Sestao
Mueven sus manos con gran prestancia mientras agarran con soltura la blanda "llave" con la que abren la puerta de su tremenda imaginación a través de un taller de modelado.
Son los chicos de la plastilina de Álbiz: Irune, Garazi, Naiara, Jon, Naroa, Irati, Eneko, Jaione ... y así hasta una veintena de niños de tercero a quinto de primaria que permanecen sentados a duras penas ante sus pupitres que por momentos tiene más colores que el arco iris.
Una escala cromática en plastilina que les permite crear desde delfines negros o color "pitufo" o un Capitán América rechoncho hasta un castillo sin techo, carromatos o carricoches psicodélicos. Hasta un toro de lidia zahino que se coló en el Belén que "los mayores" -9 y 10 años de purita pólvora- hicieron el pasado año junto con la isla del Tesoro y un Olentzero rodeado con más animales que los que cupieron en el Arca de Noé.
Entre los alumnos del sestaoarra colegio público de Álbiz hay futuros cirujanos plásticos, muchos cantantes, futbolistas, ¡cómo no! aunque no fuera su primera referencia, e incluso un futuro monitor de modelado con plastilina, la primera arcilla de los pequeños. Con este sencillo material y una psicología a prueba de "terminators" con pantalón corto el monitor y artesano, Esteban Iglesias, como el flautista de Hamelín, atrae a los niños hacia un mundo donde, como bien han aprendido los pupilos, está prohibido decir: "Es imposible" o "No se puede hacer".
Con las manos Acostumbrado al trabajo con arcilla y porcelana entre otros materiales, Esteban es en el fondo un niño disfrazado de adulto al que le gusta modelar, crear y enseñar a crear cosas bonitas con las manos. "Es la mejor herramienta", preconiza el artesano-monitor ante unos alumnos que ya saben que las herramientas deben usarse lo menos posible. "Con las herramientas hacemos los ojos", apunta Naroa, una pizpiripeta niña que, como todos sus compañeros de taller, reconoce que "lo de la plastilina es muy divertido".
"Al fin y la cabo lo más importante es que se lo pasen bien y despertar la creatividad latente de los pequeños viene por añadidura porque tenerla la tienen a raudales", comenta Esteban que este año ha duplicado el número de alumnos con respecto al pasado curso hasta llegar a 107 niños. "Una de las grandes cualidades de este aprendizaje es que aumenta la autoestima de los niños que ven como con sus manos y la plastilina son capaces de crear cosas de la nada y no dudan en llevar sus trabajos a casa para enseñárselo a su familia", apunta Iglesias quien refiere otras ventajas del trabajo con la plastilina como la concentración. "Es un bálsamo para los más inquietos", asegura.
Se acercan las dos de la tarde y dentro de poco serán los más pequeños de primaria los que tomen el relevo en el taller de los sueños hechos plastilina. Mientras, los mayores, aplicados, recogen la clase con sus piezas recién creadas en la mano prestas para llevar el arte a casa. Como dice Esteban, "no os preocupéis si al llegar a casa la pieza se os cae y se rompe, siempre podéis volver a crearla".