Elixane Castresana
Alonsotegi - Vestido con pantalón vaquero, sudadera y gorra que se coloca hacia atrás, Jon Ander Muñoz, el joven de 17 años estudiante de segundo de Bachillerato con vocación de biólogo y jugador de baloncesto se transforma en Redder, su alter ego: el rapero que habla en sus temas de situaciones cotidianas o cómo ve la sociedad desde Alonsotegi, donde vive. Comparte sus reflexiones a través de un canal propio de YouTube y ha publicado su primer videoclip, anticipo de una futura maqueta.
Los trayectos en coche con su primo camino de los entrenamientos le descubrieron el rap a los 12 años. “Me gustaron las canciones que ponía mi primo y empecé a buscar más”, recuerda. De ahí pasó a interesarse por las batallas de gallos, los eventos en los que los participantes hilan versos sobre la marcha retándose entre ellos. “Aquí en la zona tenemos a Invert, que es todo un referente”, elogia. Además, menciona con perplejidad y admiración la hazaña de “Arkano, un rapero de Alicante que acaba de batir el récord del mundo pasado un día entero improvisando”.
Hace un año que él se atrevió a hacer lo mismo, aunque “sin llegar a ese nivel”, ríe. Intenta acudir una vez a la semana a las quedadas en el parque de Doña Casilda en las que se encuentra con otros jóvenes con sus mismas inquietudes musicales. “Se genera muy buen ambiente” en un escenario perfecto para coger la “práctica” que necesita para mejorar. “Al principio me trababa y no me salía nada”, rememora. Soltarse entre sus compañeros ha sido cuestión de tiempo, como dar a conocer su afición a su familia. “Cuando enseñé mi primer tema a mis padres, les costó reconocer mi voz. Me han apoyado desde siempre, me animan mucho”, agradece Jon Ander.
Ahora se encuentra con la confianza suficiente como para dar un paso más. En septiembre creó su canal de YouTube bajo el nombre de Redder, para mostrar sus composiciones. Se considera “afortunado” por disponer de una plataforma global de valor incalculable como Internet para darse a conocer. “Antes te pasaban un disco y tú se lo dabas a otro, corría entre los amigos, hoy día todo el mundo puede colgar una grabación en la red”, compara. Sin embargo, “los demás también pueden utilizar los mismos canales”, así que sobresalir depende del talento de cada uno.
Inauguró el canal sin avisar a nadie de su entorno. Después grabó un videoclip en Zorrotzaurre, en un paisaje con reminiscencias de los orígenes del rap “en el barrio del Bronx, en Nueva York, en los años ochenta como crítica social”, relata el joven, que rechaza los prejuicios que “hasta hace poco asociaban a los raperos o su indumentaria con ambientes conflictivos”.
No es oro todo lo que reluce, el metal más preciado también se funde, pero un reloj de oro no merece la pena, hay que luchar por no vivir pegado a un reloj de arena, dice la letra de Tempestad, que así se llama el vídeoclip. En sus composiciones le inspiran situaciones cotidianas y temas de mayor carga social. “Quiero evolucionar como rapero y como persona. Si surge un posible boom que triunfe bien y, sino, también, seguiré por amor al arte”, declara. Ya piensa en otra canción de la que podría salir un segundo videoclip. Y no deja de componer “con papel y boli” en los ratos que reserva al rap o apuntando las ideas que le vienen a la mente “en el bloc de notas del teléfono móvil”. Nunca se sabe dónde ni cuándo puede irrumpir la inspiración.