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Cientos de niños del colegio Askartza de Leioa pasan cada año por Claret Etxea

Cientos de niños del colegio Askartza de Leioa pasan cada año por Claret Etxea ubicado en Dima, donde realizan varias actividades educativas en convivencia con sus compañeros

Cientos de niños del colegio Askartza de Leioa pasan cada año por Claret Etxea

El bullicio propio de la inocencia de aquellos que disfrutan con los placeres más simples de la vida resuena alegremente en un recóndito caserío de Dima, habitado por niños y jóvenes que alternan sus estancias semanalmente. Claret Etxea, en el barrio de Artabe, aloja a los alumnos del Colegio Askartza Claret de Leioa para que compartan la experiencia de una convivencia grupal. Con un albergue construido cerca del caserío, las instalaciones otorgan la oportunidad de disfrutar actividades lúdicas, académicas y deportivas en un entorno rural idílico, cerca de las cuevas de Baltzola.

Una de las actividades del programa Dimasteak es, precisamente, la que llevan a cabo los niños de quinto de Primaria, consistente en una experiencia intergeneracional. Con la colaboración de Arratiako Egoi-tza, los mayores residentes en el centro acuden periódicamente a visitar a los niños que estén hospedados en el centro, visitas que también se producen a la inversa. En esta ocasión, una decena de mayores asiste a la presentación de un teatro de marionetas que ofrecen los niños.

“Egun on, gu Oba taldekoak gara eta antzerki bat prestatu dugu”, indica el portavoz del primer grupo que se esconde tras el escenario improvisado para representar la obra a través de los títeres fabricados por ellos mismos. El resto de los compañeros espera su turno mientras los mayores no pierden detalle de la escenificación, llevada a cabo con salero y desparpajo. Los grupos se van sucediendo entre aplausos y risas hasta que uno de ellos canta Ikusi mendizaleak, y todos, niños y mayores, se unen a entonar el conocido cántico.

“Los niños se portan muy bien y son muy amables, no puedo decir otra cosa. Cuando vienen a la residencia solemos jugar y conversar con ellos. Aunque nos da pena cuando toca despedirse, nos contagian su juventud”, relata Carmen, una de las espectadoras de Arratiako Egoitza, mientras los chavales se arremolinan a su alrededor y le prestan mil atenciones. “Este tipo de actividades intergeneracionales se basan en compartir experiencias entre dos generaciones”, cuenta, por su parte, la psicóloga de la residencia, Ainhoa Agirregoikoa. “Los mayores, además de acompañados, se sienten muy rejuvenecidos, les recuerdan a sus nietos. Los chavales tienen todos a sus abuelos, con lo cual es algo que les es familiar. Es una simbiosis muy positiva”, añade.

Antes de la actuación de títeres, los jóvenes realizan actividades en una pequeña huerta detrás del pabellón bajo la atenta mirada de los coordinadores y monitores de Claret Etxea y el tutor de la clase. También participan las personas mayores. “Cuando hacen la actividad de teatro aprovechamos para ir a la zona de invernadero, los mayores suelen explicar a los niños las diferentes plantas y hortalizas, para que no piensen que salen del supermercado”. A su vez, también dan de comer y cuidan de los animales que habitan el caserío. “Hay una burra, unos conejos, unas gallinas y unos cerdos vietnamitas”, enumera José Luis Ortiz de Guinea, responsable de Claret Etxea y profesor de Askartza.

Iker, Patxi, Ines, Naia, Zuriñe, Alicia, Garazi, Irati, Uxue, Leire e Izaro son algunos de los estudiantes del colegio leiorarra de la clase de quinto de primaria -en la modalidad de bizkaiera- que disfrutan de la convivencia. “Pozik etortzen gara Dimara, oso ondo pasatzen dugulako”, relatan los chavales, a los que les gusta salir del entorno urbano que frecuentan habitualmente. “Cuando comenzó la actividad intergeneracional uno de los objetivos principales era apoyar el uso del euskera, dar a conocer el euskalki de Arratia. Hay palabras que usan los mayores que a los niños les suscita mucho interés, como eskobatu o guardasola”, cuenta Agirregoikoa

Enriquecedor “La actividad de Claret Etxea comenzó en 1989”, rememora Ortiz de Guinea, uno de los promotores de la iniciativa. Tras a ojear varios caseríos en la zona de Mungia, finalmente se decantaron por el de Dima, que anteriormente albergó un restaurante. “La ubicación es preciosa, está muy cerca del pueblo, pero a la vez está aislado y no se molesta a nadie. No nos hemos arrepentido nunca”, confiesa el responsable del proyecto mientras muestra las instalaciones del recinto, abierto también a entidades afines a los valores que promueven en Askartza Claret.

“La mayoría de los niños son de Getxo y Leioa, de Erandio, Bilbao, Mungia, Plentzia... Son niños de asfalto, urbanitas”, cuenta Ortiz de Guinea con una sonrisa. “Aunque están habituados a hacer mucho deporte, el tipo de ocio que pueden hacer aquí es diferente y es muy enriquecedor para ellos”, considera sobre las estancias -de diferente duración según el curso- dirigidas a niños de infantil y primaria y a chavales de la ESO y Bachillerato.

En Dima también se conoce el trabajo que se realiza en Claret Etxea. “A su vez, los niños han entrado en relación con actividades que se hacen aquí; con los molinos, los cesteros, los silleros...”. El resultado de la convivencia disfrutada por los jóvenes en Arratia es tangible y tiene consecuencias notables: “Aquí disfrutan del momento, pero estrechan lazos y eso se nota mucho durante el curso”.