Con motivo del congreso organizado por Bilbao Metropoli 30 y celebrado en Bilbao, Gabriella Gómez-Mont se ha reunido con DEIA para recordar su trayectoria y explicar lo que espera en un futuro.
De las ideas que tuvo en sus inicios en 2015. ¿Cuáles se han cumplido a día de hoy?
Antes de hablar de 2015 me gustaría hablar de 2013. La verdad tuve un giro en mi vida en el que empezó una gran aventura. El entonces alcalde de la Ciudad de México me hizo una oferta muy tentadora de empezar un departamento de cero con los objetivos que quisiese. Él estaba muy intrigado en dos cosas, la participación ciudadana y la innovación. Fuera de eso me dejó carta libre. Al principio dije que no pero la verdad es que la Ciudad de México es el gran amor necio de mi vida. El Laboratorio para la Ciudad era el área experimental y creativa del gobierno en la Ciudad de México. Para ese entonces tenía un equipo de 20 personas, la mitad venia de ciencias urbanas y políticas y la otra mitad de áreas creativas y de las humanidades. Todo lo que hacíamos quedaba en medio de estos dos mundos porque hay partes técnicas y de política basada en evidencia basada en datos sumamente importante, y nos interesaba mucho regresar a hacernos las grandes preguntas. ¿Cómo queremos vivir juntos?, ¿Cómo nos queremos mover? Hay grandes proyectos que en las ciudades se deben hacer. Necesitábamos tener una visión para la megalópolis y articular una serie de buenas prácticas y experimentos. Tuvimos algunos proyectos que me siguen inspirando y que inspiran el trabajo que estoy haciendo en otras ciudades.
En 2015 dijo “uno de los ejercicios más fascinantes que hay es el de lanzarse a crear algo que no existía antes”. ¿Que falta por llegar a las ciudades de aquí a treinta años?
Falta que se sientan aludidas las generaciones jóvenes. Veo que los jóvenes quieren mejores ciudades pero no sienten que esa energía social tenga un eco en la política. Se necesita entender el recurso mas grande que tiene la sociedad el talento ciudadano. Es el eslabón que falta, hay un potencial creativo todavía por explorar.
¿Qué le hizo dejar de dirigir el Laboratorio para la Ciudad para fundar Experimentalista?
Estuve en gobierno seis años y fue un experimento muy interesante con una media de edad muy joven, 28 años de media. Desde que dejé el gobierno he estado asesorando en distintos sitios tocando temas urbanos y de innovación social y demás. Cuando me invitan a ser parte de esas conversaciones le agrego la capa experimental, emergente y colaborativa a los proyectos de los cuales soy parte.
¿En qué punto observa que está Bilbao comparado con México?
Son ciudades increíblemente distintas. Ambos tienen cosas en común de una sensación de pertenencia muy particular. Lo que he escuchado sobre Bilbao es un gran orgullo y una gran sensación identitaria de la gente de Bilbao que va desde la comida. De hecho una de nuestras armas secretas en el gobierno cuando había muchas tensiones entre la sociedad civil y el gobierno era hacer sobremesas. Creo que hay muchas ciudades que no la tienen de la manera tan intensa como la tenemos Bilbao y la Ciudad de México. El famoso efecto Bilbao nos recuerda al mundo que las ciudades tienen que pensar en el futuro, en imaginarios urbanos y sociales. Que sea la cultura la que despierte una serie de procesos urbanos y sociales y efectivamente, económicos. Es muy difícil que un solo proyecto cambie la ciudad entera por sus invenciones pero creo que eso lo tenemos en común.
¿Cree que las medidas se pueden implantar en Bilbao?
Me fascina que las ciudades estén hablando directamente, el contagio creativo me parece extraordinario. Aquí tenemos como parte del jurado del congreso al colombiano Carlos Moreno que de pronto trabaja con París el tema de la ciudad de quince minutos y está en todas partes. La ciudad de Bogotá con el tema de manzanas de cuidado, ahora hay una delegación cada mes yendo a aprender de Bogotá. El Laboratorio de la Ciudad fue el primero en un país emergente y en solo tres años se generaron más de ocho laboratorios en el resto de Latinoamérica. Entonces veo que hay una gran posibilidad de contagio entre ciudades que va y viene.
¿Considera que los premios Bilbao Metropoli 30 pueden servir de acicate para que las ciudades comiencen acciones de futuro?
Absolutamente, nos hace falta ahora y siempre estar manejando esa línea interesante e intensa entre lo crítico y lo posible. Como sabemos hay una serie de crisis a nivel internacional como el cambio climático o crisis democráticas. Tenemos que hacer las dos cosas al mismo tiempo, pensar en lo crítico y saber traducir las tensiones y los momentos de intensidad. Utilizar esa oportunidad para lo posible, para lo futuro, para lo transformador. Entonces, presiento que premios como estos tienen ese componente de traducción de tensiones en posibilidades. Por otro lado, lo cierto es que parte de lo que me di cuenta en el gobierno es que necesitamos más incentivos y, creo que cuando se diseñan también se abren los ojos hacia otro tipo de posibilidades inclusive la forma en la que se diseñan las convocatorias, están de alguna forma impulsando y empujando ideas para que la gente piense y trabaje y sueñe desde otro lugar.