Zalla - Argi tiene once años, Puska seis y Bihotz, dos. Son madre, hija y nieto de raza Yorkshire terrier, aunque podrían pasar por hermanos por el aspecto menudo de esta raza. El grupo canino La Manada lanzó un llamamiento para unirse en familia en la marcha que recorrió el área recreativa de Bolunburu y muchos lo tomaron al pie de la letra hasta completar una comitiva superior a los 120 perros. Así, ayer en Zalla empezó a fraguarse una cuadrilla canina que tiene previsto encontrarse los últimos domingos de mes en diferentes enclaves de Bizkaia.

Ataviados con camisetas conmemorativas, ocho voluntarios movilizados para la ocasión a través de las redes sociales recibieron a quienes se acercaron a la localidad en el lugar señalado para ponerse en marcha media hora antes de la hora prevista. “Hasta hoy no nos conocíamos en persona. Vivimos en Bilbao, Bakio o Mungia, explicó Marian Saiz, una de las organizadoras. Ella y los demás trasladaron a territorio vizcaino la iniciativa del adiestrador de Valencia Moisés Albarracín. De su perfil en Facebook se disgregaron decenas de páginas correspondientes a filiales a lo largo y ancho del Estado para convocar la primera quedada canina de ayer.

Tras sondear otras posibles ubicaciones, se decantaron por Zalla, ya que Bolunburu cumplía los requisitos para que pudiera darse cita el mayor número de asistentes posible. “La gente nos pidió que el recorrido fuera llano para transportar sillas de bebé y que también pudieran asistir personas con movilidad reducida y que quedara cerca del transporte público pensando en aquellos que no trajeran su propio vehículo. Dimos con esta zona al buscar una parada de tren”, contaron.

Los voluntarios clasificaron a los canes según su sociabilidad en grupos divididos por colores para evitar roces entre ellos: verde, naranja y rojo. Salieron guardando cien metros de distancia entre ellos. Guardando estas precauciones, pretenden demostrar que antes, durante y después de esta actividad “somos unos dueños responsables, que paseamos a nuestros perros atados, les ponemos vacunas y que no hay que tener miedo a los perros grandes”, reflexionó Marian Saiz.

Sonía García y Javier Villanueva llegaron desde Barakaldo con sus tres canes: Amets, Cheto y Kai. “Les viene bien salir de su entorno, del barrio donde nos movemos habitualmente”, explicaron antes de echar a andar. La llegada de los pequeños supuso “una terapia” para el mayor, que acusó la muerte de la que entonces era la otra mascota de la familia, un gato. Los dos cachorros fueron adoptados. “A uno de ellos fuimos a buscarlo hasta Alicante, conmovidos después de conocer su historia por Internet”, indicaron. El lazo familiar entre Leticia Negrete e Isabel Elejalde, tía y sobrina, se ha extendido a sus mascotas. “Argi, Puska y Bihotz son abuela, madre e hijo”, revelaron mientras los sostenían junto con otro Yorkhire, que cuida el padre de Isabel. “Dos perros viven en caserío y otros dos en piso, pero como vivimos en Zalla y Balmaseda y aquí tenemos zonas verdes de sobra no hay problema para sacarlos a la calle”, detallaron.

La experiencia resultó tan positiva que ya se plantean repetir para mantener el contacto con este grupo que da sus primeros pasos conservando la misma fecha: el último domingo de mes. La respuesta desde otros puntos del Estado donde ayer se organizaron encuentros similares resultó también satisfactoria. “Caras de felicidad y cansancio nos demuestran que ha sido estupendo”, agradeció el adiestrador Moisés Albarracín, impulsor de la iniciativa. Para cansancio, el de los perros que al regresar a casa después de la caminata se tumbaron, exhaustos, a disfrutar de una siesta, según expusieron sus dueños en las fotografías que inundaron las redes sociales.