Un paseo por paredes impregnadas de arte en Portugalete
La artista jarrillera Maite Moyano guía a DEIA en una ruta por los distintos murales que lucen en Portugalete
Los comercios, las aceras o los jardines cuentan mucho de la personalidad de los municipios, de la forma de vida de sus gentes y, cada vez más, los muros y paredes son un fiel reflejo de la identidad local, y pueden ser el lienzo perfecto para mostrar arte, dando así color, vida, alegría y autenticidad a las ciudades.
En Portugalete han florecido, hasta la fecha, un total de 33 murales en paredes y más de 60 cajas de luz han dejado atrás su habitual e insignificante color blanco para dar lugar a auténticas obras de arte que, además, cuentan con el añadido de estar completamente integrados en su entorno. En La Florida, El Ojillo, Peñota, Buenavista, Los Llanos, en el conocido como Parque de Los Monos... Desde 2009, la localidad jarrillera ha ido dando significado a sus paredes y cajas de luz y, parte de ello ha sido responsabilidad de Maite Moyano, una jarrillera licenciada en Historia del Arte y Bellas Artes que ha creado varias de estas composiciones. Por ello, como conocedora en esta materia, Moyano acompaña y guía a DEIA en un paseo por los murales del municipio.
“Como portugaluja aprecio que se hagan iniciativas de este tipo, que se animen a poner el arte a pie de calle”, explica Moyano antes de dar comienzo a la ruta. Ella ha tomado parte en dos planes de este tipo, uno en 2010 y otro el pasado año. La primera parada de esta singular ruta urbana tiene lugar en las inmediaciones del Parque de los Monos. Allí, en una caja de luz, luce desde 2010 un pavo real que se conserva muy bien. “Este lo hice con un estilo muy personal, me gusta mucho. Tardé dos semanas en hacerlo”, indica antes de poner rumbo hacia Peñota, donde un gigantesco mural decora un bloque de escaleras. Un pulpo, un grifo, un rostro humano de perfil o un simpático mono dan vida a esta composición creada en 2009 por los artistas Javi Hernández e Iker Martínez.
“Este mural me gusta muchísimo porque quienes lo hicieron son muy buenos”, declara Moyano. Ella sabe de lo que habla puesto que este fue uno de los murales que restauró en su último proyecto realizado junto al Ayuntamiento de Portugalete. Pese a haber finalizado el trabajo en diciembre, han bastado solo tres meses para que una indeseable pintada atente contra la armonía de este mural. “Da muchísima rabia ver pintadas en los murales y en muchas ocasiones cuesta más hacer la restauración que hacer un mural nuevo”, señala la artista jarrillera.
Una de las claves de toda composición de este tipo es que esté plenamente integrada en el paisaje y el ambiente que le rodea. Por eso, al llegar a las inmediaciones del colegio Gabriel Celaya -a escasos metros de la muga entre el municipio jarrillero y Santurtzi- la figura de una caja de luz emerge entre la postal urbana. En ella, la artista María Crespo pintó varias zapatillas infantiles, dando un toque más colegial si cabe al entorno. “Es una composición simple, pero que me gusta mucho. En ocasiones, somos demasiado rebuscados y lo importante es llegar al espectador, a quien pasa por al lado”, indica Moyano, quien sostiene que “la gente es muy agradecida. Te comenta qué le parece lo que estás haciendo, te da ideas...”.
Ideas que fluyen y que van desde las composiciones más surrealistas como un mural del que, por ejemplo, emerge una solitaria mano, hasta otras más naturales como la que realizaron años atrás la propia Moyano e Isabel Escanciano en una pared ubicada justo detrás de la boca de metro de Peñota. Allí, unas calas blancas lucen en un entorno en el que el verde de los árboles lo toma todo. “Aquí vimos que con un fondo oscuro, negro, se resaltaba más la figura de las flores”, recuerda Moyano. Por el camino hacia el final de la ruta, en Los Llanos, se pueden ver sendas obras de María Crespo en el entorno del colegio Ruperto Medina donde lucen unos caracoles recortables y elementos de costura. La meta es en Los Llanos, allí, Moyano realizó un mural con doce elementos característicos de Portugalete como el Puente Colgante, Rialia, el mareómetro y el propio Ayuntamiento. “Me llevó mucho trabajo, había que meter muchos detalles en poco espacio”, reconoce. Jugó con las escalas, con las dimensiones y dejó puro arte en una pared para sumar al patrimonio de murales jarrilleros. Composiciones que bien merecen ser vistas en un paseo.
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