SON días en los que los zombis se vuelven amorosos, en los que los payasos lucen camisetas pintadas por ellos mismos, los cortesanos de Luis XVI comparten baile con los bufones y pequeñas hippies aprenden coreografías de Janis Joplin. Días de Carnaval en los que todo es posible. A apenas un metro sobre el metro, los más pequeños fueron ayer los primeros en disfrutar de los días más alocados y disparatados del año, en los que, con una máscara y un poco de maquillaje, cualquier cosa es posible. Desfilaron como auténticas estrellas por la Gran Vía, bailaron entregados y disfrutaron de un merecido chocolate con churros bajo la carpa de la Plaza Nueva. Y sí, este año, el sol acompañó el desfile infantil. ¿Se puede pedir algo más? Claro. “Ya podían ser todos los días así”, pedían Paula, Nile y Lishar. Ahí queda eso. Por si cuela.
Los Jardines de Albia parecían haberse convertido ayer en una torre de Babel donde se dieron cita payasos y zombis, seteros y vendimiadores, minions de ojos saltones, chinos, árabes, bañistas del siglo pasado, caballeros medievales, enjambres de abejas y ramilletes de flores. Un crisol de coloridos vestidos, gigantescas pelucas y sombreros imposibles. Mikel, Eider y Zaila apenas podían contener los nervios. Habían pasado varios días preparando con mimo sus camisetas de payasos llenas de corazones y estrellas de colores y por fin había llegado el momento de lucirlos. “Nos ha ayudado la andereño pero los hemos hecho nosotros. Y también la pajarita y el reloj”, explicaban orgullosos. Como cada año, los alumnos de las escuelas e ikastolas de Bilbao fueron los encargados de dar el pistoletazo de salida a los carnavales de la capital de salida, con un desfile por la Gran Vía, desde Jardines de Albia hasta la Plaza Nueva, en la que no faltaron la música y la animación teatral. Y, después de varios años en los que la lluvia ha aguado las ganas de fiesta de los más pequeños -los carnavales pasados incluso tuvo que suspenderse el desfile-, este año el sol y una temperatura más agradable que los días anteriores se conjuraron para hacerles dueños de la calle. Y vaya si lo aprovecharon.
Muchos colegios apuestan porque el disfraz de estos días vaya más de un simple complemento de la fiesta. ¿Que están estudiando la civilización china? Pues toca echar mano de ojos rasgados y kimonos, como Naia y Raúl, de Artxandape. ¿Hippies? En García Rivero, lucen flecos y corazones como nadie, e incluso se aprenden una coreografía de Janis Joplin. Aitana, Sarey, Anne, Daniel, Jon, Mikel, Naia y Endika saben ahora mucho más sobre los árabes. Pero también había quien se había esmerado con ganas para lucir impecable en el desfile de ayer. Laura, Amansé, Nuria, Leire, Emily, Leidy y Ju Lin sobre necesitaron un par de bolsas de plástico, un poco de cartulina y dos ceniceros de usar y tirar para convertirse en encantadores minions. Los Zombies de Ave María incluso repartían caramelos. “Es que somos zombies amorosos”, explicaban Lander, Harkaiz, Maialen, Asier, Iker, Garazi, Yeray y Janire. En el Cervantes apostaron por las cuatro estaciones. Haizea, Naroa, Ayala, Meakle, Leire y Nahia eran los vendimiadores de otoño. “Ahora vamos a bailar; hemos preparado hasta una coreografía”, contaban, enfilando la Plaza Nueva. Y, poco después, mientras los más mayores se movían al ritmo de Michel Teló, Mossa, Iker, Inés y Nikole se relamían con un vaso de chocolate con churros. “Hemos visto payasos”, contaban con los ojos brillantes de emoción.