Una mujer cruza la calle justo delante de un edificio de viviendas nuevas. "Desde que me salió una, cambio de acera cuando paso por aquí. Hay ratas del tamaño de gatos y con el miedo que las tengo...", explica, enfadada. A simple vista no se ven, pero los vecinos aseguran que haberlas, haylas. Los restos de obras y la basura se acumulan, eso sí, entre los dos edificios de viviendas con las que se encuentra el visitante nada más entrar en Atxondo. Uno es apenas un esqueleto de hormigón y ladrillo; el segundo, ocupado desde hace meses por media docena de personas, luce espléndido sus dos plantas recién construidas. En la parte de atrás, el agua se ha acumulado formando una gigantesca piscina que no tiene ningún cierre de seguridad. Los vecinos están más que hartos: desde que la promoción se paralizó, la insalubridad y la suciedad campan a sus anchas en Barraski, y la presencia de okupas ha terminado por agotar su paciencia. "Y el Ayuntamiento, sin dar señales de vida. Qué vergüenza, qué vergüenza...", repite la mujer, que se aleja con su bolsa de la compra.
El proyecto para construir 52 viviendas, con su parte correspondiente de vivienda pública, arrancó hace ya más de dos legislaturas, cuando el PNV aún gobernaba en Atxondo. Los pisos, divididos en dos bloques de dos alturas cada uno, contarían también con una urbanización exterior, bajos para locales y nuevos viales de acceso a Apatamonasterio, donde se ubica la parcela. Pero Norvisa, la promotora de las viviendas, dejó a medio construir la promoción cuando ya estaba finalizada la primera fase, hace cuatro años. Uno de los edificios está a primera vista ya finalizado, listo para que sus propietarios entraran a vivir: las fachadas están enlucidas en blanco, las ventanas tienen colocadas persianas y las puertas de los portales están instaladas. Es aquí donde se han instalado los okupas. Desde hace unos meses, denuncian los vecinos, media docena de personas están viviendo en ellas, "robando la luz de las farolas y agua que pagamos todos. Incluso han colocado una tubería para el desagüe, uniéndolo al colector municipal".
Los okupas también han puesto nombre al edificio: Barraski Lore, según reza en una verja caída que también luce el símbolo del movimiento okupa. En la entrada del bloque, abierto de par en par, un cartel defiende las razones por las que han entrado en las viviendas. "Desde hace tiempo, el movimiento okupa ha sido símbolo en contra del capitalismo", relata una mural plastificado que lo justifica, resumido en nueve puntos. "¡Son unos sinvergüenzas!", protesta, airada, otra vecina de la zona. "Lo que nos faltaba por ver: se meten en una casa que no es de ellos y encima hay que pagarles la luz y el agua entre todos. Hay gente joven que adelantó 10 millones de las antiguas pesetas para comprar un piso ahí y los perdieron. Además, hay que escuchar a la alcaldesa decir que no le consta que haya nadie viviendo ahí".
"No nos compete" Y es que el equipo municipal ni siquiera ha reconocido al existencia de estos okupas. "No lo sé", respondió la primera edil en el pleno municipal, ante las preguntas de los concejales del PNV. "No están en nuestra propiedad y no nos compete. Hemos puestos carteles de prohibido el paso y la zona se ha cerrado en varios ocasiones, pero si entran no podemos hacer nada. El movimiento ocupacional es algo que ocurre dada la actual situación", zanjó Rosa Elizburu.
Unos metros más allá, el edificio de la segunda fase solo tiene completado el esqueleto de hormigón. El hueco que queda entre ellas, y en el que también se estaba construyendo, el agua se ha acumulado. Restos de obra y bidones flotan en la lámina, de la que sobresalen los restos de columnas inconclusas, ante la atónita mirada de vecinos que no dejan de alertar del peligro que supone que no haya ninguna valla que limite su acceso. "Cualquier día podemos tener una desgracia con algún niño que se caiga al estar jugando por aquí. No entiendo cómo consienten tener este terreno en este estado", se pregunta, molesto, un vecino que pasea con su perro.
Desde que la promotora paralizara las obras no se ha movido un ladrillo en Barraski. Ya no quedan en la zona grúas ni ningún elemento que recuerde que allí se ha estado construyendo, más allá de las vallas que limitan el paso en algunas zonas. La constructora ni siquiera devolvió la parte proporcional que le correspondía por la urbanización de la zona y que adelantó en su día el Ayuntamiento: 305.000 euros. En 2012, el equipo municipal anunció un acuerdo con la promotora para que abonara su deuda en tres plazos. Dos años después, las promociones siguen bloqueadas.
Los vecinos llevan tiempo denunciando la suciedad e insalubridad de la zona, donde se acumulan cascotes y otras basuras más recientes. "Da una imagen muy triste y es lo primero que ves al entrar al pueblo. Ya podrían hacer algo", se queja una joven que vive en los bloques de vivienda de enfrente. Un vecino que acaba de aparcar su coche es aún más tajante. "Esto es tercermundista, no hay derecho. Da asco pasar por aquí", se enfada.