Sopela - El txakun es la onomatopeya del sonido primigenio de la txalaparta y simboliza los dos sonidos que produce el corazón en la sístole y en la diástole. Sin saberlo, en lo más hondo del corazón de Ander Sánchez, un vecino de Sopela de 44 años, sonaba el txakun de la txalaparta. Pero el descubrimiento de su verdadera vocación llegó hace dos décadas. En este tiempo, ha buscado fusionar el sonido de este instrumento de percusión con otros estilos como el flamenco y el claqué.
La de Ander es una de esas historias en las que la pasión yace dormida como el magma de un volcán hasta que despierta en toda su inmensidad y la lava se lleva todo lo que encuentra a su paso. Ander había finalizado sus estudios de Derecho y estaba trabajando cuando le llegó la llamada de la txalaparta. “Comencé a tocar al terminar la carrera, empecé bastante tarde”, reconoce Sánchez, un apasionado del mundo de la música y, especialmente, de la percusión. Fue mejorando su técnica de forma autodidacta, a base de tocar y tocar. Adquirió el nivel de poder enseñar a los demás y se puso a dar clases de txalaparta. Allí, su vida dio un vuelco.
Fue casual, ya que una alumna de Ander también asistía a clases de flamenco de la mano de Chuba Alba. “Ella fue el nexo que nos puso en contacto a Chuba y a mí”, reconoce. El txalapartari fue acercándose al mundo del flamenco, una disciplina de la que le atraía “la parte de percusión” pero que le fue cautivando poco a poco. Así nació el espectáculo Distintas en el que junto a Chuba Alba, Christina Lindegaard y Rosa Lahoz, Ander dio el paso de fusionar el flamenco y la txalaparta. “Este fue el primer evento flamenco que se hizo en el Kafe Antzokia”, apunta. Aquel espectáculo también visitó Francia y Granada y en él Ander tuvo que pasar del arte de la improvisación en la txalaparta, a tener que regirse por compases, ritmos y silencios.
La música y el sur le estaban llamando a gritos y, por ello, Ander dio el paso de dejar su profesión y dedicarse de lleno a la música. Viajó a Sevilla, donde durante dos años estuvo formándose musicalmente, estudiando todo aquello que le hiciese mejorar en el mundo de la percusión y la txalaparta. “Toqué percusiones flamencas como el cajón, instrumento del que ahora doy clases”, explica este vecino de Sopela y bilbaino de nacimiento. Pero el moverse por un ambiente tan flamenco, tuvo el inconveniente de que rara vez pudo tocar la txalaparta. “Allí no podía actuar tocando la txalaparta porque necesitaba a otra persona y era muy complicado encontrar a alguien”, destaca. Pero, las ideas seguían fluyendo en su cabeza y, tras volver de su experiencia andaluza, decidió darles rienda suelta. En mitad de esa tormenta de ideas, apareció al figura de la ermuarra Lidia Lorenzo. “La conocí en Granada y nos reencontramos cuando ella volvió a Euskadi”, destaca Ander.
txaleo Desde entonces, han desarrollado diversos proyectos juntos, el último de ellos, Txaleo, un grupo que fusiona el flamenco con la txalaparta y dándole unos toques modernos de batería y piano. El pasado 31 de enero, Txaleo aterrizó en Kurtzio kultur etxea de Sopela, siendo el primer espectáculo flamenco que acogía la localidad. “Fue muy bonito y emocionante tocar en Sopela, además, Kurtzio se llenó, fue un éxito”, desvela Ander. “La gente conecta muy rápido con este espectáculo porque es un montaje muy atractivo que mezcla tradición y modernidad”, explica el txalapartari.
Este es solo el último proyecto de este percusionista que también imparte clases de txalaparta y cajón flamenco en la escuela Lur Soinuak, ubicada en el Casco Viejo bilbaino, donde además hace excursiones sonoras bajo el seudónimo de Anandalan. A la vez que txalea con Lidia Lorenzo y trata de que sus alumnos progresen en la percusión, también trabaja en el espectáculo Sincopados. Esta obra fusiona el claqué con la txalaparta en un nuevo reto que ha asumido Ander y que se pudo ver en la sala Cúpula del Teatro Campos el pasado diciembre.
Tiene una agenda apretada, pero Ander no concibe su vida sin música. “Todo es música, los latidos del corazón es el txakun de la txalaparta”, recuerda este hombre que ha encontrado en este instrumento y en la fusión, su vida.