Tanto tiempo lleva escuchándose que de la literatura solo comen cuatro, que uno iba con cierta prevención porque les quiere. ¿Se habría convertido el hotel Abando, sitio de la cita, en uno de esos comedores sociales donde hoy, por desgracia, cuesta encontrar mesa libre...? Pronto llegó la respuesta: no. El encuentro estaba promovido por Asier Muniategi y la Feria del Libro, un cónclave de escritores donde los libros se posan en su vuelo migratorio, desde las editoriales a las bibliotecas. Se diría que los quioscos que estos días inundan El Arenal de palabras es un puesto de contrapasa. Otro cantar es que escaseen los cazadores de libros. Y se ha perdido, dicen los que saben, la emoción por la sorpresa, por el hallazgo feliz de un soberbio escritor que uno no conocía.
A buen seguro que más de uno de ellos militan en el grupo de letrudos que ayer se sentaron en la mesa del hotel Abando, insisto. Y sí, todos ellos comen o han comido de lo escrito, aunque sea tema común lo mal que están las cosas. Si llegan a decir lo contrario los hubiesen llevado a la NASA para su investigación: que a uno le vaya bien hoy es una cualidad extraterrestre. Asier había invocado a los escritores vascos y un buen puñado de ellos respondieron a su llamada.
Se habló de la revolución tecnológica y de las plantaciones de tomate; de los chinos o de La guerra de las galaxias; de Joseph Conrad o del terrorismo; de los escritores malditos o de las etiquetas; del curioso y extraño caso del best seller o de los rituales; de la emoción y del desencanto. Es lo que cabe esperar de gente ilustrada, gente preparada para sobrevivir a una sobremesa sin estar más de cinco minutos callados.
Antes de que los presentes se sentasen a la mesa, quiso el azar que el lehendakari Juan José Ibarretxe se cruzase con varios de ellos e intercambiase un ramito de saludos. Fue la nota más llamativa de los preámbulos (en el epílogo lo curioso fueron los gin-tonics, pero ese es otro cantar...), donde todo fueron saludos y parabienes. Entre los asistentes al almuerzo se encontraban Jon Bilbao, Juan Bas, Ramón Saizarbitoria, Juan Carlos Márquez, quien ejerce de bilbaino en Madrid, como si cumpliese un juramento de fidelidad eterna; Mikel Jauregi, José Javier Abasolo, quien guarda paralelismo en los gustos policíacos y negros (de género, se entiende...) con Bernard Minier, también presente tras la presentación de su última novela, El círculo; Toti Martínez de Lezea, junto a su marido Alberto Albaizar, quien confesaba no haber leído las novelas de su mujer -"le gustan los libros de naturaleza y otras historias", le justificaba ella, entre gruñona y enamorada, tantos años después...-; Inma Roiz, que está triunfando con Manuela; Txani Rodríguez, quien va a hacerlo con Agosto, ya caliente en el horno y que se mueve con proyectos de interés desde Docor Kultura ; Teresa Aranguren, Félix G. Modroño, Mikel Alvira, quien ultima la presentación de un cortometraje; David Barbero, José Agustín Iturri, Iñaki Aldekoa, Pedro Ugarte, Jon Arretxe, Miguel González San Martín y un buen puñado de gente capaz de lanzarse a la aventura de escribir (hace muchos años o no tantos...) sin caer en el desaliento.
Hubo, insisto, tantos debates como noches: mil y uno. Y en todos ellos, incluso en las opiniones más ácidas y mordaces, subyacía la misma impresión: podrán desempeñar otros tantos oficios, pero jamás renunciarán a la escritura o la lectura. Se ve que por sus venas corre un extraño cóctel de sangre tinta. Merece la pena escucharles. Pero sobre todo es necesario leerles. Matan la ignorancia.