EN nuestra actual sociedad está en boga la figura del emprendedor y la cultura del emprendizaje auspiciada y apoyada por las instituciones públicas, llamados a sustituir la falta de grandes emporios industriales como los que no hacen tantas décadas dieron brillo y esplendor a nuestra sociedad del bienestar y que hoy, salvo honrosas excepciones, son apenas una sombra de lo que fueron.
Una cultura, la del arrojo empresarial, la del labrarse un porvenir en base a una oportunidad laboral autónoma, bien por experiencia previa o por pura casualidad, o por un espíritu emprendedor hoy día un tanto descafeinado que -a falta de las ayudas que hoy se prestan a los promotores empresariales- se basaba en la capacidad, la laboriosidad o la confianza en sus propias posibilidades. Esto dio origen a sagas familiares que aún hoy perviven de aquella decisión de convertirse en empresarios.
Que se lo digan si no a la familia Urkijo, una saga que en su cuarta generación sigue atendiendo el negocio de carnicería fundado en 1895 por el bisabuelo, Fernando Urkijo, o Larrieta, un honrado albañil al que su mujer tornó en empresario de éxito, la familia de Eusebio González, apodada Hierro, cuya trayectoria da nombre al velódromo local, y cuyas bicicletas aún son sinónimo de calidad.
O el caso de Nicolás Vivanco, un burgalés que concilió más de 30 años de taxista con la puesta en marcha de una carbonería cuyo solar dio origen a la mercería y tienda de modas que aún pervive en la Avenida primero de Mayo de Trapagaran.
Son estos empresarios, cuya idea aún sobrevive a pesar de todos los avatares, un auténtico póquer de emprendedores hechos en blanco y negro. Ellos, al igual que otras ocho actividades históricas de la localidad -algunas desaparecidas y otras trasladadas- han logrado un merecido reconocimiento por parte del Ayuntamiento de Trapagaran, quien ha decidido dedicar el calendario de 2016 al comercio local “por la importante contribución que este sector económico viene realizando desde hace más de un siglo al municipio”, destaca el alcalde de Trapagaran, Xabier Cuéllar.
Solera Así, el almanaque se denomina Trapagaran. Un pueblo vivo desde siempre. Nuestro comercio de antaño y se ha ilustrado con fotografías antiguas de algunos de los comercios con más solera de la localidad y las familias que los han regentado con dedicación durante décadas.
Los vecinos, que pueden recoger el calendario de manera gratuita, podrán realizar un viaje a los años 50, 60 y 70 del pasado siglo para recordar cómo eran aquellos establecimientos de su niñez donde hacían las compras y pasaban el tiempo en compañía de sus familiares y amigos.
De hecho, según ha podido pulsar DEIA entre los vecinos del municipio minero, este homenaje se ha convertido en un ejercicio de “memoria histórica” para muchos talluditos y talluditas vecinas que han vuelto al tiempo en el que las compras -a falta de modernidades como el datáfono y la tarjeta de crédito- se apuntaban en un cuaderno “hasta que se cobraba en la fábrica”, recuerda con nostalgia José Antonio Larrieta, cuya familia abrió a mediados de 1940, en el barrio de Arkotxa, “el primer centro comercial de Trapagaran, ya que además de ultramarinos, tenía ferretería, frutería y bar”, recuerda Larrieta.
“Mi padre Florentino era un albañil al que casi le daba vergüenza ir a cobrar. Menos mal que mi madre Isabel tenía una gran visión comercial”, destaca este hombre, que ve como su descendencia, la tercera generación, sigue con el espíritu familiar”.
Entre los negocios que aparecen ilustrados en el almanaque de 2016 se encuentran, por ejemplo, las instalaciones de Panadería Ocio, el Bar Encarna, el taller de arreglo de bicicletas y motos Balta, la tienda de ultramarinos Larrieta, Ciclos Hierro, Electrodomésticos Gomelar, Modas Vivanco, Alimentación Pablo, Bar Inter, Bar Los Porrones, la vendedora de periódicos Pepa Urmeneta y su hija Mari Carmen Goikoetxea, a quien se apodaba la Periodista, Panadería Zubizarreta, Peluquería Rebeca, los puestos de tiro en las fiestas de La Arboleda y la carnicería Urkijo.
“Todos estos comercios forman parte de la historia de Trapagaran y se merecían un reconocimiento, porque han dado vida al pueblo durante muchos años. Algunos, por desgracia, han desaparecido y otros aún se mantienen activos después de varias generaciones ofreciendo a fecha de hoy un servicio de calidad a nuestros vecinos”, destaca Cuéllar.
Tradición Para el mandatario local, este calendario refleja que Trapagaran “ha sido siempre un pueblo con una importante vida comercial que debemos preservar”. Para conseguir las fotografías del almanaque se ha realizado un estudio de documentación y se ha acudido en persona a algunos establecimientos para solicitarlas.
“Curiosamente, un antiguo vecino de Trapagaran, con residencia actualmente en Málaga, ha aportado algunas de las imágenes que aparecen en el anuario”, desveló Cuéllar, quien señaló que las redes sociales también han sido vehículo de transmisión para solicitar colaboración a la ciudadanía y para ello se ha utilizado un perfil en Facebook para pedir a los vecinos que aportaran las fotografías que pudieran tener en casa y resultaran de utilidad.
El Ayuntamiento ha imprimido un total de 5.500 ejemplares que se repartirán de forma gratuita hasta el 30 de diciembre. Cada hogar ha recibido un folleto que la familia deberá entregar para recoger el calendario. De esta manera, el Consistorio garantiza que haya un almanaque en cada hogar. A partir del 2 de enero se repartirá el sobrante entre todas aquellas personas que deseen coger algún ejemplar más, ya que algunas familias mandan los calendarios a personas que han emigrado a otras ciudades por motivos varios.
Buena oportunidad para recordar a aquellos comercios, varios de ellos surgidos de empleados de la Babcock, que aún hoy gozan de la confianza de sus vecinos-clientes.