Síguenos en redes sociales:

Isabel, una vida entre sardinas y verdeles de Santurtzi

Isabel Castillo, hija de marinero y sardinera, vende pescado en el puerto desde hace cuarenta años Nieta de la famosa ‘Sotera’, la pescadera será premiada el domingo por Santurtzi Gastronomika

Isabel, una vida entre sardinas y verdeles de Santurtzi

Santurtzi - Por su cuerpo corre sangre arrantzale. Su padre, marinero. Su madre, sardinera. Y su amama, la popular Sotera a la que todo Santurtzi adora. No es de extrañar, por tanto, que Isabel Castillo haya pasado prácticamente toda su vida en el puerto de Santurtzi. Primero, recibiendo a su padre tras las travesías en las que salía en busca de sustento. Y alguna que otra vez, ella misma reconoce que las menos, ayudando a su ama con el pescado. “Ella vendía el género en Barakaldo y alguna vez me iba con ella”, recuerda. Desde hace más de cuarenta años Isabel vende pescado en el puerto marinero; una labor que el domingo premiará la asociación de hosteleros Santurtzi Gastronomika con uno de sus Premios Santurtzi. Zorionak Isabel!

Siempre se ha colocado en la misma esquina del puerto, al lado de la lonja en la que vende género: Pescados El Puerto. Ella prefiere estar fuera, a pie de calle. Un lugar privilegiado desde donde puede controlar a cada uno de sus clientes y después, cuando alguno de ellos falta a su visita diaria, pedirle cuentas. “¿Qué, dónde estuviste ayer?”, les pregunta en tono jocoso.

Isabel no pudo conocer a su abuela, La Sotera San Martín. “Justo murió cuando yo tenía meses”, cuenta con pena. No obstante, sus vivencias se mantienen vivas en Santurtzi. Cuentan que la mujer improvisaba versos y coplas sobre diversos acontecimientos del pueblo. En apenas unos minutos, era capaz de dar forma a bellas melodías sobre regatas, días de pesca o enamoramientos. Isabel nunca llegó a ser sardinera. Simplemente un día bajó al puerto y se puso a vender la pesca que bajaba de los barcos. Siempre en la misma esquina. Siempre mirando al puerto. Sin embargo, la escena ha ido cambiando, y mucho, con el paso de los años. De las numerosas embarcaciones que atracaban en Santurtzi cada jornada, solo quedan siete. “Volverán los tiempos de gloria”, sueña Isabel, “por qué no”. Mientras tanto, ella muestra su producto sobre las cajas amarillas que le acompañan desde hace cuatro décadas. Siempre en plena calle, con el único resguardo de un toldo de color azul que abre cuando llueve o aprieta el sol. “Si hace frío, me abrigo. Si hace calor, me lo quito”, resume con total normalidad.

amplia jornada Isabel se pone el delantal de plástico blanco a las 8.00 de la mañana y no se lo vuelve a quitar hasta pasada las 13.30 horas. “Estoy encantada de la vida porque vendo mucho”, asegura con una sonrisa dibujada en la cara. Quizá por eso esta santurtziarra de pro no piense siquiera en dejar su puesto. “Cuando estire la pata me jubilaré”, suelta. Sus clientas lo notarán, sin duda. “Nos fiamos mucho de ella”, dicen mientras esperan a ser atendidas.

En San Pedro, Isabel celebrará su 80 cumpleaños. No le importa decirlo. “Debo tener una sangre muy buena porque nunca estoy enferma”, bromea. Cuando decida dejar el puesto, nadie de la familia recogerá el testigo, “no tengo relevo generacional”. “Isa ha puesto el listón muy alto para quien quiera venir después a vender pescado aquí”, priropean los clientes.

La fuerza de esta mujer, día a día al pie del cañón, será recompensada por la asociación de hosteleros Santurtzi Gastronomika, que el domingo celebra la sexta edición de sus premios. Isabel se llevará a casa uno de los galardones. “¿Qué si me hace ilusión? ¡Claro!, no lo esperaba en absoluto”, asegura. “No sé si me lo merezco o no, pero estoy muy agradecida”, apunta. “Lo cogeré con muchísima ilusión”.

El galardón será concedido en honor a toda una vida entregada al puerto pesquero.