muskiz y concejal de Acción social, Gon-tzal Riancho aún mantiene vívido “aquel billar a donde íbamos de jóvenes”. Mientras, Pepita Allende susurra con mimo que hoy, con cien años recién cumplidos, se siente como la reina de reyes.