EL primer día que Carles Pérez trabajó con los niños de Sanfilippo fue duro. “Se me hizo diferente por el desconocimiento que tenía acerca del comportamiento que provoca esta enfermedad”, recuerda el musicoterapeuta en el Instituto de Terapias Globales de Bilbao que desde enero de 2015 trabaja con pacientes con Síndrome de Sanfilippo. A través de este técnica, los niños que padecen esta enfermedad evolucionan en cada sesión, según Carles, en cuanto a atención, respiración, frecuencia cardiaca, relación, mirada y pulsaciones. “Eso también se lo llevan a casa”, concreta el experto.

El Colegio Mayor de la Universidad de Deusto fue escenario ayer de un acontecimiento musical interactivo a favor de la Fundación STOP Sanfilippo: Un Círculo de Percusión. La actividad, enmarcada en las XI Jornadas de Verano que organiza el Centro de Investigación Musicoterapéutica de Bilbao, trató de sumar aportaciones para que los niños afectados por esta enfermedad puedan seguir asistiendo a las sesiones.

La musicoterapia, a pesar de los estereotipos que se le han atribuido, como escuchar un determinado tipo de música para calmar dolores o hacer música con niños y adultos, “pretende establecer canales de comunicación con personas que tienen obstáculos en transmitir con la palabra”, explica Aittor Loroño, director del Centro de Investigación Musicoterapéutica de Bilbao. Por eso, los pacientes que tienen dificultades cognitivas, de aprendizaje, emocionales, psicológicas o psiquiátricas son a los que está dirigido este tipo de terapia.

Este tratamiento alternativo trata, a través de la utilización clínica de la música, de estimular procesos fisiológicos y emocionales que permiten activar funciones deficientes o deterioradas. Además, fomenta la socialización con terceros, favorece el control de la ansiedad y ayuda a afrontar a personas con enfermedades degenerativas o terminales su situación.

Vínculo con el paciente Sin embargo, en la terapia musical dos y dos no son cuatro. Tal y como expone el doctor Loroño, “los musicoterapeutas tenemos que crear un vínculo con el paciente. No son matemáticas, no son habas contadas. Son personas con dificultades, por lo que hay que adaptarse y buscar una solución al problema de cada paciente que se nos presenta”, aclara el profesional. Si bien es cierto que con cada sujeto se aplica una metodología distinta independientemente de la edad o la enfermedad, hay algo en lo que coinciden todos. “Cada persona tiene su musicalidad. No se trata de yo toco, tú escuchas. Todos tenemos una historia musical interna, lo que hace el profesional es entrar en esa musicalidad y tratar de armonizar la personalidad musical. Ahí es donde la terapia se pone en marcha”, detalla Carles, que además de musicoterapeuta es músico.

Sin embargo, la musicoterapia no es “apta” para todos los públicos. “Está dedicada a personas que estén diagnosticadas”, aclara Loroño, “es decir, terapia significa ayudar a alguien que lo necesita”, apostilla este licenciado en medicina. Para las personas que no sufren ningún desorden existe un curso llamado Biomúsica, un modelo de musicoterapia creado por Aittor Loroño al que se podrá acudir hasta el domingo en el Colegio Mayor de la Universidad de Deusto. Este prototipo promueve el desarrollo personal para mejorar la salud emocional a través de la música. “La música puede ayudar a todo el mundo siempre que esté bien enfocada y con unos objetivos establecidos”, asegura Loroño. “La música no cura y nunca ha curado, el que se cura es el paciente, quien cambia es la persona”, concluye el doctor.