La peatonalización de la Gran Vía ha generado la segunda polémica importante en el seno del equipo de Gobierno de Bilbao. Apenas 180 metros de calzada y a tres meses de las elecciones, las posturas en torno a uno de los ramales más importantes de la villa han vuelto a aflorar las diferencias en temas de movilidad entre el PSE, que ostenta este área en el organigrama municipal, y el PNV.

A falta de que el alcalde de Bilbao, Juan Mari Aburto, se pronuncie respecto a esta cuestión, la concejala de Sostenibilidad y Movilidad, Nora Abete, no ha sido parca en explicaciones para, a la vez que tajante, descartar este proyecto de manera indefinida y según declaraciones a este medio, por decisión del propio Aburto. “El alcalde no lo ve”, expuso la concejala para justificar el retraso del proyecto, previsto ya en el Plan de Movilidad Urbana Sostenible 2015-2030 de la villa, elaborado en 2018 y que recoge toda una batería de medidas para mejorar el tráfico en la ciudad.

La iniciativa pretende peatonalizar el tramo de la Gran Vía comprendido entre la plaza Circular y el cruce con Alameda Mazarredo, de forma que solo el transporte público pueda circular por él. Son los últimos 180 metros que quedan para liberar a favor del peatón la principal arteria bilbaina, que el segundo tramo, que llega hasta la plaza Moyúa, ya se encuentra cerrado al tráfico de vehículos privados.

Actualmente, únicamente pueden circular vehículos privados en sentido ascendente, es decir, desde la plaza Circular hacia el cruce con Mazarredo, ya que en sentido contrario solo pueden hacerlo las unidades de Bilbobus. Al llegar al cruce con Mazarredo, los vehículos se ven obligados a girar hacia Urkijo, ya que la avenida citada anteriormente es de sentido único y el siguiente tramo de la Gran Vía es semipeatonal.

Con esta medida, el área de Movilidad y Sostenibilidad pretendía amabilizar el entorno al liberar espacio público para peatones y ciclistas, reducir el uso del vehículo privado, disminuir la contaminación acústica y del aire, y la posibilidad de prescindir también de algunos semáforos. Estaba ligada a la peatonalización también de la plaza Moyúa junto a la que, según se recoge en el PMUS, “genera una continuidad de espacios exclusivos de peatón y transporte público muy notable”.

El área que encabeza Nora Abete barajaba una actuación de bajo impacto en la zona, limitándose únicamente a pintar la calzada e instalar la señalización correspondiente, sin tener que llevar a cabo la obra completa de entrada, de forma que fuera reversible en caso de que la medida no cumpliera con los objetivos marcados.

Sin embargo, la concejala socialista lamentó ayer que la peatonalización se va a tener que posponer. “Desde el área de Movilidad vemos la medida como positiva, la hemos defendido siempre y hemos analizado todas las afecciones que puede tener al tráfico en la calle Bertendona, en la plaza Venezuela y también en el cruce con Mazarredo”, explicó. “Los informes técnicos que tenemos, tanto propios del área como los externos, nos dicen que la medida es viable y que el tráfico podría fluir perfectamente. Nos parece que la medida es oportuna y la podríamos poner en marcha en cualquier momento”.

La razón esgrimida por Abete para ese aplazamiento es que “en este momento, el alcalde no la ve y por tanto la fecha está en su mano en ahora. La pelota está en su tejado en este momento y estamos a la espera de que nos traslade qué quiere hacer”. 

Desde el Ayuntamiento se señaló que la decisión no está tomada de forma definitiva. Y es que, según explicaron fuentes de Alcaldía, se trata de una cuestión de la que en primer lugar tienen que hablar “internamente”, por lo que advirtieron que la decisión de peatonalizar o no la Gran Vía “no está cerrada todavía”.

Es la segunda ocasión en la que los socios de Gobierno mantienen una polémica por un tema de movilidad de la ciudad. En la anterior discrepancia la disputa se produjo entre el alcalde Bilbao y el entonces concejal de Movilidad, Alfonso Gil, por la decisión de Gil de implantar peaje en la entrada de la villa para aminorar la contaminación. En aquella ocasión en la que incluso escenificaron las discrepancias el día de la ofrenda floral de Don Diego, finalmente el asunto quedó para su análisis en un futuro. Curiosamente ahora, momento en el que los socialistas podrían haber retomado este tema que tantos quebraderos causó para conformar las Zonas de Bajas Emisiones, no parecen tener prisa en acotar la entrada de los coches en Bilbao. De hecho, y a pesar de que 2023 es el año en el que se deberá abordar de manera definitiva la ZBE en ciudades como Bilbao aún no se tiene un proyecto de dónde ni cuándo.