El amor por los animales ha sido siempre el motor que impulsa la vida de Carla Torres, vecina de Portugalete, que ha decidido transformar un terreno en Galdames en un espacio seguro para aves rescatadas. “Desde pequeña he sentido un cariño especial por los animales”, confiesa, con emoción desde el primer momento.
Cajera de profesión, su pasión siempre ha volado por otros caminos. Hace unos años, una dura experiencia marcó para siempre su manera de ver el mundo. Carla trató de salvar la vida de un loro abandonado que agonizaba sin que nadie pareciera inmutarse. “Hice todo lo que pude, incluso ofrecí una recompensa de mil euros para salvarlo, pero no hubo manera. Me pareció desgarrador ver cómo la gente pasaba de largo mientras el animal se moría. Fue una de las experiencias más duras que he vivido”, recuerda con mucho dolor.
Aquella impotencia se transformó en una promesa, crear un lugar donde ningún animal vuelva a sufrir el mismo destino. Impulsada por esa idea, la portugaluja invirtió sus ahorros, pidió un préstamo y compró un terreno en Montellano (Galdames). “Sentía que debía hacerlo, que era una forma de hacer justicia por ellos”, explica. Pero pronto descubrió la dureza del campo. “Intenté levantar un tejado sola y casi me caigo. Es un trabajo muy duro, imposible sin ayuda”, reconoce.
Durante un tiempo, el proyecto quedó detenido. Hasta que hace unas semanas, una amiga, Mari Jose, le tendió la mano y le devolvió el ánimo. Juntas han reactivado la iniciativa, y gracias a un llamamiento en redes sociales los primeros voluntarios ya han comenzado a llegar. “Estamos acordonando la zona y limpiando la maleza. Lo que más necesitamos ahora es gente con ganas de ayudar. La ayuda económica también vendrá bien, pero lo realmente esencial son las manos y la ilusión”, asegura Carla.
Un sueño, que vuela
El futuro refugio busca convertirse en un espacio de rescate y recuperación, donde las aves heridas o abandonadas puedan encontrar un nuevo comienzo. “Nos preocupamos mucho por perros y gatos, pero las aves también necesitan atención y cariño”, subraya con firmeza.
Al lado de su loro, Pitxu, también de otro rescate, Carla observa con ilusión el futuro del proyecto. “Todavía me queda tiempo para jubilarme, pero esta es una deuda pendiente. No pienso dejarlo”. De momento, su mensaje ya ha encontrado eco. Decenas de personas han respondido al llamamiento y se han ofrecido a colaborar. Poco a poco el sueño de Carla comienza a tomar altura.