PARA alguien que disfrutó desde finales de los años setenta hasta 1990 con la montaña rusa, la noria más grande de Europa, el tren de la bruja, los autos de choque, la casa encantada, los karts, el gusano loco o con un concierto de Miguel Ríos, Hombres G o Alaska en las faldas del monte Ganguren, ver hoy en día el parque de atracciones le provocaría una gran tristeza, por no decir depresión. Sus instalaciones dan pena. El deterioro que han sufrido desde que en 1990 dejaran de funcionar han convertido el parque en un cadáver arquitectónico que pide a gritos ser incinerado. Afortunadamente para él y para los vizcainos, ya que su mantenimiento supone 200.000 euros al año, el momento ha llegado. La Diputación Foral de Bizkaia, propietaria del parque, ya tiene asignada una partida de 1,6 millones para que este año sea demolido. Pero antes de que los hierros que soportan las emblemáticas pirámides acaben en un horno, DEIA ha tenido la oportunidad de visitar las decadentes instalaciones. Los ladridos de un perro malencarado ya advierten de que si alguien intenta saltar la valla, custodiada por un guarda de seguridad, se puede llevar un gran susto. Pero como la visita, auspiciada por la Diputación, va acompañada por una guía, no hay problema. El perro se queda enjaulado.

Miren, que así se llama la guía, comienza su intervención haciendo historia. Cuenta que a principios de los años setenta, la Diputación Foral de Bizkaia “lanzó una convocatoria pública con el fin de dotar al territorio de unas instalaciones de ocio y esparcimiento para la población”. Tras ese llamamiento, el 31 de mayo de 1972, tres importantes entidades, Bankunión, la Caja de Ahorros Municipal de Bilbao y la Caja de Ahorros Vizcaina, mostraron su interés por hacerse cargo del proyecto Parque de Atracciones de Bizkaia. Meses después se constituyó la sociedad y la Diputación les adjudicó la construcción y explotación del recinto. El 9 de julio comenzaron las obras y en poco más de un año se construyó el parque, que ocupó inicialmente 10 hectáreas de terreno en la denominada zona de El Vivero, en la ladera del monte Ganguren, término municipal de Galdakao, pero a pocos kilómetros de Bilbao. El 14 de septiembre de 1974, el parque de atracciones abría sus puertas a las seis de la tarde. Estaba concebido preferentemente para un público infantil, aunque disponía de atracciones para todas la edades, como la montaña rusa, la noria más grande de Europa, con sus 26 metros, o un modernísimo circuito de karts.

Precios Aunque a lo largo de los 16 años de vida que tuvo el parque, los precios y los tipos de entradas fueron evolucionando, en el año de la inauguración entrar al recinto costaba 10 pesetas para los menores y 20 para los adultos. Hay que aclarar que no todas las atracciones eran gratuitas una vez que se accedía al parque. Por ejemplo, los karts costaban “100 pesetas cuatro viajes”. En los primeros años, el gasto medio en tiques para las diferentes atracciones era de 110 pesetas por persona. Entre las muchas atracciones cabe destacar: la casa magnética; el salón de tiro; la tómbola, “donde todos los domingos se sorteaba una bicicleta”, recordaba Miren; la casa de la fantasía; la casa encantada; el tiovivo; las motos infantiles; el tren de la bruja; las camas elásticas, el gusano loco; el mini-golf, y el pequeño ferrocarril que circulaba por el interior del parque. También es de destacar la pista de autos de choque “y sus impresionantes dimensiones de 30x14 metros, por la que circulaban en torno a 30 vehículos”; la Noria Visión, cuyos 26 metros la convertían en una de las más altas de Europa; y la montaña rusa, con un recorrido de medio kilómetro y más de 75 toneladas de peso. Además del chiringuito de la piscina, había seis instalaciones destinadas a la restauración: el kiosco, la churrería, dos cafeterías, el restaurante, “donde se celebraron comuniones y banquetes”, que contaba con discoteca, y el autoservicio bufé, que tenía el cartel de cervecería. Según explica Miren, “el número de visitantes estuvo, desde la inauguración, muy por debajo de las expectativas que tenían los promotores”. Las estimaciones iniciales preveían una cifra anual de 1,5 millones de visitantes, aunque posteriormente se rebajaron a 1 millón. A pesar de ello, la realidad es que nunca se pasó de los 500.000 visitantes por año.

Anfiteatro Ni siquiera los primeros años, cuando las actuaciones de reconocidos artistas hacían llenar el aforo del anfiteatro. Por allí pasaron ilustres cantantes como Miguel Ríos, Ana Belén y Víctor Manuel, Alaska y grupos como Hombres G o Tequila. El anfiteatro, que tenía un acceso propio, podía albergar a 5.000 personas, todas ellas sentadas.

En la misma zona, orientada hacia el sur, se encontraba la piscina, que también tuvo éxito, aunque por poco tiempo. La dura climatología del lugar y la crisis de los años ochenta se encargaron de dar la puntilla al proyecto. A pesar de los esfuerzos de la Diputación vizcaina por reactivarlo, el 9 de febrero de 1990 cerró definitivamente sus puertas. Desde entonces, las instalaciones son unas ruinas muy poco atractivas.