ESTABA escrito que Mikel iba a ser marino. Su familia materna es de Bermeo y eso, además de imprimir carácter, predispone a la mar. "Mi aitite fue el primer capitán de marina mercante de la saga y el resto ha navegado en pesqueros", explica este joven lobo de mar. Y añade: "No sé si lo llevo en la sangre, pero a mí esto me gusta mucho". Así que él siguió la tradición familiar por vocación. "Yo no tenía ninguna duda cuando me planteaban lo que iba a estudiar: quería ser marino", dice que contestaba. Tras terminar la carrera en la Escuela de Náutica de Portugalete estuvo navegando varios años en la marina mercante hasta que salió una plaza para ser capitán del Saltillo. La sacó y desde hace nueve años es el patrón del buque escuela de la UPV. En verano realiza con el barco diferentes travesías por el Cantábrico. La tripulación siempre está compuesta por 14 alumnos. Estos días el Saltillo, con base en el puerto de Santurtzi, se encuentra realizando la "costera" vasca, una travesía que aprovechan para mostrar el histórico velero en los puertos de Hondarribia, Donostia, Getaria y Lekeitio. Mikel disfruta navegando en el Saltillo tanto por ser un buque escuela como por su belleza. "Es un barco que, nada más verlo, engancha", dice el joven capitán.
La relación de Mikel con el Saltillo se fraguó mucho antes de que sacara la plaza de capitán de barco. "Cuando andaba navegando en la mercante y volvía de permiso siempre preguntaba por el Saltillo, porque durante mucho años lo veía allí, en el dique seco, restaurándose", recuerda. Su recorrido para llegar al timón del Saltillo reconoce que fue "peculiar". "Yo estudié Máquinas primero", aclara, "y después de navegar cinco años en la marina mercante como maquinista saqué el título de piloto, que me capacitaba para ser capitán del Saltillo". Y para obtener esa capacitación también tuvo que navegar un año como alumno-puente en barcos petroleros, gaseros y bulkcarriers. Así hasta que se puso a los mandos del buque escuela. ¿Es difícil gobernarlo?, le preguntamos. "Todo tiene su práctica", responde, "pero una vez que se aprende, es llevadero". Aun así, reconoce que para los alumnos es "complicado" en un primer momento por la cantidad de elementos que hay en el barco.
Navegación A pesar de todas esas complicaciones, Mikel defiende que un barco de estas características es la mejor forma de aprender porque "la verdadera forma de navegar es a vela". "Las prácticas que se hacen en la marina mercante no tienen nada que ver con estas del Saltillo", dice, "allí eres el último mono y aquí los alumnos son los responsables de hacer todo: las maniobras, la navegación, la comida... Yo solo coordino las labores. Además, tiene una parte social, la de convivencia y organización de grupos que es muy interesante para su futuro profesional".
Durante el curso, el Saltillo sale a la mar todos los miércoles y viernes, y los veranos realiza diferentes travesías. Este año estuvieron en julio en Brest participando en un festival náutico y en una regata que reunió a más de 2.000 barcos clásicos, y estos días están realizando una travesía por la costa vasca. En todos estos viajes, la tripulación está compuesta por alumnos que se apuntan de forma voluntaria. "Para muchos de ellos es una forma de pasar las vacaciones", aclara. El caso es que se crea "un ambiente muy bueno", precisamente porque todos son voluntarios y tienen ganas de navegar. "Yo estoy encantado", resalta Mikel, "el barco es estupendo y los alumnos son estupendos". Hacen guardias, como en la marina mercante, y se encargan de todas las facetas que requiere el mantenimiento del barco.
A bordo del Saltillo, Mikel, al igual que los alumnos, ha podido disfrutar de preciosos amaneceres y puestas de sol, aunque también de borrascosas travesías. Recuerda una que no se le olvidará. "Fue durante mi primer año en el Saltillo, en un viaje que hicimos a Irlanda. Tardamos ocho días en subir y cinco en bajar", relata. "La subida fue mortal", prosigue, "nos pilló un temporal bastante importante y estuvimos tres días con olas grandes y mucho viento; la verdad es que fue un viaje incómodo". Es la única ocasión en la que se ha mareado. "Es que fue una salida del puerto de lo más truculenta, tuve que bajar varias veces al pañol, en proa, el barco se movía mucho, yo andaba sudando... Durante dos días que no estuve nada cómodo hasta que el cuerpo se fue haciendo".
Mareo Por eso, Mikel recomienda a sus alumnos que ante el mareo "tengan paciencia, respiren hondo, tomen el aire y piensen que se va a pasar". Lo mismo que los temporales. "Cuando hay mala mar", dice, "hay que pensar que algún día llegarás a puerto y que todo terminará bien". Y en puerto, a soportar los primeros días "el mal de tierra". "Vas andando por la calle y la tierra se te mueve", cuenta Mikel. "Se te mueve la ducha y te agarras a las paredes", explica gráficamente. Así que Mikel prefiere dormir en el camarote del Saltillo mientras el barco navega suavemente. "Se duerme de maravilla, mejor que en casa, oyendo el ruido del viento y la vela", cuenta. Para él es algo muy relajante, lo mismo que navegar a mar abierto. "El mar te da una sensación de libertad que no se puede explicar con palabras, hay que vivirlo", dice. Sobre todo a bordo del Saltillo, un barco que enamora a primera vista. Por lo menos, eso es lo que le pasó a Mikel.