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Algo lleva el río cuando suena y el del IES Dolores Ibarruri de Gallarta (Abanto-Zierbena) no ha parado de cantar y contar historias a través de los miles de alumnos y decenas de profesores y trabajadores que han pasado por sus aulas desde hace cuatro décadas.

Esta es una historia que comenzó a finales de los años 60 con no pocas dificultades que casi acaban en un pequeño desastre derivado de la actitud de un constructor, que abandonó la obra del edificio sin haberlo concluido. "La obra había empezado en septiembre de 1969 y tenían que haber estado lista para diciembre de 1970. Sin embargo, en enero de 1970, y ante la lentitud de las obras, acudimos a Madrid donde nos dijeron que el ritmo era normal y que no había motivo de alarma", recuerda el entonces alcalde de Abanto-Zierbena José Antonio Romero.

A pesar del anuncio, en julio de ese año les confirmaron que "uno de los socios de la empresa a la que se adjudicó la construcción se había marchado al extranjero con el dinero y que la obra estaba parada por completo", desvela Romero. Una situación que motivó frecuentes viajes por parte de una comisión municipal a Madrid para lograr que el edificio educativo continuase su ejecución, una cuestión que tardaría casi un año en resolverse.

"Estuvo a punto de convertirse en un pequeño desastre pero al final conseguimos que el Instituto encontrara el apoyo necesario y las obras se reanudaron en julio de 1971", señala Romero, quien destaca que cuando vinieron de vuelta lo hicieron con el reconocimiento de Instituto Nacional de Enseñanza Media Mixto y no de mera sección delegada, como se proponía desde Madrid.

"Incluso nos llegaron a proponer que el Ayuntamiento, con cargo a Fondos municipales, se hiciera cargo de un donativo o subvención al nuevo contratista que se encargase de las obras y que, al propio tiempo, le asegurase que durante un par de años todas las obras municipales a realizar le serían adjudicadas. Nos pareció imposible que se nos diera un consejo así desde un centro oficial y por todo un jefe de la Sección de Construcciones", explica Romero. Sin embargo, el Ayuntamiento no cedió y siguió exigiendo la finalización del edificio escolar.

Convivencia

Los despachos se convierten en aulas improvisadas

Este impasse en la construcción obligó a convertir el propio edificio consistorial en un aulario repartido por salas de reuniones, cuartos auxiliares e incluso despachos donde convivían intermitentemente expedientes administrativos con libros de geografía o matemáticas.

"Ello creaba un buen barullo en el Ayuntamiento, con cerca de 100 chavales para arriba y para abajo, saliendo al recreo", recuerda Norberto Alonso, uno de los primeros profesores del Instituto que llevaba a sus alumnos a dar clases de gimnasia a la hoy plaza de Blasco Ibañez, frente al actual Instituto Dolores Ibarruri. "Entonces los terrenos en torno al Ayuntamiento no estaban urbanizados como ahora, así que nos veníamos hasta aquí para hacer ejercicio".

Una situación que recuerdan con cariño los antiguos alumnos del curso 1970-71 como Petri y su compañera Carmen que no quisieron perderse la inauguración de una exposición que repasa algunos de los momentos más significativos del centro en el que entraron con apenas doce años.

"Éramos las alumnas más pequeñas de las que fuimos al Ayuntamiento y de las que estrenamos el centro", recuerda Petri mientras apunta a una foto de la exposición en la que se ve a buena parte de su curso en una excursión escolar.

Junto a los paneles con reproducciones de legajos y fotografías del nacimiento del centro escolar y de sus alumnos, la muestra -que estará abierta hasta el próximo día 10 de mayo- se completa con algunos de los libros y materiales que se utilizaban en la docencia de aquellas época, incluido el clásico esqueleto humano. "Antes no contábamos con tantos medios, pero creo que entonces los alumnos estudiábamos más que los de ahora", apunta Petri, quien tiene a su hija adolescente en el centro que ella inauguró. Las historias del IES Dolores Ibarruri, continúan.