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Agur al orgullo de Bilbao

Tras 17 años de ruta, el ferry zarpa por última vez desde el puerto de Santurtzi rumbo a Portsmouth

Agur al orgullo de BilbaoFoto: juan lazkano

LA tripulación del Pride of Bilbao se despide del puerto bilbaino entre lágrimas, fotografías y la incertidumbre de su futuro. Sus ojos enrojecidos e inundados les delatan. El recorrido que lleva haciendo durante 17 años hoy resulta más difícil que nunca. Extraño. Abrazos. Palabras de ánimo. Hasta prontos que quieren decir "nunca nos volveremos a ver". Itziar Torre, directora de la atención al cliente del Pride of Bilbao, observa, pañuelo en mano, cómo la pasarela que une el buque con el Puerto de Bilbao se levanta por última vez. Se aleja. Se despide. "Agur", logra decir con una emoción que eriza el vello. Los motores rugen. Agur Santurtzi. El mar se interpone entre tierra firme y el ferry. El Orgullo de Bilbao se aleja. "Es muy triste, pero nos despedimos con la cabeza bien alta", traza Itziar señalando al cielo. "Hasta pronto".

El reloj apenas supera las 13.15 horas e Itziar mira hacia delante. La salida se retrasa. El Puente Colgante se erige en primera fila, sin perderse ni un minuto de la despedida del Pride of Bilbao. No lo volverá a ver atracar. Itziar es de Santurtzi, y no puede evitar echar un último vistazo al puente de hierro forjado. "Me he despedido de él esta mañana", confiesa. La voz del capitán que dirigirá el buque en su última travesía, Steve Gross, irrumpe en la cubierta. "Esto es muy emotivo", se escucha a babor. Son compañeros de Itziar que, cámara en mano, inmortalizan el momento. Han presenciado esta maniobra durante años. Pero la de ayer fue diferente. La última desde el puerto vizcaino. "Hemos estado más tiempo aquí que en casa", asegura Bego Orberuaga, miembro de la tripulación, mientras abraza a Itziar. "Gracias por todo", le responde ella. Las lágrimas brotan de nuevo. "No podemos parar", se dicen mientras sonríen.

bócina lúgubre El último adiós del Orgullo de Bilbao a la localidad santurtziarra no es ajeno a nadie. Ni siquiera a los pasajeros. Con cervezas en la mano, los 1.304 últimos viajeros del barco se apoyan en las barandillas de la cubierta. Itziar los observa. Intenta retener ese momento en la retina para siempre. Eterno. Imborrable. No quiere perderse detalle. Debajo, en una planta inferior del ferry, uno de los cocineros de la tripulación se fotografía con un compañero. La gigantesca chimenea del barco comienza a echar humo. El último adiós se acerca. El capitán hace sonar las bocinas. Una canción lúgubre para despedirse de las aguas vizcainas. "Esto no lo hace nunca", explica Itziar mirando hacia la cabina del capitán. No tiene palabras.

Minutos antes, Itziar se encontraba en tierra firme, en la terminal de embarque de la compañía del ferry P&O. Allí intercambiaba abrazos con compañeros a los que extrañará en su nueva aventura. Ella ha decidido viajar a Francia a intentar embarcarse en otros buques. La escena de tierra continúa repitiéndose a bordo. "Vamos a estar bien, no te preocupes", le dice a otra compañera durante un tierno abrazo. Pero ambas temen la incertidumbre que les espera a su llegada al puerto de Portshmouth. Itziar, rodeada de cinco tripulantes más, saluda con la mano al faro de la punta de Arriluze, donde más de 50 personas se agolpan para ver por última vez al Orgullo de Bilbao.

El mar se vislumbra a babor y a estribor. Horizonte azul, desconocido. La nostalgia se pasea por los pasillos del ferry como una pasajera más. Las paredes, pintadas por los recuerdos de los más de 3.000.000 de viajeros que han subido a bordo del Pride of Bilbao, guarecen comercios desiertos. Tiendas donde antes lucía ropa elegante y perfumes a mejor precio del británico, están ahora vacías. Es el último viaje para todos. Pero la vida a bordo continúa. Varias mujeres descansan en hamacas aprovechando los rayos del sol. Los niños corretean por los restaurantes. Y el capitán dirige el timón con el mismo entusiasmo que en su primer viaje.

De eso hace ya cinco años. Steve Gross otea el horizonte desde un cuadro de mandos que mañana dejará de capitanear. Y entre los timones, también se pasea la melancolía. "Es muy emotivo. Sólo se puede comparar este viaje con el que hice en 1999 a Inglaterra que coincidió con un eclipse de sol", describe. "Cuando he visto a las chicas de la terminal de Bilbao llorando se me ha hecho un nudo en la garganta", deja caer. Poco después, un grupo de delfines ofrecía su particular despedida al ferry.

a gijón Hoy, sobre las 18.00 horas -hora local- el Orgullo de Bilbao atracará en Portsmouth. Sus motores dejarán de rugir. Pero el Pride of Bilbao no muere aquí. La compañía Airis Ferries le tiene destinado una nueva ruta que lo llevará de Gijón a Nantes. Así que sus 177 metros de eslora y 29 de manga volverán a la mar. Eso sí, tras una reforma.

La línea que une Santurtzi con Portsmouth sólo estará inhábil unos meses. Los minicruceros de tres días se recuperarán en abril gracias a la compañía Brittany Ferries, que realizará dos viajes semanales a bordo del Cap Finisterre. Sin embargo, esa noticia no anima a Itziar. Tampoco a sus compañeros. Y es que no ven posibilidades de que la naviera francesa pueda contar con ellos para formar parte de su tripulación. "Sólo contratan a franceses", asegura la directora de atención al cliente.

Del pasado, Itziar colecciona grandes momentos en este barco. "Mis sobrinas prácticamente nacieron aquí", asegura. "Siempre dicen que vienen al barco de la tía", bromea. No quiere hablar del futuro. Y el presente aún está en el Pride of Bilbao que cabalga sobre las aguas como un gigante a 22 nudos. Aún quedan horas de travesía, un tiempo que la tripulación quiere aprovechar para disfrutarlo con sus compañeros. "Es lo que más voy a echar de menos", asegura. Con la mirada perdida, Itziar hace una pausa. Es hora de comer. Ya habrá tiempo de más despedidas al atracar en Portsmouth.