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Un dentista de caballos

Sylvain Prétat se traslada tres veces al año desde Normandía a Bizkaia para arreglar las dentaduras de los equinos de los clubes hípicos vascos

Un dentista de caballosFoto: J. Lazkano

Bilbao

Sylvain se enamoró de los caballos durante unas vacaciones en Bretaña. "El hijo de unos amigos de mis padres tenía una yegua y me invitó a dar una vuelta", recuerda. Aceptó y le gustó tanto que aquel mismo verano decidió que su vida estaría relacionada con los caballos. Esa determinación le llevó a entrar a los 14 años en la prestigiosa Ecole des Haras Nationaux- Haras du Pin, donde se graduó como profesor y jinete. Así se fue ganando la vida, dando clases y compitiendo, hasta que comenzó a interesarse por la salud dental de los caballos. Aprendió el oficio y se estableció por su cuenta en 1987. Desde entonces ha pulido los dientes de los mejores caballos de Francia. Y desde 1997, las dentaduras de muchos de los equinos de Bizkaia.

Sylvain se enamoró del País Vasco desde la primera noche que pasó en el coqueto hotel Goizalde de Sopelana, junto a la playa. Tan a gusto se encuentra allí, que lleva 14 años sin faltar a la cita. Cada cuatro meses recorre 1.200 kilómetros para "herrar" los dientes de los caballos de clientes particulares y clubes de hípica. Pero no le importa venir desde Normandía porque "tengo muchos amigos y me lo paso muy bien; para mí son como unas vacaciones".

Sylvain dice que se lo toma como un descanso, pero la verdad es que no para de trabajar durante los diez días que pasa en Bizkaia en diferentes épocas (marzo, julio y noviembre). Su amigo Eneko le prepara un apretada agenda por los clubes de hípica de Urduliz, Laukiniz, Castillo de Butrón y Mungia, entre otros. En todos ellos hace lo mismo: pulir los dientes de los caballos. ¿Y por qué hay que pulirlos?, le preguntamos. "Porque a los caballos les crecen los dientes durante toda su vida", contesta. "Y el problema se plantea", prosigue explicando Sylvain, "porque los caballos que viven en los boxes no son como los que están en el campo, que pueden estar comiendo hierba hasta 17 horas al día y con ese ejercicio ellos mismos los pulen". Los caballos estabulados, que se alimentan fundamentalmente de pienso, no ejercitan lo suficiente sus molares como para que se igualen. Ahí es donde entra en acción Sylvain. Con sus tornos, equipados con cabezas de diamantes, y con mucha paciencia y cariño, este experto francés va puliendo las cuarenta piezas dentales que tiene un caballo. "Tardo unos diez o quince minutos con cada caballo". ¿Y sufren? "No, nada, porque yo trabajo con la parte del diente que no es viva".

Herreros de la boca El trabajo de Sylvain se limita exclusivamente a limar las puntas de las piezas dentales de los caballos "para que no sufran cuando se les pone el bocado". Si él ve alguna "patología" en la boca del caballo avisa al veterinario, porque "nosotros no podemos actuar en esos temas, cuando hay que hacer un tratamiento con antibióticos o anestesia". "Los dentistas equinos solo somos los herradores de la boca", dice Sylvain. Herradores que se cotizan en el mundo de la hípica porque "los problemas dentales de un caballo pueden afectar mucho a su rendimiento en las competiciones". Sylvain, aunque él no lo diga, es uno de los dentistas más reputados de Francia, donde existe una gran cultura del caballo. Según comentaba el responsable del Club Hípico Castillo de Butrón, "Sylvain es muy humilde y él no lo dice, pero es uno de los mejores dentistas de Europa; ha pulido los dientes de caballos que han sido campeones del mundo".

Esa humildad es la que también aplica Sylvain cuando introduce el torno en la boca del caballo. "Hay que darles tranquilidad", dice, porque si están nerviosos, ellos lo notan y le pueden dar un susto". Él ya lo tuvo en sus primeros años de profesional cuando un caballo le propinó un mordisco. "Y tiene mucha fuerza", señala riéndose. Pero Sylvain aprendió la lección. Su técnica se basa en dar cariño al caballo antes de comenzar la sesión. Les trata con delicadeza. Sigue enamorado de este animal que, según él, "es el más simpático y dócil de la tierra". "No tiene nada para agredir", dice, "ni cuernos, ni afiladas pezuñas, ni dientes como el lobo, solo tiene las piernas para huir, para evitar la agresión".

Jubilación Sylvain comienza a estar cansado de tanto "herrar dentaduras". "Ya tengo 63 años", dice, "así que espero jubilarme dentro de uno o dos años". Mientras tanto, seguirá viniendo a Euskadi para atender los compromisos que le prepara su amigo Eneko. "Aquí me siento muy bien, me gusta la gente, el paisaje, la playa en verano...". Sylvain aterrizó en Sopelana por casualidad. "Un amigo que trabajaba en un picadero de Urduliz me dijo a ver si quería venir a trabajar unos días para arreglar las dentaduras de unos caballos; me buscó ese hotel que está junto al mar y ahí sigo viniendo".

No le importa atravesar toda Francia durante un día para reencontrarse con sus amigos. Sylvain no tiene problemas con el idioma porque lo aprendió cuando iba de vacaciones con sus padres a Almenara, una localidad de la Comunidad Valenciana. "Cuando yo iba a la costa española no había turismo, así que jugaba con los chicos del pueblo y ésa era la mejor forma de aprender el castellano".

Sylvain siempre marca en el calendario las fechas que tiene que atender a los clientes vascos porque mezcla trabajo y vacaciones. Las dos cosas le llenan. Disfruta porque está enamorado de los caballos y del País Vasco.